viernes, 13 de abril de 2012

Etapa 58 (174) Portman-Cabo de Palos

Etapa 58 (174) 15 de agosto de 2008, viernes (La Virgen).
Portman-Los Belones-Calblanque-Cala Reona (Cabo de Palos).

Despertar con diarrea
Cuando me despierto embadurnado en las arenas grises de la playa de Portman, a las siete, hay un pescador pescando. Salgo rápido del saco porque no puedo detener la diarrea que, por suerte, no ha manchado nada de su interior. Corro y, sin llegar a la orilla, allí me vacío. Todo filtrará al mar cuando llegue al nivel freático; de momento, me contento con cubrirlo para que nadie se manche. No me va a quedar más remedio que tomar Fortasec; menos mal que todavía me quedan cápsulas de las que me recetaron en el centro de salud de Navia, de mi cagalera asturiana de 2006.

Aunque la entrada al mar es de arena, en el fondo hay piedras y como no quiero dañarme más los pies, me tumbo muy superficialmente para quitarme, al menos, la arena con la  que durante la noche el viento me ha embadurnado. Me quito la arena tanto del cuerpo como de la cabeza. Me seco con la toalla, me la ajusto a la cintura, saludo al pescador que, como es poco receptivo, me lleva a desistir e ir a mi sitio, recoger mi saco sacudiéndolo para desprender la arena oscura y salir vestido con las mochilas hacia el curioso puertecillo de Portman. Antes me echo las gotas del colirio en el ojo. Aunque no hace frío, se nota mucha humedad en el ambiente. Para reponer líquidos, bebo traguitos de agua.

Playa y Puerto de Portman
Con todo recogido, a las 7:30 h, salgo por la orilla hacia el puerto de Portman. Más adelante veo un grupo de pescadores que ha pasado la noche, con el coche, en la playa. Me dicen que vaya por el camino que ellos vinieron ayer, pero veo a la Guardia Civil por encima del puerto e intuyo que, hasta allí, podré subir por escalera. Acierto, y ya arriba con los guardias civiles, tengo una inmejorable visión del puerto, de su bocana al mar y de la playa en que he dormido, que ya va quedando a lo lejos. Los guardias se sorprenden con mi viaje. “¿Solo?”, me preguntan. Y les respondo que también me puedo morir solo en casa y pudiendo pasar días sin que se entere nadie. El puerto me parece, cuando menos, curioso; es muy natural y, como sale por la playa, supongo que, a menudo, lo tendrán que dragar para que puedan entrar y salir los barcos, y tener muy en cuenta la pleamar y la bajamar. Saco foto cuando un barco arranca hacia la bocana del puerto con intención de atravesar el estrecho brazo de mar. Tras dar un paseo por el puerto, cojo camino hacia Calblanque pero, nada más llegar al pinar, descargo las mochilas, me quito rápidamente pantalón y calzoncillo y, yo que me creía ya vacío, vuelvo a completar mi deposición. Menos mal que todavía me queda papel para limpiarme el trasero.  

Calzada romana y campos de golf
Ya prácticamente sin carga interior, voy más ligero pero, también, sin las reservas necesarias para abordar esta jornada que terminará en Cala Rejona, casi ya en el cabo de Palos. El camino se me acaba y debo salir a la carretera. El espacio que va quedando hacia el mar corresponde a parque natural de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila. En la carretera encuentro un cartel indicador: Los Belones; una población que ya estará próxima a la Manga del Mar Menor. También, pronto, empezarán a aparecer los primeros y controvertidos campos de golf. Veo de pasada el GR-82 y el indicador de Calzada Romana y retrocedo para sacar foto. Me cruzo con muchos ciclistas en ambas direcciones y con un chico que va con dos perruchos y que me dará muy útiles indicaciones.



Los campos de golf se expanden a ambos lados de la carretera y ocupan amplias extensiones de terreno. Saco dos fotos para el recuerdo, me viene a la mente la polémica sobre el transvase del agua del Ebro y me pregunto, “¿por qué construyen campos de golf en un terreno en que escasea el agua?”, más sabiendo que estos campos necesitan mucha para mantener el “green” verde. Una cosa es pedir agua para Murcia y sus habitantes, y otra es pedirla para regar campos de golf, para disfrute de ingleses y de acaudalados patrios, que se vuelven menos patrios cuando se evaden, para no pagar sus impuestos, o esconden sus dineros en cuentas ocultas de Suiza.

