jueves, 12 de abril de 2012

Etapa 48 (164) El Playazo de Rodalquilar-Cala del Plomo

Etapa 48 (164) 05 de agosto de 2008
El Playazo de Rodalquilar-Las Negras-Cala de San Pedro-Cala del Plomo.

    Hoy el avance hacia el Norte será mínimo.


Recuerdo a mis tíos maternos fallecidos.
Me despierto a las seis y media y me levanto a orinar. Me meto de nuevo en el saco pero, como he dormido bien, a las 6:45 h ya estoy recogiendo desnudo la cama. Hace un fresquillo grato y, para antes de las siete ya estoy en el agua que, por contraste, da sensación de caliente. Hay algunas algas flotantes y tanto la entrada como el fondo marino es de arena. Veo a una mujer paseando a su perrucho y, cuando estoy recogiendo, Javier sale de su caravana para recoger cañas y aparejo; han estado toda la noche pescando solas. La primera la recogida del sedal no ofrece resistencia, pero la segunda está enmarañada en un haz de algas, que le costará soltar. Mientras me seco,  cuento a Javier algo del camino que estoy haciendo. 

Vemos salir al sol, la primera salida nítida de levante y desde casi el centro de la playa. Quería sacar foto del Castillo de San Ramón con el sol saliendo, pero ya es imposible que me dé tiempo. Así que saco al sol desde el extremo norte de la playa. En vez de retroceder a la carretera por la que llegué ayer, me encamino hacia el Castillo de San Ramón y hoy comeré en Cala San Pedro. 
 
Así que he empezado el día hablando con Javier, luego iré a San Ramón y llegaré a San Pedro, faltaría algo de San Damián, para completar a los cuatro hermanos de mi madre: Pedro, Javier, Damián y Ramón; en orden de mayor a menor, Pedro fue mi padrino, todos fueron muriendo por orden de edad. Mi madre, que era la menor y la más pequeña, murió la última. Con este homenaje-recuerdo a mis tíos fallecidos, abordo la pequeña subida hacia el Castillo de San Ramón.

Castillo de San Ramón.
En principio, mi intención era subir al castillo para sacar foto y volver, pero descubro un precioso camino que invita a continuar por él. Encuentro a unos andaluces que casi me convencen de que la fortaleza que estoy viendo no es el castillo de San Ramón, lo que me hará sentir muchas dudas que, todavía, persisten. Si alguien de los que me leen tiene otras certezas, le agradeceré que me corrija al fin de la jornada. Esta fortaleza está enclavada en lugar estratégico y, aunque no alcanza gran altura, al menos permite ser una buena atalaya para la vigilancia y control de barcos que pudieran ser atacantes. En la siguiente foto es donde se aprecia la parte sur de El Playazo con el castillo de San Ramón en primer término, aunque ya alejándome.

Magnífico camino hacia Las Negras
Durante el camino voy sacando fotos donde se aprecia lo que he ido dejando atrás. En una de ellas, se ve el castillo desde el otro lado con el playazo de Rodalquilar al fondo. No encuentro gente en el camino, probablemente por lo temprano de la hora, y no será hasta irme acercando a Las Negras, cuando empezaré a ver gente. Puede ser significativo que en la entrada de Las Negras hay un camping y, la gente que acampa, salvo los muy noctámbulos, suele ser algo más madrugadora. 
 
Me encuentro con Vincent de Lyon, que está acampado allí. Compartimos lo magnífico que es el camino que viene de El Playazo y lo mismo ocurrirá con otro andaluz. Llegando al camping, encuentro a dos jóvenes que se van a quedar un rato en una roca en plan vida contemplativa. Dudan si ir o no después a El Playazo. Foto del camping de Las Negras desde el acantilado.


Pasado el camping me dirijo al pueblo. Me cuesta encontrar lugar grato para desayunar y, finalmente, entro en el bar Torresano; donde me preparan un rico pantumaca y café con leche (2,70 €). Una pareja joven hippy, con su hija pequeña, desayuna al lado. Él va a coger a Leif, un niño de unos tres años, todavía con paquete para dormir; se lo quita y descargará su pistola, menos mal que la de agua, sobre mi pantalón. Leif es sueco, así que se hace el sueco; los padres son franceses y ¿la niña? Se van. 
 
Otros dos hombres con niños van a ir en embarcación a la Cala San Pedro; como ya saben que hago mi camino a pie, ni siquiera se molestan en ofrecerme la posibilidad de llevarme. Quedamos en que nos veremos allí. Algo que no ocurrirá. Es muy probable que para cuando yo llegue, ellos ya se hayan vuelto. También cuatro catalanes: Jordi, Fernando, Marta y Lidia. Me piden el nombre para buscarme en Google. El camarero que me atiende es rumano. En la televisión, Funerales de Estado: Ha muerto Solchenischin. Estoy en mi jornada 48 y he tenido que comprar agua por tercera vez. Como hoy la compro en el bar en que estoy, el precio (1,75 €) será mayor que el que pagué en almacén de San José. José, Pepe, era el nombre de mi padre, en mi caso, no fue padre putativo, como dicen que era el santo. A lo mejor, el barco en que van es de pasajeros y van pagando su pasaje.

Caminando hacia Cala San Pedro en compañía.
Bajo por el camino que lleva a la playa y enseguida veo por un camino a un grupo que va en la misma dirección. Me confirman que van a Cala San Pedro y les pregunto si no les importa que vaya con ellos. Me admiten en el grupo y así tengo la ventaja de que me despreocupo del camino y me dejo llevar. Da la impresión de que ellos ya conocen el camino. Al menos Carlos, el rastafari, sí lo conoce. Lo cierto es que el camino es fantástico y no tiene pérdida. Les cuento algo de mi viaje y, los que más atención ponen son los dos chicos afincados en Madrid; son los más receptivos a lo que les cuento. Ellas son murcianas y están de vecinos en el camping de Las Negras, donde se han conocido. La playa de Las Negras, les parece muy urbana y convencional y, por lo exótico, van a la Cala San Pedro. Yo también siento curiosidad pero, en mi caso, mi paseo costero me lleva hacia allí. Ellos regresarán al atardecer y yo continuaré mi ruta. Me sacan foto con mi botellón de agua, algo inhabitual en mí y con la cala San Pedro, al fondo. También mi objetivo de conocer playas nudistas, es otro de los alicientes y ahora me vienen cuatro seguidas para hoy mañana: San Pedro, del Plomo, Agua Amarga y los Muertos, que me esperan antes de que finalice el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Descubriré otra muy bonita, la Cala de Enmedio, que la de Agua Amarga es poco propicia al nudismo, y una pequeñita Cala Arena, donde los nudistas sólo seremos dos; pero esto no lo conoceré hasta mañana. Al principio, voy hablando con Pepe, quien me cuenta que tiene una relación con un hombre muy mayor y que le gustaría que tuviera continuidad. Entonces, pienso: “¿qué sentido tiene enrollarse con las murcianas?” Luego el grupo se va disgregando; unos para descansar, otros para liarse y fumar un porrito. Sigo avanzando con Carolina que es anchita y desenfadada pero poco receptiva y nada expresiva; la conversación decae con ella; pero tiene claro que prefiere avanzar ahora antes de que el calor empiece a apretar. En ese sentido es la más inteligente del grupo y la que mejor anda, pero lleva unas chanclas muy inadecuadas para caminar; a pesar de ello, se bandea bien con ellas, salvo en el tramo final con cascajo de piedrilla blanca, en el que se da varios resbalones que la obligan a poner más atención. En esta zona, un resbalón puede ser muy peligroso y llevarte al fondo del precipicio. ¡Todavía no sé lo que me espera bordeando por el acantilado de la Mesa de Roldán!  Hemos cruzado a dos extranjeros maduros con mochila que vienen de Cala San Pedro y digo a Carolina lo que pienso que ellos han pensado: “Mira este hombre, más viejo que nosotros, y con qué chavalita va”. Carolina no responde adecuadamente a mi pensamiento verbalizado y no mostrará la ductilidad necesaria como para continuar la broma. Cruzamos a otras parejas que ya vuelven también. Carolina prefiere ir con su grupo, ¡lógico!, pero, a la vez, comprueba que conmigo avanza y con los otros no. Preguntamos a los madrileños si los del porrito vienen y dicen que sí, pero ni se les ve aparecer.

Cala San Pedro. Se creen los guarros que los guarros son los demás.
Llegamos a la sombrita de la fuente agua potable, donde ya hay algunas personas desnudas. Carolina se quedará en esta sombra fresquita a esperar a los suyos y yo bajaré a la playa. Lo primero que hago es subir al chiringuito, donde una señora granadina es la que se encarga de la cocina. Pregunto qué menú tiene para hoy y me dice que lentejas. Le digo que me adjudique un plato. El segundo lo pediré luego. Me dice que la hora más adecuada para subir a comer será sobre las dos. Bajo a la playa y me pongo en la zona en que una pareja de catalanes está organizando su espacio. Más tarde me arrimaré a los madrileños y murcianas; pero seguiré con los catalanes, Jordi y Marta. Se afirman como independentistas en la misma medida en que el gobierno de Madrid exija el control de sus recursos y los tenga maniatados. Coinciden con mi amigo Mauri en que en el País Vasco controlamos más nuestro dinero y que se han producido más transferencias. Jordi es muy crítico y fundamenta muy bien lo que dice. Por el mar van llegando barquitos que van descargando pasajeros. Me acerco al enésimo y, antes de que empiecen a bajar, les digo que se tienen que volver, que la playa está completa. Alguno se queda pasmado; lo he dicho con tanta seriedad. Pero enseguida se dan cuenta de que es una broma y empiezan a bajar. Lo cierto es que, para quien ha llegado allí caminando y con esfuerzo, es algo poco grato que otros lleguen en barco y, encima, que no se desnuden en una playa típicamente nudista por su inaccesibilidad en coche. Pero en este terreno, la accesibilidad viene del mar. Tras hacer una visita a la playita aislada, a poniente, comprobar que un nudista que va con taparrabos y los pelendengues asomando, resulta más feo y antiestético que el textil y que el que va desnudo, y visitar las esculturas de cantos rodados que está al norte, me daré varios baños sólo y acompañado de Marta y Jordi, y subiré a comer a las dos. 
 
Ellos subirán después a comer un tentempié y se enrollarán con los que ofertan trabajos manuales. En la playa hay una colonia estable de hippies, pero ellos se hacen su comida, que luego veré fregar en la orilla, ¡guarros!

Comida granadina.
El sistema que emplean es el siguiente: en la barra se pide lo que quieres comer y se paga. Encargo lentejas (6 €), habas (10 €) y lata de cerveza (2 €). Cuando pague la comida, llevaré gastado en el viaje 1.617,15 €. No está nada mal para haber quedado sin Visa el primer día en Ayamonte. Parece que fue allá por la prehistoria. Dejas el nombre y te llaman cuando la comida sale de la cocina. Aunque prefería empezar por las lentejas, me sacan primero las habas, lo que hará que, las patatas que acompañan a las lentejas, no me las coma. Las habas están encebolladas y están riquísimas, con patatita panadera y huevo frito, ¡que a gusto las como! Las había retornado por comer en el orden que había previsto pero, temiendo que me las den por comidas, las vuelvo a reclamar. La chica al traerlas me pregunta si ya he comido las lentejas y le digo que no. Luego me las traerán en cazuela profunda de barro. Me he sentado en la mesa con los madrileños, que beben dos coca-colas. Carlos está con pareo y aunque no hay ningún nudista, me desnudo y pongo el pareo. Jordi y Marta bajan a la playa pero, cuando yo baje, ya no les veré. Después de hacer un rato de sobremesa con los madrileños, bajo a la playa.

Una tarde en Cala San Pedro. Ciego nudista. No ver y ser visto
En vista de que no veo a los catalanes, me coloco ahora en zona más céntrica de playa. Los hippies estables limpian sus cacerolas en la orilla del mar y allí queda un reborde de grasa y detergente que las olas baten creando una espumilla poco animadora de baño. Un ciego llega con su perro lazarillo y se desnuda; está con un grupo y me supongo que recibirá sensaciones de libertad como cualquier vidente, aunque no se le pueda alegrar el ojillo al ver a las titis. No sé qué supondrá no ver y ser visto y que, a pesar de ello, estés a gusto desnudo. Me parece que una persona ciega ya tiene muchos elementos de desprotección, pero creo que, desnuda, todavía es más vulnerable. Bueno, parece que a este ciego, el grupo le protege. El nudista ciego toca la guitarra; será otro elemento protector. Abandonando mi equipaje al albur, como tantas veces, paseo por la playa hacia levante, hacia poniente, y me baño varias veces. Una cuatrena de amigos, dos textiles y dos desnudos, se tumban en la orilla; los desnudos en sentido prono; cuando se van, yo les imito, pero en decúbito supino y la sensación de placer que siento es, creo, superior; es un placer dejar que las olas te la bamboleen y, además, hoy no tendré problemas de erección. Estoy alargando el tiempo de estancia, ¡se está tan bien! Estaré con los madrileños que han coincidido con una chica también de Madrid. A Carlos se le ve a gusto con ella. Me baño con la madrileña. Vuelven las murcianas y les enseño mis cuatro dibujos. Hoy estoy más para disfrutar que para dibujar. Me doy el último baño, me despido y retrocedo a la fuente para llenar mi botella de agua potable y fresquita.

Retorno a la fuente
El regreso me resulta algo más complicado, ya que me voy metiendo por parcelas de terreno ocupadas por campistas estables y con infraestructuras variopintas. Algunos con tienda de campaña convencional y otros con ramas y otros elementos más rústicos. Llego a la fuente, donde sólo queda ya un joven desnudo; como yo voy desnudo aunque con las mochilas, ya somos dos, pero yo parezco el raro, el que no encaja con el grupo. Me acerco al chorro y lleno de agua la botella; bebo un trago, la vuelvo a llenar y la guardo en la mochila. Hay bajo el chorro un cubo grande con bebidas refrescando. No creo que les refresque mucho, ya que el agua mana menos fresquita que lo deseado. Dos personas tocan música y forman ambiente grato, aunque para mí la sombra de la higuera es traicionera. El ciego que antes he visto en la playa, ahora está aquí tocando su guitarra y otro chico toca un instrumento que es como medio círculo, con agujeros que lo horadan, y que trata de acoplar en los sonidos suaves que emite a la guitarra. Es de una sonoridad dulce y apaciguadora. Pareciera que estoy en el Caribe u otras exóticas playas de palmeras datileras y cocoteros. El instrumento es de metal y se toca con los dedos. Llegan viandantes por el camino. Uno se desnuda y se mete en la pila vacía con intención de ducharse y a falta de cebolleta, lo hace con una botella, con agujeritos y vacía, que irá llenando en el agua.

Con agua hacia el Plomo. 
Vistas magníficas desde la meseta.
Todavía en la zona de la fuente, otro chico me orienta para retroceder sin tener que volver al chiringuito y ascender el acantilado hacia la cima que me lleve a la Cala del Plomo, donde encontraré e Francisco y su familia. Y, efectivamente, voy bien orientado y llego a la torre, pero iré perdiendo el camino. Camino que se me complica, que será más durillo que lo deseado y que me obligará a escalar. 
 
Preludio leve de lo que me espera mañana en el acantilado de la Mesa de Roldán. Mientras asciendo saco fotos del alejamiento de la Cala San Pedro. Al llegar a la cima, tras tanta fatiga, me olvido de sacar la foto que confirmaría el ascenso. (Aquí finaliza mi tercera libreta-diario). Menos mal que llegado a la cima, aparece un camino más definido. Estoy en la planicie elevada sobre la Cala San Pedro, que es como una especie de meseta y me dedico a recorrerla hacia el extremo más marítimo. 

En el mar, veo un velero con su vela blanca; una miniatura en la inmensidad. Visto el nuevo camino descendente siento como si el esfuerzo de la subida fuera recompensado. Normalmente, la conquista de la cima ya suele ser suficiente premio; este camino será un premio añadido. Observo la costa que me tocará estos próximos días, aunque lo más significativo de ella y que parece que allá se acaba, sea la Mesa de Roldán. Todavía me parece un farallón precioso. 
 
También observo que el camino se dirige por tierra de nadie y no se acerca a la costa. No aprecio por la costa camino alguno y no me arriesgo a bajar al mar por el temor de que no encuentre otro camino que me dé seguridad. Pero, por otro lado, estoy buscando la Cala del Plomo que, como es lógico, tiene que estar en la costa y, no bajando, corro el riesgo de que se me pase inadvertida. 
 
En el reborde más norte de la montaña, se observan pequeños refugios naturales que, en caso de necesidad, llegada de la lluvia o de la noche, pueden servir como protectores de caminantes intrépidos. La hora y el día espléndido, no me hace dudar para continuar mi camino. Tengo mucha tarde por delante. Disfruto como un enano recorriendo la cornisa de la montaña y saco foto hacia Las Negras, en la que se puede apreciar el camino recorrido cuando venía con los madrileños y las murcianas esta mañana. 


El lugar tiene unas vistas magníficas. Me hace olvidar la zozobra del ascenso. Sobre el velerito, una nube; similar a la que ayer coronaba el monte , antes de llegar a Rodalquilar. El camino que baja de la meseta hacia la Cala del Plomo, da muchas garantías de ir en dirección segura, así que empiezo el descenso.



Descenso hacia Cala del Plomo
En la foto se puede apreciar el velerito perdido en el mar. Abajo a la derecha, en el mar, se observa un pequeño entrante, pero no sé si forma playa o no; por si acaso no me arriesgo a bajar. Me parece ver una persona pero, luego, me doy cuenta de que es una sombra que va formando el sol en su descenso hacia el ocaso. 

También veré que hay como tres calas intermedias, con descenso intrincado, que también desecharé. Si no declaradas, son las clásicas nudistas por su inaccesibilidad. Voy descendiendo desnudo, como deseando también convertir en nudista el camino que une las dos calas San Pedro y del Plomo. Llegaré así, sin encontrarme con nadie, hasta llegar a la cala deseada, sin ninguna complicación. Como he pasado mucho tiempo disfrutando de la Cala San Pedro, el avance de hoy en el mapa será irrisorio. Dejo las mochilas cerca de la orilla y me doy un baño magnífico y reconfortante. En esta foto, se aprecia al fondo la Mesa de Roldán por la que mañana pasaré andando a media altura entre el el faro y el acantilado y que resultará una penosa experiencia que ya relataré. Detrás está la playa de Los Muertos, otra de las playas nudistas soñadas.


Francisco, Reme, Alba y Carlos.
Al salir y secarme al aire, encuentro y hablo con Francisco. Está con una mujer y dos niños y le digo que es una gozada poder disfrutar haciendo nudismo con los niños, contra la opinión de los recalcitrantes de que “escandalizamos a los pequeñuelos”. A los niños, si no se les educa incorrectamente, el nudismo les parece un estado natural. Los que no están habituados a ver personas desnudas, se sorprenden al principio y luego lo aceptan como algo normal. Si se les educa en la idea de pecado y de temor y de culpa, hasta se pueden escandalizar, pero los culpables serán, en ese caso, los adultos que los maleducan. 
 
Comento con Francisco que cuando más disfruto haciendo nudismo es cuando estoy en la playa de la Zurriola de Donostia, playa urbana donde las haya, con mis nietos, haciendo castillos en la orilla o jugando en el agua con ellos. Él me lo corrobora; también en su caso es un placer. Interpreto que los niños son sus nietos.Francisco es un hombre llegado a la cincuentena con una mujer más joven y los niños creciditos que me parecen muy mayores para tener un abuelo tan joven; pero, como me ha confirmado que él también disfruta como yo con mis nietos, pienso que son los suyos. Hasta mañana no aclararemos mi error de interpretación, ya que lo que ocurre es que Francisco es un padre tardío que considera que haber formado esta familia es lo mejor que le ha podido pasar en su vida.
 
Todos están desnudos menos Alba, que es la hija mayor y que está en esa edad preciosa de la pubertad. Carlos, el menor, es muy extrovertido y me hará muchas preguntas. Reme es feliz y se pasaría todo el día en el agua. Francisco también me informa de que Agua Amarga, aunque aparezca como nudista, es una playa demasiado familiar como para poder practicar nudismo. “Nadie se desnuda allí”, me dice. 
  
Ellos son malagueños y pasan sus vacaciones en Agua Amarga, pero prefieren ir a la Cala del Plomo, a la de Enmedio o a la de los Muertos; probablemente mañana vayan a esta última. Son los lugares próximos donde pueden disfrutar estando desnudos. Francisco es de tez blanca y el sol le enrojece enseguida, así que está en la sombra, aunque ya es el atardecer y el sol no pega tanto. Yo pido un poco de sol y nos ponemos en el límite; él en la sombra, yo en el sol. Una vez seco, me importa menos la sombra. En Cala San Pedro he estado mucho tiempo sin visera, así que tengo la cabeza algo dolorida; por lo que me he dado protector solar cuando bajaba de la montaña. Francisco me dice que tengo la crema protectora mal extendida y tiene que ser cierto ya que, cuando me la estaba dando, ya me dolía al extenderla; me la he tenido que poner a pequeñas palmadas, sin restregar. La mujer de Francisco se empieza a vestir cuando le voy a enseñar los dibujos de la última parte del viaje, que siguen siendo cuatro y llama a su hija para que los vea, puesto que también a Alba  le gusta dibujar. Le recomiendo que empiece por dibujar a carboncillo. Ya con gente desnuda, se acaban las fotografías, pero ayer, en que Iker y María estaban vestidos, también se me olvidó sacar una foto para el recuerdo ¡Fue tanta la emoción!

Noche en la Cala del Plomo. Un colombiano me enseña sus performances. Pulgas de mar
Así que la información que me da Francisco me sirve para hacer un pequeño plan para mañana: visitar la Cala de Enmedio, desayunar en Agua Amarga, buscar zapatero para arreglar las sandalias, si es que tienen arreglo y tratar de vernos por la tarde en la playa de Los Muertos. Casi todo será lo que haga menos el plan de llegar a dormir en Carboneras, que tendrá que esperar un día más. La familia se va con el deseo de vernos mañana y se queda en la zona sólo otra pareja nudista. Él es colombiano y, cuando les cuento el viaje que estoy haciendo y los dibujos, él me enseñará los suyos en agenda digital y alguna de sus performances. ¡Qué maravilla de dibujos de su chica como protagonista! Ella trabaja en Agua Amarga y parece, por su aspecto, que es una chica del Este europeo. Si nos vemos, mañana intentaré confirmarlo. Le digo que tengo intención de llegar mañana a disfrutar de la playa de Los Muertos. Se furman sus porritos y compartimos dos latas de cerveza. Yo casi me la bebo toda, pero se les hace la hora de marchar. Les hablo de la magia de Sancti Petri y esperan a que termine la contada y la cerveza para marcharse. Les acompaño hasta el coche y nos besamos como despedida. Aunque mañana ella trabaje, a lo mejor tengo oportunidad de verme con él y disfrutar más de las grabaciones de sus performances. Una de las que he visto consiste en una estructura metálica que él lleva sobre los hombros; en la estructura están clavadas naranjas, que va ofreciendo al público, en la medida en que el público asistente acepta la oferta, él se las va dando. Así él se va descargando del exceso de peso. En otra aparece otra estructura metálica a la que él asciende por medio de andaderas y arrastra una especie de bola metálica hueca, "similar a un caracol que arrastra su concha", le digo, pero él me responde: "más como un escarabajo" y yo le añado "¿pelotero?" y él me lo confirma. Le gusta el tema que ya procede de tiempos de los egipcios y que utiliza al sol como símbolo de "Ra representado". Él anda un rato arrastrando la estructura y la cámara que graba es la que permanece estática, con un punto de vista bajo, hasta que el personaje desaparece. Otra presenta a una chica que se sube encima de los hombros de él y descarga sobre su cabeza una copiosa meada de varios litros; todo lo que ella es capaz e almacenar en su vejiga. Como él es el creador de la idea, no puede sentirse esa meada como una vejación. Sería vejación si él fuera obligado y sin su consentimiento. Cosa bien distinta ocurriría si ella fuera la creadora. Interesante punto de vista que cambia el sentido según cambie el sujeto."¡A ver si en Los Muertos me enseñas más!"  y nos despedimos. Ya me he quedado solo. Antes de acostarme, he dado un paseo por la orilla. He tenido que ayudar a salir del agua a un chico con dificultades deambulatorias y que está con su novia. Ha entrado al gua por zona de rocas al norte. No creo que haya sido un acierto en su estado. Después volveré a hablar con ellos. A última hora hablo con tres catalanas que tienen un tenderete en la orilla, muy próximos al tope de la marea alta, donde se ve la arena muy negra, debido al pateo de sus dos perrazos. Como las catalanas son muy liberales, ni se molestarán en quitar la mierda. Son de las que piensan que los animales también tienen derecho a disfrutar de la vida. Son liberales liberadas para ellas, pero piensan poco o nada en los demás. Debiéramos ser los propios usuarios de playa los que llamameos la atención, para corregir, a quien no cumple las normas; aunque no conozco las normas del municipio, pero yo soy partidario de que durante el verano, ningún perro debe bajar a la playa. Sus excrementos en arena seca no se los lleva el mar. Pero está visto que, cada españolito, demanda un policía para que lo vigile. Yo tendré preparado para echar en el contenedor de reciclaje la caja de diapositivas (ya se me acabó el Sensia-400. Veremos con qué resultado) y la lata de cerveza regalo del performista. Uno de ellos caga sobre la arena, muy cerca de donde antes he estado hablando con el colombiano y su chica. Mientras paseo por la orilla, voy comiendo pipas de calabaza. Me doy el último baño y preparo la zona de roca que he elegido que, estando en arena seca, será un elemento protector en la subida de la marea y tomaré como referencia para la construcción de un pequeño murete de arena que me proteja del agua del mar. Esta roca me quitará también, en caso de que lo haya, el aire de levante. Hago un segundo murete protector que, durante la noche, sobrepasarán y borrarán las olitas finales de la marea alta. El agua ha entrado en la vaguada, pero el murete más próximo a mí no ha sido dañado. ¡Qué precisión de cálculo! Pero una circunstancia que ya había olvidado, desde la noche en la playa de Illa d'Arousa, es que estando exactamente en la zona límite de la pleamar, la subida de la marea hace aflorar a las pulgas de mar. Así que me tocará trasegar con ellas durante la noche. La Osa Mayor ya se ha desplazado hacia el sur y ya ni me molesto en localizar al Escorpión. La luna empieza a definirse y, al crecer, pienso en el futuro aumento de altura de las mareas. Otro tema a tener en cuenta. También en el Mediterráneo. Hoy la luna desaparecerá pronto, ya que ha sido tempranera y ha salido muy al sur. La noche ha sido fresquita y húmeda; a pesar de ello y de los animalitos, he dormido bastante bien.

El día de hoy me ha propiciado caminos muy bonitos, aunque la ascensión a la meseta de la Cala San Pedro ha sido algo penosa. Entre los encuentros, el de Francisco y su familia es el más interesante y tendrá continuidad a lo largo de los años. Él me ayudó en la decisión de elección de partido político en las últimas elecciones generales. También interesante el encuentro del colombiano y su novia y el de Jordi y Marta en San Pedro. El paseo con los madrileños y las murcianas ha pasado con más pena que gloria. También la imagen del ciego guitarrista desnudo y la bonita música que hacían en la zona fresquita de la fuente.

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