miércoles, 11 de abril de 2012

Etapa 01 (117) Vila Real do Santo António-Isla Cristina

Etapa 1 (117) 19 de junio de 2008, jueves.
Vila Real do Santo António-Ayamonte-Isla Cristina

Saliendo de Portugal, mi intención es seguir la costa de Andalucía, Murcia y, si puede ser, lo que pueda avanzar de Alicante. Pienso en Santa Pola, donde mis amigos Martín y Arantza tienen una casita, ya que sería un buen lugar para iniciar mi andadura el próximo año. La realidad me llevará hasta las Calas de Campoamor (Orihuela), pero, estratégicamente, di como final en la playa de La Llana, en el cierre norte del Mar Menor murciano, donde pasaré la última noche caminera de este año y, donde empezaré durmiendo la primera de 2009. Para complicar menos, considero El Mojón que, en lugar próximo a La Llana, confluyen Murcia y Alicante.


Inicio del camino de 2008 en Portugal
Aunque me he levantado a las seis, para orinar, aguanto dentro del saco hasta las siete; hora en que me doy un baño. Han llegado dos pescadores de conquilhas. Uno se desnuda para ponerse el pantalón de neopreno y se va a cagar a la arena seca (supongo que enterrará la mierda). Tras el baño me acerco al espigón que separa la playa del Guadiana. De camino paso por una alfombra de algas-lechuga, que luego fotografiaré. Me visto y recojo las mochilas. El móvil está caput. 


Cuando me acerco al pescador que ha quedado rastreando la zona más próxima, ya que el otro ha ido hacia Monte Gordo, se levanta Enrico. Hablo con el pescador; veo cómo rastrilla y me dice que tiene intención de coger entre tres y cuatro kilos de conquilhas (nuestras txirlas o coquinas) en, aproximadamente, cuatro horas. Me autoriza a sacarle una foto. Cuando le cuento mi programa, me dice: “Se ve que te gusta andar”. Me despido de él.

Subo a la duna y me despido de Enrico, pero no le dejo que despierte a João. Tras la foto de las algas, salgo al camino, por el espigón. ¡Ya estoy en marcha! ¡Qué gusto volver a caminar un nuevo año!



Llego por el paseo fluvial a Vila Real do Santo António. Saco foto del transbordador que ya está preparado y, al fondo, el puente sobre el Guadiana que une las dos naciones hermanas: Portugal y España y dos sures de configuración similar: Algarve y Andalucía.

Me gustaría disfrutar por Andalucía tanto, al menos, como lo hice por el Algarve el año pasado de 2007. Paro en el Restaurante Sical y desayuno (2,50€): descafeinado de máquina en vaso alto y dos bolos (parecido a magdalenas): bolo de arroz de Panrico. Nada más llegar, he puesto el móvil a cargar y, ahora, lo recupero, ya vivo. Cojo agua y me voy hacia el ferry. El transbordador, de regreso, me costará menos que al venir (1,38€), pero la razón es que el taquillero prefiere que le pague 10 céntimos menos que cambiarme un billete; luego volveré a darle los 3 céntimos que aún me habían quedado en la reserva.

                                     A     N     D     A     L     U     C      I       A


Pasando el transbordador ya estoy de nuevo en Andalucía
El ferry sale puntual y no hablo con nadie hasta el final, pero han pasado tantas cosas en el día de hoy, que ya ni me acuerdo de lo que hablé con aquella mujer. Presento el mapa con la costa andaluza que me recibirá los próximos días, algo ,enos de dos meses. Y, a continuación, la costa más próxima, la de Huelva, por cuyas costas estaré siete jornadas.

Sello en el Ayuntamiento
Bajo del transbordador y me dirijo al Ayuntamiento, para obtener el sello que corrobora el paso por Ayamonte y, por tanto, la entrada en Andalucía, donde permaneceré hasta el 9 de agosto.

En el Registro me dice el encargado que no me lo puede echar, ya que sólo es para los documentos que entran al Ayuntamiento y que me acerque al primer mostrador. Allí, una chica, me lo pone, con tan poca habilidad, que lo monta encima del carimbo de Vila Real do Santo António; hubiera sido suficiente con haberlo bajado un poco. Y ya empezamos con mi etapa de hoy.

Una oportunidad de conocer Isla Canela
Los de Ayamonte tienen las playas más alejadas de la población que los de Vila Real; además los portugueses tienen un espigón que separa del mar las aguas fluviales del Guadiana, mientras que éstas se mezclan en las playas de Isla Canela; no habrá problema alguno mientras las aguas del río bajen limpias, pero en tiempos de fuertes lluvias, es fácil que arrastren troncos y barro a sus doradas arenas.