Alguno de estos campos de golf, o todos, se construyeron con técnicos y operarios extranjeros y sus responsables, profesores, cadis y personal de hotel traídos de su país, Reino Unido, y prometieron poner depuradora para reciclar el agua para riego y, después de llevar un tiempo funcionando, todavía no lo han hecho. Ésta es la información que he ido recogiendo de algunos murcianos quejosos de sus gobernantes que permiten tanto atropello. Jose Martin me ha dicho que el “ico” de los murcianos proviene de los mañicos que repoblaron estas tierras murcianas, no sé en qué años, y me resulta curioso que, los descendientes de aquellos, quieran traerse también su agua mañica.

Los Belones: bebiendo y vaciando el estómago en El Zorro
Continúo la carretera y, entre cipreses, empiezo a ver los rascacielos de La Manga a lo lejos. Me vienen imágenes de mi paso por aquí cuando hice el recorrido en autobús Alicante-Cartagena, para visitar El Portús. Paso por debajo de la utopista (o autovía) y llego a Los Belones. En El Zorro, tomo dos tónicas con limón exprimido (1,40+1,40=2,80€), compro una botella de litro y ½ de agua para pasar el día (1,30 €) y lleno la botella de repuesto. He hecho mi tercera deposición y me limpio como puedo, ya que se ha ido la luz. Es lo que tienen estos artilugios de encendido y apagado automático que te detectan cuando quieren y, a pesar de que entro y salgo por la puerta con el culete al aire, no hay forma de que la luz se vuelva a encender. Otras veces ha bastado con hacer alguna pantomima para que se encienda y menos mal que no hay nadie más que el menda viendo esas tonterías; pero hoy no hay forma de que la luz vuelva. Con tanta diarrea, mi intención es llegar al parque natural de Calblanque cuanto antes y pasar allí un día tranquilo, con sol y baños, y sin comer nada.

Buscando Calblanque: “Don Mati”, Niki e Información
Un señor muy amable, que me recuerda a “Don Mati”, no recuerdo el nombre del actor ya fallecido, me dice cómo llegar a la fuente y, aunque ya llevo el agua suficiente, me gustaría pasar por allí. Doblo  Caja-Murcia y sigo la calle hasta el puente sobre la autovía (o autopista) y, ante la posibilidad de ir por carretera paralela a ella, sigo por la avenida de la Fuente que, finalmente, encuentro. Antes de llegar al grifo, me acerco a un cartel en el que pone: “Vía Pecuaria” y encuentro a Niki, una chica inglesa de ojos clarísimos con una chispita oscura gatuna, de pelito corto, que acaba de llegar de Bangkok y, tras pasar cuatro días en Galicia, ahora aquí no le han dejado montar tienda y tiene todas sus pertenencias desparramadas por el suelo. Con el poco inglés que yo sé y lo nada de castellano que Niki sabe, la comunicación resulta dificultosa y nos despedimos deseándonos suerte. Un chico con mochila que no viene de ninguna parte, bueno, viene de su coche, que acaba de aparcar y que, como sabe inglés, le oriento hacia Niki. Me dice que no coja el camino ascendente, pues me llevaría a la cima y que coja el lateral que me llevará a Calblanque, que es el nombre abreviado por el que se conoce todo el parque regional. A pesar de las instrucciones, el camino me lleva hacia arriba y regreso a otro que, ya reducido a senda, me volverá de nuevo al camino, donde ya aparecen coches que levantan polvo y que no respetan la velocidad de 30 km/hora recomendada. ¡Los odio! Y yo con mi colirio. Son más los prepotentes que los prudentes que lo respetan. Trato de ponerme del lado en que sopla el viento para que el polvo no vaya a mis dañados ojos, pero el viento es cambiante y no siempre consigo evitarlo. Por fin, llego a Información y, una chica a la que explico, me hace un recorrido por el pequeño mapa, una salida por camino que me reconducirá por una rambla, que por tener el terreno irregular los coches se abstienen de pasar y que, bordeando la salina, podré llegar a la cala nudista que busco, retrocediendo hacia el sur. La primera parte es de pista de cemento y esta pista me despista. Luego ya en la rambla, compruebo que las previsiones de la chica de información se incumplen ya que, aunque no a velocidad, puesto que el terreno es impracticable, también bajan coches que parecen alquilados, puesto que a uno propio ¿quién es el despreocupado que somete a su coche? Pues sí, a estos no les importa. Al primer coche que llega por detrás le hago frenar y me aparto para que pase con prudencia. Los siguientes ya no me sorprenden.

