viernes, 13 de abril de 2012

Etapa 60 (176) Los Nietos-Santiago de La Ribera

Etapa 60 (176) 18 de agosto de 2008, domingo.
Los Nietos-Los Urrutias-Los Alcázares-San Javier-Santiago de La Ribera.

Tras la noche sandunguera
Prácticamente hoy recorreré el Mar Menor en su parte más interior. Esta noche la fiesta ha sido interminable. Un aprendizaje del camino consiste en saber elegir el lugar para dormir teniendo en cuenta el día de la semana; las noches de viernes y sábado, son muy propicias para este tipo de agrupación nocturna en las playas. Me volverá a pasar lo mismo el próximo año en una playa del norte de Tarragona. Menos mal que sólo ha sido juerga y que los mosquitos no han aparecido. Voy a tratar de contar la parte de la fiesta de la que me he enterado, aunque más propio sería decir que “no me he enterado de la fiesta”. Del grupo del cañaveral, pasan chicas en dirección al agua, aunque no puedo asegurar si se bañan o no en ese mar tan tranquilo, porque los juncos y otras hierbas me tapan la visión del mar calmo. Las veo ir y volver a su lugar. Otros chicos veo que van por detrás de donde yo estoy, probablemente a mear. Las primeras en marcharse son Tamara y dos de sus amigas y, en cuanto se van, cada cual cuenta lo que ellos conocen o han hecho con ellas, las critican y dicen sus baladronadas particulares. Es lo clásico: hablar del ausente cuando se ha ido y dar rienda suelta a la imaginación para construir su mala fama con datos que ofrecen poca credibilidad. Uno critica la voz de una de ellas que es lo que más le ha sorprendido al oírle hablar por primera vez. Luego oigo: “¿hacemos otro porro?”; pero esa voz no sé a qué grupo pertenece. Empiezo a oír sonido de guitarras; al menos uno de ese grupo, es buen acompañador de sus canciones. Pero, en conjunto, son más gritones que cantantes melodiosos. Cantan: “David, David, David, David” y “Without, without you…” y, pienso, “y yo sin vosotros estaría también mejor”. Se bañan todos, o casi todos, con bañador y no se lo cambian, quedándose toda la noche con la humedad encima y la noche no es muy calurosa. Quizás el alcohol compense la falta de calor exterior. El último que se ha bañado reclama su toalla; como ésta no aparece, dice: “me va a dar algo, tíos”… “dejadme una” y, le responden, “está llena de arena”. Al fin, parece que encuentra alguna, pero si no se quita el bañador, el pasmo le dará igual.

Despertar en Los Nietos
A pesar de que las antorchas han ardido y la juerga continúa, creo que algún sueñecito habré echado pues, cuando me despierto por la mañana, no siento cansancio. Me levanto a las 7:45 h y ya ha salido el sol por La Manga; empiezo a vestirme y a recoger y, mientras hago la operación de meter el saco en su continente, me acerco al grupo de las guitarras y, al verme, se disculpan. Les digo: “Creo que he elegido para dormir el peor sitio de todo Murcia”. Me dicen que al llegar no se dieron cuenta y que si hubieran sabido que alguien dormía por allí, se habrían ido a otro sitio. Tengo mis serias dudas, ya que creo que se querían alejar del pueblo y no creo que les convenía acercarse a los mosquitos marismeños. Les digo que, de no haber sido ellos, habrían sido otros. Por el suelo y en las cajas, hay más de veinte melones huecos. Aún les queda más de ¾ de una botella de whisky y de otra de un líquido cristalino, que muy bien puede ser ron o ginebra, o vodka. Me ofrecen coca-cola, ½ botella abierta y alguna sin abrir. Agradezco, pero declino la invitación y no digo que estoy en contra del líquido americano que es un buen ejemplo de algo que es universal exógeno, impropio de la cultura murciana. Una de las mejores invasiones USA que ha traspasado casi todas las fronteras. Y tampoco me apetece a estas horas nada de alcohol; otra cosa habría sido después de comer. Ni tampoco para llevar; por razones de peso. Lo que sí me habría apetecido es una raja del melón que les ha sobrado y que tienen sin empezar, pero no me parece bien que lo abran sólo para mí. No se les ve ganas de abrirlo para comerlo ellos y, si me lo abren, tal vez luego quieran que me lo lleve y no tengo ganas de acarrear más peso. En fin, se pasó la oportunidad. Empiezan a marcharse algunos y, con todo recogido, me vuelvo a acercar al grupo. Han quedado 6 u 8 chicos y dos chicas; el hermano de uno de ellos se ha ido antes con alguna chica. Al más atento, uno de los de la guitarra, que también está tratando de dejar el lugar lo más limpio posible, le enseño mi diario y mis dibujos. Es el más receptivo para apreciar la belleza de mi viaje. Se queja de lo guarros que han sido los del otro grupo, “eso que tenían más cerca el contenedor”, dice, e intenta recoger algo de lo que los otros han dejado tirado. Compruebo que lo que me temí pólvora y supuse polvo para delimitar el territorio, es algo mucho más romántico: son pétalos de buganvillas rosadas ¡qué tierno!, ¡qué bonito! Casi todos son de Cartagena, pero uno que no lo es, tampoco dice de donde. Pocos se quedan recogiendo, la mayoría se va en dirección Los Nietos y yo arranco hacia Los Urrutias.