Antes de salir de Ayamonte, he sacado una foto de la Plaza de La Laguna, que mañana dibujaré. Así, en la distancia, la comparación inevitable, será más difusa. No pude comprobar bien todo el entorno, pues se me hacía tarde para llegar a comer a Ayamonte, donde había visto, al pasar, un atractivo menú de seis euros.










El camino hacia Isla Canela se me hará demasiado largo, demasiada carretera, pues tampoco me quiero arriesgar ya que, si hacia Isla Cristina, la vía verde orienta bien el camino entre la marisma, en esta parte, también hay marisma, pero sin camino o, al menos, no lo encuentro bien señalado si lo hay. Al pasar por una urbanización en construcción, a un obrero le ha gustado mi protector de cuello que cuelga de mi visera.

Cuando llego a la primera playa, la marea está baja, aunque ya ha empezado a subir, y deja suelos poco profundos donde se ve gente que está cogiendo coquinas pero, para bañarse, son poco gratas por su falta de profundidad; probablemente mejorarán con la marea alta. Me dirijo hacia una chica de Salvamento y Socorrismo a la que pregunto por zona para hacer nudismo y, tras una llamada, me orienta hacia la desembocadura del Guadiana. Le pregunto si siguiendo hacia Punta del Moral, encontraré barco que me pase a Isla Cristina; me responde que lo habrá, pero ese tipo de respuesta no me da ninguna seguridad.


Relación de playas nudistas de Huelva.
Los baños que me doy me resultan curiosos. El agua, mucho tiempo estable y con poca profundidad, está templada pero, al subir la marea, van entrando ráfagas de agua fría y la sensación es grata e ingrata. En la zona donde estoy desnudo, no hay nadie más y, tras darme tres baños, decido vestirme y regresar hacia Ayamonte para comer. Al volver veo al obrero que le ha gustado mi visera que sale para comer en su casa; vive en la zona. A la vez sale un compañero que va en coche hacia Ayamonte, pero no se ofrece a llevarme; tampoco se lo habría aceptado.

Menú barato en Centro de Día de Mayores
Será el más caro del viaje, como luego contaré. Como ensalada, pollo a la Pantoja y tarta de “madalena”, muy rica, y tres tintos de verano (vino+gaseosa+limón).

Con los tintos de verano, los seis euros del menú se convierten en 7,60€, así que como el monedero lo tenía vacío, ahora ya tiene dos euros y cuarenta céntimos, ¡todo un capital! En la cartera me quedan 275€ con los que me tendré que apañar durante unos cuantos días, aunque las comisiones de Servired ya no son tan draconianas como en Portugal, que se las suele llevar el Espíritu Santo. Guardo la cartera en el bolsillo del pantalón. La llevo en un bolsillo plafón delantero del pantalón desde que salí de Irun.

El navarro imprudente
Me despido del Centro de Día, después de haber comido bien, y salgo al exterior. Muy pronto, llego a un parque público y me fijo en el nombre: Prudencio Navarro.


Veo a un joven que viene en bicicleta muy despacio y le pido que me saque una foto con el parque al fondo y que se vea el nombre; cuando el joven se baja de la bici me doy cuenta de sus dificultades, se ve que controla mal sus movimientos, que son de tipo espástico, pero se ha ofrecido con mucha amabilidad y pone gran interés en sacarme una buena foto; 

 

tanto interés pone, que me saca dos, similares y tengo que decirle que no siga sacando, temiendo que hayan sido ya tres o cuatro instantáneas las sacadas; él no sabe que son diapositivas, y se lo digo. Agradezco y continúa con su bicicleta. Y yo sigo, pregunto por la vía verde y me dicen que, al llegar a Damas, la estación de autobuses, tire hacia la derecha.


Vía verde por el antiguo ferrocarril Gibralfaro-Río Tinto
Una vez cogida bien la entrada, ya no tendré dificultades para llegar a Isla Cristina. El pasado 2007 ya había hecho el mismo recorrido, aunque en sentido inverso, y ya con la experiencia, la tranquilidad es mayor. ¡Qué ajeno estoy a que mañana repetiré el paseo!








Observo saltar peces grandes en la marisma y me sobrevuelan cigüeñuelas, ya conocidas y reconocidas en el Algarve, en el Parque Natural de Ría Formosa, al sur de Faro.


También veo alguna blanca cigüeña y garcetas. Oigo el chapoteo de las ranas al saltar al agua cuando me acerco, pero no logro ver ninguna. A esta hora de la siesta el camino me resulta largo y cansino; menos mal que el agua que he cogido en el Centro de Mayores está fresquita y, aunque me gusta poco el agua, me entra bien, ¡me apetece!

Sin cerveza en Isla Cristina
Entro a Isla Cristina por el lado más externo, calle Lirio, con intención de salir a la playa que me llevará a Isla Antilla, que pertenece a Isla Cristina, mientras que La Antilla pertenece a Lepe. Pero llego a un bar para tomarme una caña de cerveza; allí me la ofrecen como “tubo”, en vaso largo y estrecho pero, cuando me la van a empezar a tirar, con el vaso inclinado de inicio para contener la formación inicial de espuma, le digo al barman que no me la sirva. “Me acabo de dar cuenta de que he perdido la cartera”, le digo. Él, muy amable, me dice que me la tome y que ya le pagaré otro día; pero yo estoy de paso, no creo que vuelva por su bar y, además, ¡vamos, como que se me ha quitado la sed de repente! Podía pagar el tubo, pero tengo que dosificar los 2,40€ que me quedan. Pregunto, y el de la barra me orienta hacia Damas y al Cuartel de la Guardia Civil.

Buena Gestión de la Guardia Civil de Isla Cristina
Allí me atiende un número, aunque el éxito de la gestión no depende de ellos. Mientras espero turno, otro compañero suyo que me ha oído lo que me pasa, me dice que lo primero que debo hacer es anular las tarjetas Visa. Ya con el primero, propongo hacer una gestión en Ayamonte, por si se me ha podido caer en el Centro de Día, donde he comido, después de pagar, y si eso no ha ocurrido, a continuación, anularé la tarjeta Visa, única que tengo. Además tengo el problema añadido de que estoy totalmente indocumentado y lejos de mi lugar, donde podrían corroborar que soy quien soy. Estoy en una situación vulnerable, por estar lejos de casa, pasando por lugares desconocidos que añaden dosis de inseguridad, pero, además, sin dinero e indocumentado, la vulnerabilidad se ha acrecentado. ¡Pero no me voy a poner dramático! Y como soy muy positivo, pienso que el tema se va a resolver de alguna forma. El guardia hace una llamada a la guardia municipal de Ayamonte, para localizar el número de teléfono que pueda tener el Centro de Día en que he comido, pero aquellos le dan un número de una residencia de ancianos, que nada tiene que ver; pareciera que no tienen buena relación civiles y municipales, como que se descalificaran mutuamente, y mi guardia decide llamar a sus compañeros de Ayamonte, para que hagan la gestión. Va pasando el tiempo y no recibimos respuesta. Como el tiempo se va alargando, vuelven a llamar a sus compañeros ayamontinos y les responden que ya han ido al Centro de Día y que allí no han encontrado nada. “¡Podíais haberme llamado con el resultado de vuestra gestión!”, dirá el número de Isla Cristina.


Hecha la primera parte de la gestión, ahora se brindan a resolverme el problema de la Visa. Me ponen en contacto telefónico con Anulaciones de tarjeta Visa, me preguntan datos para corroborar que soy el titular, pregunto cuál ha sido el último pago efectuado con ella, y me confirman que el hecho ayer en Huelva, en Orquestra, así que nadie ha utilizado la tarjeta perdida. El servicio me dice que queda anulada la tarjeta y que me envían una nueva a las oficinas de Colón, en Irun. Allí permanecerá hasta que regrese. Cuando llego a Damas me dicen que ya no tengo bus a Ayamonte hasta mañana; pregunto a un conductor el precio del billete y, con lo que tengo, me llega para ir. Lo utilizaré mañana para volver.

Sin dinero e indocumentado, a dormir a la playa obligatoriamente
Bueno, ya he hecho lo que tenía que hacer. Parte del problema está resuelto, al menos, sé que nadie va a utilizar mi Visa. Pero, a la vez, tendré un nuevo problema ¿cómo voy a poder sacar dinero sin Visa y sin documentos que me identifiquen? Pienso que el primer día de mi viaje, pueda ser el último y que me tengan que remitir a casa a portes debidos. Mi intención es volver a Ayamonte, deshaciendo camino por la vía verde y fijándome bien en el suelo del camino; olvidándome de peces, ranas y, menos aún, de cigüeñuelas distractoras; es un camino poco transitado y si la cartera se me ha caído por allí, es probable que los que van en bici o moto convencional, ni se den cuenta y no la vean. Habría sido buen plan hacer el regreso esa misma tarde, pero temo la marisma al atardecer, con sus innumerables mosquitos asesinos; aparecer mañana muerto a picotazos e indocumentado; un marginado más, de los que desaparecen todos los días, y que encuentran irreconocible al cabo de los años. ¡Buen momento para ponerse trágicos! Mejor momento para irme a la playa, relajarme y dormir a pierna suelta. Hoy sin miedo al ladrón que, como mucho, se podrá llevar 2,40€ de botín.

Mi dormitorio en la playa de Isla Cristina
Paso por el bar de la cerveza y les digo que he resuelto el problema de la Visa, que el otro queda para mañana. Cuando llego a los pinos próximos a la playa, en vez de dirigirme al chiringuito con ducha, donde dormí el año pasado la noche del 31 de mayo al 1 de junio, me alejo un poco más por la playa hacia Isla Antilla. Trato de localizar el lugar en que estuve con el chico del concurso de peluquería y su compañero que me dio tanta información interesante, en especial, el lugar por donde encontrar la vía verde, que mañana pasaré por tercera vez; y que será el espacio más transitado por mí de todo mi recorrido. Sin localizar bien el lugar, decido el que considero más adecuado hoy para pasar la noche. Me desnudo y, todavía hace buena temperatura, así que me daré varios baños, hasta que empieza a hacer fresquito, leo un rato, como un poco de fuet y pipas de calabaza y, hacia las 21:30h de la tarde-noche, me meto en el saco de dormir; en el momento en que sobrevuela un helicóptero. 

Noche de lamentaciones
En el duermevela le doy vueltas al error que cometí no cosiendo o eliminando del todo el bolsillo por el que he perdido la cartera; en aquél momento no le di importancia y me dije: “como tengo delante otro bolsillo plafón, será el que utilizaré en lugar del primero”; todo por continuar un año más con el mismo pantalón con que inicié el camino en 2006 ¡razones de economía, de nostalgia!, ¡qué precio tan alto tendré que pagar por ello! Estoy seguro de que nadie me robó la cartera y reconstruyo lo que hice: saqué la cartera del bolsillo plafón, pagué la comida, metí la cartera en el bolsillo roto y guardé las monedas en el monedero.  A veces, si te duermes con el problema, en sueños se resuelve. Mañana me levantaré más optimista.
Lo más sorpresivo es que, yo que pongo mucho cuidado cuando elijo el lugar donde dormir, que me suele gustar llegar con tiempo para analizar todas las variables que me afecten a la comodidad y seguridad, en esta ocasión, cometí un segundo error: no me acosté en lugar bien protegido. No iba a tener problema con la subida de la marea, ya que estaba muy arriba, ni parecía que fuera lugar de mosquitos pero, de madrugada, me dará un susto el camión de recogida de basuras de la playa; al oírlo, me incorporo un poco y levanto la mano; el conductor frena y se desvía un poco, me libra y sigue adelante. ¿Se habría dado cuenta si no llego a despertarme? Un riesgo añadido de mi aventura. Suelo decir que no estoy en el camino hasta que pasan diez o quince días, que llego al camino demasiado urbanita y, poco a poco, voy captando las constantes que proporciona el contacto con la naturaleza. Por esa razón no concibo el gusto por el camino que dicen sentir los que hacen el Camino de Santiago por etapas. Para que sea saludable hay que hacerlo entero, de una vez y, el que no pueda porque no dispone de días, que no lo haga, o que haga otra cosa. Duermo a ráfagas, con luna casi llena.

Hoy he aprendido demasiadas cosas para poderlas asimilar todas de golpe. A veces pienso que perder 275€ puede ser la consecuencia de haber sido poco generoso con los parados de la playa de Vila Real do Santo António. Si, al menos, quien se los ha encontrado, los necesita para algo básico, mi perjuicio va en su beneficio: La ley de la compensación. Al menos me gustaría que no sirviera para fomentar el consumo de droga o de algo que perjudique a la salud. Aprendo a ser más cuidadoso con mi atuendo. Compruebo que la autoridad ha hecho bien su trabajo y me ha prestado gran ayuda, quizás para compensar la noche en que, en Pelayo, me despierte otra pareja a las tres de la madrugada. Debí aceptar la cerveza que me ofrecían. Debí poner más cuidado al elegir el sitio para dormir en la playa. De tantos errores, creo que he aprendido algo.

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