Por fin llego a la costa. Los socorristas me dicen que debiera haber preguntado en Información por Playa Larga, en lugar del genérico Calblanque, que es donde, más al sur, se practica nudismo. Caminando hacia Playa Larga, llego a una zona de roca amable semiplana y fácil para pasear. Tres personas mayores se bañan en una pequeña playita y paso a la del oeste que luego sabré que es Playa Larga. En la orilla hay muchísimas avispas. Una joven fotografía un cangrejo que tiene acorralado en un recinto de arena, especie de aprisco, adornado con conchas y algunos otros elementos marinos. Ando un rato en dirección sur y no veo ni muestra de nudismo.

Siempre me quedará la duda de que, si hubiera seguido caminando más, habría encontrado la zona que me han dicho los socorristas pero, desisto y vuelvo hacia el norte. Paso por la playita donde antes se bañaban adultos y continúo por las rocas fáciles para andar descalzo. La zona es muy apetecible, pues posee unos fondos marinos cristalinos, con olitas suaves, pero no es lugar para pasar toda la tarde. Hay algún tramo especialmente atractivo, con grandes escalones labrados en roca y que, en sus huecos tiene incluso arena acumulada, como si fueran bancales o terrazas de arena. También podrían ser escalones huecos donde se depositaría el agua y, al evaporarse, fueran un complemento de las salinas que están hacia el interior. También este lugar es bonito, pero no me quedo en él. Un hombre desnudo toma el sol; no levanta la cabeza al paso de la gente, que somos cuatro gatos, y hace como los niños que se tapan la cara y, como no ven, creen que no les vemos.

Después de pasar las salinas, cuyo lago veo de lejos, llego a una playa y los socorristas me dicen que intente hacer nudismo más adelante. Ya por esta zona hay menos avispas. Uno de los socorristas no se cree que vengo andando desde Portugal y no pongo ningún empeño en convencerle. Al final, parece que se lo cree y me dice que, si alguien protesta porque le molesta verme desnudo, que vaya a decírselo a ellos. Me resulta curiosa esta actitud. En Maro tanto problema y aquí, con permiso para desnudarme por la máxima autoridad de la playa, los socorristas.

Calblanque son tres playas
Las playas que tienen ese nombre son tres: grande, pequeña y mediana. Ni en la grande, ni en la pequeña, hay muestra alguna de nudismo, pero cuando paso por rocas a la mediana y encuentro pescando a un padre de Jávea, con bañador, y a su hija pequeña, Lucía, desnuda, y que dice: “La que pesca es Lucía; y ¿quién va a cenar pescaditos esta noche? Lucía. Ricos pescaditos”, y me enseña un cubito con una docena, de lo que llamamos pantxitos y muxarritas, realmente apetecibles. Y más para mí que llevo la jornada sin meter nada sólido al coleto. Bueno, cuando llego a esta playa mediana, encuentro a un chico gordito desnudo que está con su mujer en braga. Ambos son potolitos y de cara muy agradable, lo que me da pie para decirles que me pongo cerca para estar más protegido, por si alguien protesta. Como no tienen inconveniente alguno, me coloco a prudente distancia, pero no tan alejado como para no poder mantener una conversación; quizás, el sonido del romper de las olas, a veces, lo dificulta. Descargo las mochilas, me desnudo y me doy un baño. Siento el agua más fría que los días pasados, y pienso que quizás sea debido a que no estoy muy saludable, debilitado por la diarrea y no haber comido. La pareja me dice que, con viento de levante, aquí el agua está más fría. En el sur era el de poniente el que la enfriaba. Parece que la explicación es que, el viento de poniente aquí es más caliente, porque viene ya calentado al pasar por la tierra. Les cuento algo de mi viaje, mientras ellos se toman unas cervecitas en copa y sobre mesita. En otras circunstancias creo que habríamos hecho amistad, pero hoy no tengo el día apropiado. Son de Murcia y, normalmente, hacen nudismo allí, donde están, pero a veces, los domingueros, convierten en textiles playas que habitualmente son nudistas. Menos mal que hoy es viernes.

Dibujando al Principito
A pesar de que había decidido no dibujar figura humana, me pongo a dibujar al pescador de Jávea y a Lucía. Cuando lo termino, observo que él también se quita el bañador y así veo más natural que padre e hija estén desnudos. Además de la niña, ya somos tres. Y como decíamos en algún tiempo: “Ya solo falta el Alavés”, haciendo alusión a los equipos de futbol vascos que estábamos en primera: Athletic, Osasuna y Real Sociedad. Al final de la jornada, llegarán a coger más de treinta pececillos. ¡Qué suculenta cena! El pescador de Jávea alterna dos tipos de pesca: Cuando viene con la mujer, mientras ella toma el sol, él pesca pececillos con su hija de cuatro años, Lucía. Cuando va con amigos va a pescar peces grandes. Observo que lo hace con mucha habilidad y buen conocimiento del medio. Llega otro pescador de edad similar a él con su hijo de 6-7 años y una caña. Este padre es inexperto y, al arrimo del otro, se atreve a hacer sus primeros pinitos en el arte de la pesca. Ha comprado una caña dudosamente buena, pero el carrete tiene una pita malísima que, sólo con el peso del plomo al lanzarla, ya se rompe. Dispone de otra pita y, el buen pescador, le dará las instrucciones para colocarla en el carrete, tras decirle que esa pita sí que es buena y resistente; “de 0,4 mm.” creo que le dice. Me acerco y charlamos un poco. Al decirle: navarro de Irun, me dice que tiene amigos en Pamplona que son, al menos uno, muy divertidos. Hablamos de la crisis, de la política antiterrorista, de la aprobación en el Congreso de la eliminación del impuesto sobre el Patrimonio. Todos los grupos parlamentarios están de acuerdo porque todos, casi un 70%, tienen bienes patrimoniales importantes. ¿Les cuadrarán luego las cuentas? No sé si coincidimos o no en algo de lo que hablamos pero, cuando le digo que yo pelearía más por lograr un cambio en los valores, parece que coincidimos más. Con todo, mi flojera, no me permite estar muy peleón. El pescador de Jávea, tenía un buen puesto en una empresa pero, como es emprendedor se ha montado con otro una empresa de publicidad y hoy es el día en que tienen cincuenta empleados. No sé si había hecho Empresariales o era economista pero dice que, aún ganando menos y peleando más, ahora hace un trabajo creativo que le satisface. Durante el período que lleva en la empresa que han creado, dice, han pasado más de doscientas personas y se han ido quedando con los que creen son los mejores y pueden considerar meritorio que, en las circunstancias actuales, en que la coyuntura económica empieza a ser menos favorable, mantienen todos los puestos de trabajo aunque, a veces, las condiciones no sean las mejores y que algunos años no ganen ni doscientos mil euros. Está empeñado en educar bien a Lucía y le hace propuestas, como esta de pescar con caña, para que participe y vaya cogiendo responsabilidades: sus peces, sus cosas, a la hora de recoger lo que queda en la roca, etcétera. Mirando el dibujo que he hecho, Lucía me recuerda a los dibujos de El Principito, de Antoine de Saint-Exupery.

Atardecer en Calblanque
Se van al atardecer y al verme buscar sitio para dormir en la roca que pescaban, me dice él que no me lo recomienda ya que, al romper la ola frontalmente, me va a salpicar y humedecer el saco. Me recomienda volver hacia el sur, a una duna protegida del mar por roca alta. Se van deseándome buena continuación de viaje. El nudista gordito y su mujer, hace tiempo que se han ido. Recojo todas mis cosas y, sin ponerme el calzoncillo, retrocedo donde me ha dicho el de Jávea. En la playa intermedia también hay ahora otro chico desnudo. Los socorristas ya se han ido y hacia la duna me dirijo. Quiero dormir en la arena fina, pero las plantas atraen saltamontes voladores, hay muchos escarabajos y, cuando estoy decidiendo quedarme en un lugar plano, me doy cuenta que tengo dos mosquitos picones gorditos, uno en cada brazo y otro en la pierna. Los mato y me voy a toda velocidad. Es lógico que los haya; estoy muy cerca de las salinas, con un agua estancada ideal para ellos. Así que me pongo en marcha hacia la playa en que he estado y con intención de llegar a Cala Reona que, según mi lista, es la siguiente nudista, antes de llegar a Cabo de Palos y antes de salir del parque natural. 
Noche troglodita en Cala Reona
El paseo al atardecer es precioso. Está muy bien indicado. No tiene pérdida. Me aseguro con un grupo que no viene de tan lejos. Más tarde me cruzo con dos parejas que vienen desde Palos y me dicen que Cala Reona es la última y que por allí se sale del parque, sin necesidad de retroceder. El primero, con quien hablo, me pregunta si en cala Reona busco hotel y ya la pregunta me enciende todas las alarmas. No concibo cala nudista con hotel. Luego me dirá que en la playa no hay hotel.

Es un chico con dificultades en la expresión hablada, como si tuviese algún tartamudeo, pero que pone mucho interés en saber cómo es mi viaje. Los cuatro me desean feliz colofón y yo les recomiendo que se queden antes de Calblanque, por los mosquitos. Me agradecen la información. El descanso durante la tarde, aunque sin haber comido, ha hecho que mejore mi ánimo; estoy más receptivo, más intuitivo y vivo. Empiezo a ver casas y el faro de cabo de Palos y me empiezo a temer lo peor, que voy a salir del parque sin que aparezca la deseada cala Reona. Cuando llego a la última vuelta y, desde arriba, veo cala Reona, se me cae el alma a los pies. Esta cala ya es muy urbana. Quizás la zona que da al parque sea nudista, pero el resto no aunque, bien mirado, ya casi de noche, no tengo intención ni de hacer nudismo, ni de bañarme. Lo peor de ser cala urbana, es que tiene chiringuito. Arriba todavía me encuentro con Paloma y Pablo. Ella es gaditana y le encantan las playas de su costa. Corroboro su buen gusto, aunque también me gustan mucho las del Cabo de Gata. Van con perro que se les ha despistado y no lo ven. Les cuento lo que hago y ellos dicen que también hicieron en un tiempo buenos paseos a pie. Les gusta pasear, como hacen ahora, y consideran que nada tienen que ver aquellas caminatas con los viajes que ahora hacen en coche, aunque también se muevan a pie de aquí para allá, desde los sitios a donde llegan. Inicio la bajada, pensando en el lugar mejor para dormir, pero la decisión que voy tomando irá sufriendo alteraciones y no la cumpliré. Cuando bajo al chiringuito se oye musiquita y veo poca pinta de que la vayan a silenciar pronto. Aprovecharán que ya se ha iniciado el fin de semana para hacer el máximo de negocio. Aparcan varios coches. Cuatro chicos con tienda y toldo, que llegaron ayer, creen que no habrá juerga como la noche anterior. No me anima quedarme al final de la playa, porque los coches aparcan encima. Sigo caminando por la roca del acantilado y me da el primer haz de luz del faro del cabo de Palos. Visto en la oscuridad me parece una birria, pero mañana lo veré mejor y tendré más elementos de juicio. Bordeo rocas amables por camino plano, y observo sus surcos y recovecos y me asomo a una especie de cueva que se forma en el subsuelo, entre el mar y el paseo, que me resulta particularmente atractiva. Está muy cerca de las casas y algún coche puede pasar por el camino pero, al estar debajo, permanece muy oculto. Por si acaso me acerco a una zona de arena en la playa próxima, pero retrocedo y bajo al subsuelo. Dos pescadores regresan de las rocas donde han estado pescando, pero se detienen a medio camino. Sin verlo claro, intuyo por dónde van a entrar al camino y, por ahí, bajo yo y me meto en una especie de cueva que se ha formado por la erosión del mar y del viento en piedra arenisca.

Elijo el lugar más erosionado, donde hay más arena, para extender el saco y, como tiene pequeña inclinación, coloco las mochilas en la parte más baja. Está tan justo el espacio que, cada vez que me muevo o giro, lo tengo que hacer con todos los sentidos y, después, encajar los pequeños detalles. La luna está llena y desde la cueva de trogloditas la fotografío. Me acompañará casi toda la noche desde el mar. Antes de meterme en el saco he orinado y, ahora, me echo el colirio y me doy masaje de Aloe-Vera en los pies. Muy bien mi primer día con las sandalias nuevas. Tuve que cortar las pitas de las etiquetas con los dientes. No coincide la tira de atrás con la herida que me hice con las compradas en Guadarranque, ¿o era Guadalcorte?

El día ha sido pobre en encuentros importantes, aunque muchos de ellos han sido útiles. Al tener mal el estómago y no comer me temía peor caminada, pero mis fuerzas me han respondido bien. Me ha gustado el puerto de Portman y el tiempo que he pasado en Calblanque. El dibujito ha sido algo minimalista. La conversación más interesante ha sido con el pescador de Jávea que pescaba con Lucía, mi pequeño príncipe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario