miércoles, 11 de abril de 2012

Etapa 03 (119) El Terrón-Los Enebrales

Etapa 03 (119) 21 de junio de 2008, sábado.
El Terrón-Lepe-Cartaya-El Rompido-El Portil-Los Enebrales (Punta Umbría).


¿Por Nueva Umbría o por Lepe y Cartaya?
En el mapa vemos cómo para llegar a Punta Umbría o, previamente a la playa de los Enebrales, que será donde duerma hoy, tengo dos opciones. Una es la que hago: Lepe, Cartaya, El Rompido, El Portil, Los Enebrales. La otra alternativa era seguir desde El Terrón por el arenal de Nueva Umbría, hasta el lugar donde la playa y la arena se terminan y, allí, coger un barco que me llevara a El Portil o, cruzando antes del final en otro que me llevara a El Rompido; éste era el plan que me había hecho el pasado año, pero que luego cambié. Hoy no lo he intentado ante la inseguridad de que hubiese barco que me cruzara. Luego veremos mi reacción.
 



Amanece un nuevo día
Ha sido una noche fresquita, con mucha humedad. Hacia las siete me levanto a orinar. Saco foto del amanecer con los penachos de duna y otra con las gotitas del relente de la noche o el rocío mañanero que penden de la red de separación entre la playa y la duna.


Me levanto hacia las ocho, cuando ya el sol supera la duna y empieza a templar la temperatura. Veo todo el proceso preparatorio para la pesca de un pescador, desde que ha llegado a la orilla, hasta   que ha echado las cañas y, en camiseta, me voy a hablar con Carlos.

Carlos, pescador sevillano
Me levanto hacia las ocho, cuando el sol ya supera la duna. Veo todo el proceso desde la llegada de un pescador, cómo se instala y echa las dos cañas y, como es el único humano que veo en la zona, me voy a hablar con él. Se trata de Carlos, sevillano, que tiene una casita en Lepe. Tiene intención de estar unas dos horas pescando, pero el tiempo que estoy con él no pescará nada. Dice que después irá a buscar a su mujer que, entre tanto, hará sus tareas domésticas y se preparará para, hacia las diez, ir los dos a hacer las compras. Le hablo de mi viaje y el me dice que su casa en Lepe no le hipoteca las vacaciones, puesto que la puede alquilar. Le apetece mucho ir a El Algarve. Tienen una niña de dos años. Una bonita charla matutina para ejercitar el habla tras una noche en soledad, a la que ya estoy habituado. En un intento de lanzar lejos el aparejo, se le ha mojado el pantalón. El cebo que usa es una navaja propia del lugar, que inserta cubriendo todo el anzuelo y la recoloca cuando vuelve del mar señal de haber sido picoteada por pez alguno. Me visto, recojo todo en las mochilas y bajo de nuevo a la orilla a despedirme de Carlos. Le digo que si me ve por la carretera, cuando regrese a Lepe, que me salude pero que no me invite a montar, que no aceptaré.

Por marisma, hacia  El Terrón  Salgo por la pasarela que va por encima de la duna, para protegerla, y llego al aparcamiento. Empiezan a llegar coches; el firme está muy deteriorado, al inicio, pero luego mejora algo. Al llegar a un puente, un pescador pesca en zona cenagosa; pero no sé qué es lo que pescará allí. Recuerdo que tengo aún un poco de chocolate y me lo voy a comer antes de que, con el calor del día, se vuelva a derretir; lo acabo ¡por fin! El pescador me ofrece agua, pero todavía tengo de la que cogí ayer donde la marroquí y todavía está fresquita y rica. 

Veo a lo lejos la zona portuaria de la marisma. Llego a la zona de población de El Terrón y saco foto con el camino de la ermita.
Al llegar al cruce, un señor me indica la dirección que debo seguir, pero me recomienda que, a la salida del pueblo, coja una carretera a la derecha, que es menos transitada por coches, más bonita y no me añade kilómetros. Encontraré la indicación de camino a La Orihuela. Sigo las indicaciones y saco foto de caballos.
Después entro en una finca de naranjos muy bajitos. Pregunto a Juan José si el grano de la finca de al lado se va a desperdiciar o va a ser cosechado y me dice que pertenece alm propietario de los caballos y que la cosecha de grano se hará en breve. El pasado año se le quemó todo. Juan José está reparando la bomba que le servirá para regar sus naranjos que, aunque ahora los veo pequeños, no son híbridos enanos, sino que crecerán. Me despido de Juan José deseándole que sus naranjos sigan creciendo y él aporte el cariño necesario para seguirlos regando. 

Ya en la carretera, veo un GFK (Ya he salido de GaFaDo), y llego a Lepe. Foto desde la rotonda de entrada y búsqueda de un lugar para desayunar. Lo hago en el Salón Triana. Como chapata tostada con mantequilla y descafeinado con leche, que será lo único que pagaré (1€), puesto que a la tostada seré invitado por Omán, el camarero, que también es marroquí y me dice que la hermana de la marroquí del Miramar también trabaja con él, pero que está de turno de tarde; así que no la conoceré, ¿será tan guapa como su hermana de La Antilla? Omán, aunque tiene bastantes clientes que atender, se mostrará muy amable conmigo, al saber el paseo que estoy haciendo, y lo ha demostrado con su invitación. Omán me llena dos veces la botella de agua, que bebo mientras escribo, y pediré una tercera al marchar. Me echa el sello, y me desea suerte.
                                             Mando mensajes a mis hijas, para que sepan donde estoy, y Sara me contesta que va camino de Baracaldo, donde se examina para conseguir plaza fija en Educación. ¡Que haya suerte! Omán me ha indicado por donde salir para enlazar con la general hacia Cartaya. Antes de salir de Lepe, veo trabajando a Domingo que está recosiendo su red de pesca a Transmallo, para tenerla a punto para usarla cuando la necesite. Está en su portal-taller, a la sombra, con dos amigos, que también tienen tarea, al menos uno de ellos. He charlado un poco con ellos y sigo adelante. Enseguida seré testigo de una infracción en el código de circulación: un ciclista subsahariano hablando por el móvil montado en su bici. Al pasar por la parada de autobuses de Damas, me agrada el sistema de la cubierta.

HaciaCartaya                                                                                                      La carretera tiene un buen arcén, pero hace calor y me bebo toda el agua. Pasados unos cuatro kilómetros, veo una desviación a la derecha, hacia La Barca. En el hotel veo oferta de primeros platos pero, cuando entro, sólo sirven bocadillos; así que vuelvo a la general. Como me falla La Barca, un camarero me recomienda que, en principio, rechazo. Lo veo al pasar el puente sobre el río Piedras, lo veo grandioso y me animo a entrar: pone ASIÁTICO y es un Wok & Grill.                   

Un acierto comer en el Asiático                                                     A la entrada me recibe Zhao Yong, que será el camarero que me orientará por el exótico oriente. Primero me va enseñando las distintas secciones y el sistema de funcionamiento, puesto que es la primera vez que entro en uno de estas características. Luego, además, Zhao Yong me dará conversación y le sacaré una foto junto al cocinero.
En la elección de salsas colabora su jefa. Zhao me recomienda el comedor de abajo que es el que funciona con precio de menú, aunque el prefería que subiera al del primer piso, algo más elegante y caro. Al inicio del comedor están los postres, casi todo frutas, y las ensaladas; al fondo, comida caliente ya preparada y en la parte intermedia están los crudos para cocer al dente en el wok y para asar en la plancha grill. Hago una ensalada completa con un poco de ensaladilla, gambas rebozadas, pato, rollito, croqueta y algo más, con salsa agridulce. Hay una pareja que se conoce el lugar, saben elegir bien lo que les gusta y están con un hermanito glotón, que se pondrá las botas. Les observo y ella me orienta. Cojo en un plato tres tipos de setas chinas, algas y otras verduras y se lo llevo al cocinero; primero las hierve con agua en el wok y, en otro similar, lo calienta a fuego muy fuerte con salsa de ostras. Luego, al grill, me asará dos langostinos con champiñones; bebo dos cervezas y té de jazmín. Todo por 16,15€ que, con la propina, serán 18€. Me regalan un chupito de licor de arroz que me dicen que es algo más fuerte que el sake. Salgo muy satisfecho de la comida oriental y de la atención de los orientales y no me arrepiento de no haber comido algo típico andaluz; ya tengo días por delante.

Con Miguel de 83 años, mi guía por Cartaya
El calor aprieta a estas horas del mediodía y por interior y, al llegar a Cartaya, me encuentro con Miguel, un vejete encantador de 83 años, que me ayudará y acompañará a salir del pueblo.

Me cuenta que nació en Badajoz y que conoce muy bien el camino de El Rompido, porque muchas veces lo recorría para ver a su novia, la que ahora es su mujer. Miguel me acompaña hasta una calle donde, al final, se ve el castillo; pero no quiere que le fotografíe; no le gusta salir en las fotos.

Más encuentros hacia El Rompido y un ruido que rompe los oídos
Bajando del pueblo, me encontraré a Daniel, un rumano que lleva cuatro años trabajando por aquí.








Llego a un edificio de instalacciones deportivas. Luego me encuentro con un grupo, la mayoría jóvenes, que espera el bus de Damas “¿quién da más, que le llevo?”, les digo. No se lo quieren creer que voy andando y menos que vengo andando desde Portugal, y eso que todavía estoy cerca ¿qué dirían si me vieran en la provincia de Alicante? Los chavalillos me hacen preguntas y también una chica con un niño semidesnudo (le han quitado la ropa por el calor); todos “alucinan”. El arcén es ancho, pero el calor aprieta. Voy con ganas de salir a la costa donde, aunque la temperatura sea similar, la brisa y los baños refrescan.


Para no aburrirme me sigo entreteniendo con el juego de las matrículas y siempre fijándome en la última; ahora veo un GFJ e intento buscar palabra que contenga las tres consonantes pero, me doy cuenta de que estoy un poco espeso con el alfabeto, puesto que ya había pasado un GFK. Enseguida veo un GFN y, sin tener en cuenta la hache, me viene Gafanha y el recuerdo de mi metida por autopista en Gafanha de Nazaré, el pasado año, llegando a Aveiro. Empieza a sonar ruido de motores y llego a un lugar donde se está celebrando un campeonato de Karting. Yo que no soporto el ruido tan desagradable y otros, que se van acercando al lugar, con dificultad para aparcar sus coches, hasta pagan dinero por la entrada. Yo, que pagaría por no pasar por allí, y está lleno de coches. Los que vemos en la foto están viviendo el campeonato pero, aunque soportan el ruido, al menos, no pagan. ¡La entrada a pie de pino es gratis!

Tantas vueltas y casi estoy donde llegué ayer
Cuando llego a El Rompido, saco foto hacia El Terrón

y, cuando voy llegando a la playa, un señor me dice de dónde salen los barcos que pasan a la playa de Nueva Umbría. ¡Pero si me habían dicho que todavía no pasaban los barcos! ¡Ya me extrañaba, estando junio tan avanzado! Si sólo hubiese pasado calor por el interior, ahora me darían ganas de pegarme un tiro, pero después de los encuentros tan bonitos con Omán, Zhao Yong, Domingo, Miguel… no me arrepiento de haber dado esta vuelta.

Dudando si pasar a Nueva Umbría, me encuentro una patera de hispanos
La playa en la que estoy es fangosa, no invita a baño, no hay que olvidar que estamos todavía sin salir de la marisma, además el barro no deja sentarse a descansar.  Dudo si pasar a la de Nueva Umbría, de la que el año pasado ya disfruté, con su arena dorada y aguas cristalinas a mar abierto. He consumido el agua que me quedaba y entro a un chiringuito para tomar una cerveza (1 €) y aprovecho para volver a llenar de agua el recipiente. Cuando salgo y me acerco al lugar en que sale la barca para cruzar la marisma, hablo con un grupo de chicos, con los que mes desahogo. Me dicen que aunque la barca acaba de salir, volverá y saldrá de nuevo en breve. Decido esperar y, mientras, busco un lugar, un poco más adelante, para darme un baño; pero me encuentro con la salida de un río, con una profundidad de, al menos, hacia la cintura. Ante el temor de que se me pueda mojar la mochila, y previa consulta a una pareja, que me responde que tengo libertad para hacer lo que crea conveniente, me quito el pantalón y el calzoncillo y traslado al otro lado las dos mochilas; una vez pasado todo al otro lado del río, me quito la camiseta y me doy un rico baño; aunque el agua es fangosa y, al pisarla, se enturbia, en cuanto empiezo a nadar el agua va volviéndose más limpia y fresquita, a medida de que va cubriendo más; y eso que todavía continúa enfrente el brazo de arena de Nueva Umbría y no estamos en mar abierto. Una vez ya en esta situación y sin la premura del baño al otro lado, desisto de coger el barco y continúo hacia El Portil.

Paso por el Hotel Playa Cartaya, cuya cúpula me hace recordar que es la misma que veía el pasado año desde el otro lado de la salida al mar de la marisma, y me viene la imagen de mi primera noche del camino de 2007, durmiendo enfrente.

Caminando por la orilla de la playa, llego a la de El Portil, en el momento en que atraca en la arena una patera, en realidad, una lancha neumática, con cuatro amigos, que me piden les saque una foto con su móvil; dejo mis sandalias en la arena y, a pesar de poner mucho interés en sacársela bien, me costará mucho trabajo y no sé si saldrá algo decente ¡es que a mí, las nuevas tecnologías no se me dan nada bien!

Saco foto para el recuerdo a Josemi, Fernando, Jaime y Roberto. Les cuento mi paseo, me vacilan, me despido y me voy. Cuando me he alejado cincuenta o cien metros, oigo que me gritan; me vuelvo, veo que me saludan y saludo, pero insisten; es que me he dejado las sandalias allí, donde he estado con ellos. Regreso, las recupero y agradezco. ¿Cuándo las habría echado en falta? Me indican dónde está la playa nudista de Punta Umbría, Los Enebrales, pero estará mucho más lejos de lo que yo había entendido. Cuando reinicio la marcha, los cuatro amigos de la patera, montan en su lancha neumática y se van.

Por El Portil hacia Los Enebrales
Al llegar a El Portil, me sorprende el tamaño del hotel que, el año pasado, desde el puntal de Nueva Umbría, me pareció mucho más grande. Justo al lado, hay un edificio en construcción que se ve lleva mucho tiempo parado ¿incumpliendo la ley de costas? Este edificio sería continuación de otro similar que, seguramente, fue construido cuando la ley no estaba en vigor pero, ahora, es lógico que el segundo no dejen continuarlo. Si es así, ¡que lo destruyan! Tras El Portil, la playa se ensancha, pero todavía me quedará mucho trecho y no llegaré a la playa nudista de Los Enebrales hasta después de las nueve de la noche, aunque todavía de día.

Conversación con Santiago hasta que los mosquitos nos dispersan
Cuando llego, ya quedan pocos nudistas. El primero que veo, está muy al fondo, al pie de la duna, y pregunto al más próximo, quien me dice el nombre de la playa; también me dice que al otro lado de las dunas y del pinar, pasa la vía verde, para caminantes y ciclistas, que va entre Punta Umbría, Huelva, y Mazagón. ¡Qué buena información para mañana! Nos ponemos a hablar, cuando llegan caminando dos chicos que tenían sus toallas junto a él. Así que les dejo, y me pongo a hablar con el primero, el que estaba en la duna, que se ha bañado después de que yo lo he hecho. Aclaramos si está con intención de ligue o no y nos ponemos a charlar. Han tenido celebración de cumpleaños de una sobrinita de su pareja y se ha tenido que ir a trabajar, así que Santiago se ha venido a dar un baño. Es animador socio-cultural, pero quiere sacarse el título (no recuerdo el nombre que me dijo) para el reciclaje de los chavales que se han salido del proceso normal e intentan retomarlo. Yo creo que puede ser una especie de EPA o PCPI pero para lo cual creo que se necesita el título de Magisterio ¿Será esto lo que está estudiando? Entre hoy y mañana debe preparar la programación, el desarrollo y el sistema de evaluación. Entonces me pregunta: “¿pero tú entiendes?” y, al decirle que no, me aclara que su pareja es otro chico y me reconoce que son poco fieles, pero que a él le gusta la sinceridad y si alguna vez le engaña con otro, él se lo dice. Hablamos de las ventajas e inconvenientes de la sinceridad y le saco a colación la película USA: Los perros dormidos mienten; en la que la sincera era la chica y le crea bastantes problemas. El otro, que estaba con los dos chicos, también se ha quedado solo y, de repente, él y el que está conmigo, salen disparados de la playa hacia las dunas y yo me meto hasta la cabeza dentro del saco. La razón: Los mosquitos han empezado a zumbar.

El día ha estado interesante. El recorrido podría haberse reducido en dos tercios si en vez de haberlo hecho así, hubiera ido andando de El Terrón al puntal de Nueva Umbría, y cogido el barco a El Portil. Pero el paso por Lepe ha sido bonito con Omán y Domingo; Zaho Yong, la comida en el Asiático y Miguel en Cartaya; los cuatro amigos de la patera en El Portil y Santiago y el otro informante en la playa nudista de Los Enebrales. Lo peor ha sido la despedida brusca por los mosquitos.


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