Caminando hacia Los Urrutias
Si ya comenté acerca de la terminación en “ico” de algunas palabras murcianas y que me explicaron que provenía de conquistadores del reino de Aragón que dominaron estas tierras, este nombre de Los Urrutias, seguro que viene de mucho más lejos, y me pregunto: “¿también los vascos fueron conquistadores de ese pueblo que pronto veré?” Para los que no lo sepan, Urruti, en lengua Euskara, se traduce como lejano o lejos. Urrutia es un apellido muy habitual, pero nunca se nos ocurriría decir Los Urrutias para hablar en plural, sino Los Urrutia. Quizás sea por ese error gramatical por lo que ese nombre me ha sorprendido aún más. Inicio el camino por arena y resulta algo incómodo, así que salgo a explanada lisa con tonalidades blanquecinas, como si correspondieran a restos de antiguas salinas y que alguien utiliza como pista de aeromodelismo. Veo cómo una avioneta hace un aterrizaje perfecto y, poco más tarde, cómo comienza de nuevo a volar, aunque no tengo certeza de que sea el mismo aeroplano de juguete u otro parecido. Al acabar la pista un arrollo me obliga de nuevo a llegar a camino y, de allí, entraré en una zona que está sin terminar de urbanizar. Una pareja me orienta hacia Los Urrutias como lugar más próximo para desayunar. Me dicen: “Llegas al campo de futbol, sigues el paseo marítimo y coges la primera calle a la izquierda”. Así de fácil, llegaré a Rincón Denis, donde desayuno con apetito: ½ tostada con tomate, una ensaimada y café con leche (3,30 €). Escribo y para las 10:30 h ya salgo hacia Los Alcázares. Cojo agua, pero no de las de grifo aledaño al de cerveza, fresquita, sino de grifo normal, que aquí ya  tiene buen sabor. Ayer ya se vieron aviones que salían del aeropuerto de San Javier y hoy los volveré a ver.
Voy saliendo de Los Urrutias por calle interior y me llama la atención un hibiscus arbóreo; yo siempre lo había visto como arbusto. Me parece hermoso y lo fotografío. En ese momento viene paseando una familia formada por los abuelos, la hija y el nieto, al que le picó un mosquito y le han tenido que vendar la pierna porque se arrasca la picadura de continuo; el abuelo que, aunque lo es, no ejerce de cartagenero y la abuela, que es zamorana, junto a la madre me dan un rato de conversación. Conocen bastante Portugal, sobre todo la zona lindante con Zamora; valoran y envidian mi viaje y me quieren invitar a un café o cualquier otra cosa, pero agradezco y deniego la oferta, aduciendo que acabo de desayunar, y sigo adelante. Había retrocedido con ellos para alargar la charla, ya que el niño, parado, protestaba. Una vez finalizada la larga calle, salgo al paseo marítimo que también se acaba y salgo a una orilla estrecha del mar. 

Grandes medusas
en la orilla hacia Los Alcázares
El margen entre la marisma y las livianas olitas del mar es tan angosto, que decido despreocuparme de si se me mojan o no las sandalias nuevas, aunque sé que mojarlas en aguas con tanta salinidad no es lo que más les conviene para alargar su duración. Orilladas,voy encontrando gran cantidad de medusas, de las que fotografío dos y selecciono una como muestra para este reportaje. Viendo tantas medusas, mi idea de darme un baño se va diluyendo. Observo que para hacer posible el baño colocan, en las pequeñas playas por las que voy pasando, una red que evita el paso de las medusas, al menos de las grandes. Como en estas zonas acotadas siempre encuentro a alguien en la playa y no me atrevo a que surja la trifulca, y en las zonas sin protección de red tampoco me atrevo por temor a las medusas, ésta será una mañana sin disfrute de baños. En mi paseo, encuentro a varios pescadores. Uno coge caracolas metido en el agua hasta media pierna y sin temor a las medusas; otro, más temeroso, lo hace en la misma orilla. Otro pescador ha cogido tres mújoles pequeños y los ha devuelto al mar. Uno de ellos me dice que todavía estoy en terreno de Cartagena y que, cuando llegue a la rambla, pasaré a terreno de marisma de Los Alcázares.  

Los Alcázares. Dos parejas.
Comida en la venta El Puerto 3
Cuando llego a la rambla anunciada, veo que trae algo de agua y debo retroceder hacia el interior hasta llegar al puente. Una vez allí, ya no vuelvo a la orilla y continúo por la carretera hasta llegar a la rotonda donde, con grandes letras, se puede leer: Los Alcázares.

Paso por una venta donde leo oferta de un menú a buen precio y, siguiendo hasta el cruce, me meto por una calle lateral. En un patio de entrada a casa, Víctor juega al parchís con su ahijada. Cuando estoy hablando con ellos, llega el padre de la niña en moto de cuatro ruedas. El padre y Víctor son amigos. Salen de dentro de la casa las dos mujeres y me da la impresión que los cinco viven en esa casa, al menos en estos días de sus vacaciones. No sé si la casa es propia o de alquiler. Víctor es un hombre muy asequible y capta bien el espíritu de mi viaje; disfruta de lo que le cuento y de los dibujos que le enseño. La niña y su padre, ambos con casco, se van en el vehículo de cuatro ruedas, las dos mujeres se van andando hacia la playa, pero Víctor tiene que ir con el coche para traer, al regreso, todos los bártulos que, me parece, tienen ya allí, en la playa. Mientras hablamos, Víctor me invita a una raja de melón riquísima. Su amigo, más generoso aún, me quiere regalar un melón entero, que rechazo, explico, entienden mis razones y agradezco. Retrocedo para comer en la venta, pero no empiezan a dar comidas hasta las 15:30 h y cometo el error, para hacer tiempo, de comer una tapa de champiñón con jamón, que está demasiado fuerte, con Martini y tónica (5 €), y que harán que luego no pueda comer todas las patatas fritas del segundo plato, ni la ensalada que sirven de propina. La sopa de pescado está muy rica, aunque a mí me gusta más caldosa; la tengo que comer con cuidado, para no coger la tierra del fondo, que noto al arrastrar la cuchara; ¡con lo que a mí me gusta rebañar los platos!, aunque muchos digan que es de mala educación. Para mí es un gesto, que no necesita palabras, para mostrar que lo que he comido me ha gustado. También puede significar que tengo mucha hambre pero, si es la verdad, ¿por qué ocultarlo? Aún así, con lo que me gusta hablar, a veces, al retirar el camarero el plato rebañado, le hago el comentario, ¿irónico o absurdo?: “no estaba rico” y, normalmente, los camareros, se hacen cómplices de mi buen humor. Si lo comido son mejillones al vapor, que es como más me gustan, al devolverles el plato con las cáscaras (valvas) mondas y lirondas, les puedo comentar: “estaban duras, no me las he podido comer”. Segundo plato: chuletillas de cordero, que también están ricas pero, como decía, no puedo terminar las patatas fritas, ni la ensalada adicional. No recuerdo la bebida y el coste ha sido 13 €, siendo comida y aperitivo 18 €. Mientras estoy tapeando y comiendo, voy siguiendo la final olímpica y disfruto viendo ganar a Nadal la medalla de oro. Cojo agua fresquita a la que exprimo los dos trozos de limón que me han servido con la sopa y con las chuletillas. En el retrete no consigo hacer nada, ya llevo dos días sin hacer una deposición y, aunque estoy satisfecho porque la diarrea finalizó, ahora empiezo a preocuparme por lo contrario; supongo que estoy en proceso de regulación.
Salgo de la venta El Puerto 3 y, por una gran avenida, llego a Información, pero está cerrado. Hay que tener en cuenta que es la tarde de un domingo y, normalmente, si abren, sólo suelen hacerlo por la mañana. Veo instalado el Circo Quirós. Fotografío la iglesia y voy saliendo del pueblo.

Equivocadamente decido ir a San Javier
La carretera me lleva hacia autopista, pero observo que paralela va otra carretera que, me supongo, sería la única que unía antaño Los Alcázares con San Javier. Ahora pone vía de servicio. Es la que recomendaré a un joven conductor que, junto con otros jóvenes, va a hacer el recorrido contrario a mí, pero no sé si me hará caso. Como mi destino de hoy es San Javier, que es donde siempre creí que estaba la pista del aeropuerto de la Academia General del Aire, empiezo a buscar alojamiento en cuanto llego a este pueblo. Antes de llegar al centro, veo indicación de Casa de Huéspedes y llamo tres veces al timbre sin obtener respuesta. Todas las persianas frontales están totalmente bajadas. Voy a un bar para preguntar y un chico me recomienda que vuelva donde Mari Carmen que, si no ella, su marido aparecerá en cualquier momento; me añade que su hermano está hospedado allí por 14 € y que, me asegura, tienen habitaciones disponibles. Lo que me recomendaba la chica de la barra era un hostal con habitación por 24 € pero, como es habitual en mí, elijo la opción más económica.

Cualquiera de las dos opciones habría estado bien pero, tras sacar foto a la iglesia de San Javier, retrocedo hacia la Casa de Huéspedes, donde obtengo el mismo resultado que a la venida. Acierto en  no quedándome a dormir en San Javier ya que, el aeropuerto de San Javier y la Academia General del Aire, objetivo final de la jornada, se encuentran en la costa, que también pertenece al mismo municipio, pero que allí recibe el nombre de Santiago de la Ribera.
Santiago de la Ribera. Hostal K-Hito. Academia General del Aire
Voy bajando hacia el mar por una gran avenida y no paro hasta llegar a la Academia. Me recibe el soldado que está encargado, hoy domingo, de vigilar y controlar la puerta de entrada. Le explico cual es mi objetivo y me parece bastante receptivo, sobre todo porque se muestra interesado por mi viaje que hoy tiene un tinte especial, ya que este intento de visita a la Academia General del Aire es un retorno al pasado, a mi niñez, a los traumas de mi niñez. En cuanto a mi deseo de recuperar datos históricos, lo ve bastante difícil ya que, la mayoría de las personas que me habrían podido atender, están de vacaciones. Le digo que lo que pretendo es la confirmación del accidente, fecha y datos del suceso, lo que dijo la prensa y demás información que me pudieran facilitar y pistas para poder hacer una búsqueda personal. Aunque él ya no estará, me dice que vuelva por la mañana y que lo explique de nuevo al que esté en la puerta. ¡A ver con qué éxito! Efectuada esta primera intentona, me preocupo de buscar pensión en Santiago de la Ribera. Mi búsqueda es también poco exitosa y me siento en la terraza de la Heladería Verdú para tomar un granizado de limón (3 €) y para festejar la llegada a este destino parcial, punto de inflexión en mi camino alrededor de la península, al que llego con una mezcla de amor y temor esperanzado, pido un gin-tonic al que añado una segunda tónica (5,70 €). Adecuada forma de cerrar mi 60ª etapa del camino del Sur, a las puertas de la provincia de Alicante. Me pongo a escribir, y son las 19:30 h cuando acabo. No he recibido llamada de Jose Martin y no sé el plan para mañana. Me gustaría disponer de mapa de Alicante, para el arranque de la siguiente provincia. ¡A ver si mañana lo consigo! Salgo al paseo marítimo, donde hay puestos de artesanía en la plaza más próxima a donde la Academia besa al mar. Pregunto a policía municipal por Caja-Mar, pues sólo me quedan cincuenta euros, sigo paseando y, al regreso, confirmo el lugar. Está en calle paralela a donde mañana echaré la bono-loto, la primitiva y donde compraré lotería y cerca de la pensión que antes no me han atendido y a la que regreso. Me piden 50 € y consigo una rebaja a 45 €. Cuando estoy en la negociación pasan unas chicas y los ojos del joven se obnubilan y se van tras sus hermosos panderos. No recuerdo lo que les dice y se olvida del negocio. Como 45 € me sigue pareciendo caro, más después de saber la oferta de San Javier, pero comprendiendo que no van a ser los mismos precios los del interior que los de la costa, decido volver a la puerta de la Academia, para preguntar y recibir orientación. Un matrimonio llama por móvil a sus hijos para preguntar a que misa van a ir. Paso por delante de la iglesia de Santiago, pero no entro porque en la puerta hay mucha gente, ya que la misa está a punto de empezar. ¡Me sorprende que todavía haya padres que se preocupen de que sus hijos vayan a misa! Como la costa es muy urbana, pregunto al encargado de puerta que, tan bien me ha atendido antes, si hay alguna posibilidad de dormir en la playa paralela al aeropuerto. Me dice que no, que tendría que retroceder once kilómetros si quiero dormir en playa menos urbana. La alternativa que me ofrece es una pensión que está enfrente.

Doy un paso al frente y,  al otro lado de la carretera, en el Hostal K-Hito hay cama para esta noche. El dueño atiende a una pareja a la que informa del precio de la habitación con media pensión. Cuando yo le pido una individual y precio, me dice: “22 €”. “Estupendo, una para mí”, le digo. Termina de atender a la pareja y me dice que va a preguntar si hay una libre para esta noche. Para dar un plus de interés al tema, le digo que vengo andando desde Portugal y, cuando regresa, me dice que sí la hay y que el precio es el dicho más 2 € si quiero con desayuno. Acepto el precio de 24 €. Dan desayunos de 9:00 a 10:00 h. Subo a la habitación, que es suficiente para mis exigencias, me instalo, vacío la mochila grande, le quito toda la arena que se iba acumulando en el fondo, lavo la ropa que llevo puesta y la tiendo a secar, me ducho y me doy Aloe-Vera para ir a dar una vuelta. Dejo puesto el aire acondicionado para que la habitación esté fresquita  y la apagaré al regresar. Pago la cuenta y me devuelven el carnet de identidad. Mañana me darán la factura. Salgo a agradecer al encargado de puerta de la AGA y le digo que tengo habitación enfrente que, después de tanta búsqueda infructuosa, la he conseguido en el mejor sitio para mis planes de mañana. Me dice que mañana puedo ir a partir de las 8:30 h, que es cuando se abren las puertas para las visitas.

Atardecer en Santiago de la Ribera
Vuelvo al paseo donde estaban los tenderetes de artesanía; me tienta un puesto árabe que ofrece pastelitos dulzones y té, pero me da miedo que hoy, teniendo cama, tras tantos días de dormir al aire libre, la teína me mantenga los ojos como platos, y decido abstenerme. En otro puesto ofrecen bizcochos variados, pero temo que me den un trozo demasiado grande y tampoco me animo. En la pensión he comido el briñón y el plátano que me quedaban y me han sabido a gloria. Me gustan las cosas de artesanía que veo y las disfruto más porque no tengo intención de comprar nada. Compro un helado de 2 € de limón y turrón y lo voy degustando y relamiendo por el paseo marítimo. Cuando se acaban paseo y helado, tiro el cucurucho de papel y la cucharilla de plástico a una papelera y regreso a la pensión K-Hito. Este nombre me recuerda a un buen amigo de mi padre, un hombrachón, al que en el pueblo llamábamos Caíto, diminutivo de Ricardito. Solía ir con mi padre a cazar y, cuando nos vemos, siempre demuestra  que guarda buenos recuerdos de él y de lo que disfrutaban en el monte y con la caza. Yo he heredado de mi padre este gusto por caminar, pero no su afición ni a la caza ni a la pesca. En cuanto llego, apago el aire acondicionado, pues la habitación ya está suficientemente fresquita, bajo persianas y cierro las ventanas, y me desnudo y tapo la tripita con la sabanita. Espero mañana no olvidar destender la ropa tendida a secar. Duermo muy bien. Antes, cuando me iba a duchar, he oído el lloro de algún niño o niña; lloraba con persistencia y me había temido lo peor. Ahora no se oye nada pero, por precaución, dejo cerrada la puerta del baño para, dado el caso, oír menos. Felices sueños.

Como resumen del día, si bien el paisaje no ha sido algo destacable, al menos la charla matutina con los jóvenes de las guitarras y su oferta líquida en cuencos de melón, en Los Nietos, el encuentro con Víctor, su amigo y su melón (seguimos con melones), en Los Alcázares, las informaciones del soldado de puerta de la Academia General del Aire y el colofón en K-Hito, en Santiago de la Ribera, han merecido la pena. Quizás también la belleza de algunas medusas que me ha deparado la orilla interior del Mar Menor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario