jueves, 12 de abril de 2012

Etapa 22 (138) Guadarranque-Torre Nueva

Etapa 22 (138) 10 de julio de 2008, jueves.
Guadarranque-Carteia-La Línea de la Concepción-Gibraltar-La Línea de la Concepción-Torre Nueva.

Mañanita en Guadarranque
La noche ha mostrado un desequilibrio de frío y calor; si me tapo, sudo y si me descubro, me expongo a los mosquitos, por la salida al mar del río Guadarranque. El calor que siento, debido al lugar, es un calor tropical. Oigo durante toda la noche ruidos de motor, probablemente, algún pequeño generador del equipo eléctrico del bar, o el motor del frigorífico o vaya usted a saber qué. Manuel me dice que puede ser de las autocaravanas. De mañana las que sonarán son las sirenas de los barcos: túuuuuu, túuuuuu. También empieza temprano el tractor que rastrilla la playa (ayer ya comprobé sus huellas). Me despierto a las 6:45 h y para las siete ya he salido a orinar a la calle. Disimularé la huella. He salido desnudo, algo precipitadamente, y ahora me visto y dejo todo recogido. Salgo a la pasarela y saco foto del tractor, con gaviotas y un corredor matutino por la orilla. El día está muy neblinoso, no se ve con nitidez; tengo que hacer tiempo para que se disipe la niebla y no tener demasiado frío y poderme poner a dibujar. 

Me siento en el bordillo del frente del chiringuito y elijo dibujarlo como una muestra de agradecimiento al cobijo. Cuando le ofrezca a Manuel mandarle una copia o hacerle una réplica del dibujo, para que lo tenga, veo que no muestra ningún interés; pretendía que fuera una muestra de mi agradecimiento, de corresponder a su permiso para alojarme en su chiringuito pero, si no muestra interés, no se lo voy a mandar para que lo tire. Me dice que no se lo mande. Mientras dibujo, no estoy especialmente cómodo en el bordillo, así que me vuelvo al chiringuito, saco una silla y lo dibujo sentado. 
 
Durante el tiempo que estaré enfrascado en la tarea, el chiringuito empieza a cobrar vida. Manuel me ve dibujando y me saca un café de sobre y me lo trae a la silla (confío en que la cafeína no me ponga nervioso). Me he permitido varias licencias pero me gusta el resultado final; el tema no era muy apetecible pero, derivado de que ha sido un lugar entrañable, diferente a otros lugares donde había dormido hasta ahora, pero esa parte afectiva ha podido influir en mi gusto por él. ¿Aflora así mi gratitud? Llegan dos clientes ingleses, uno de New Castel, y toman cerveza; veo cómo pide la segunda; así se comprende su barrigón; el otro pide té con leche. Les digo: "My sister and my brother in low live im London, Chiswick" Pasan del bar a la terraza y, al rato, se van. 
 
Otro cliente en el bar habla con Manuel y, mientras escribo, pasan las dos pelirrojas con pelo rizado teñido y bastante mayores que ayer estaban sentadas al final de la playa, a la solana, recibiendo los últimos rayos del días del sol a poniente. Hoy van con su silla blanca (similares a las de la terraza), no plegables, a sentarse a la orilla del mar. El gran esfuerzo de recorrer toda la playa hasta donde les vi ayer, me dirán que lo harán a la tarde.

Abro la lata de sardinas y pido a Manuel una cerveza; me saca un botellín Cruz Campo, y me cobra un euro. Le digo, "¿y el café?" y me dice que ha sido un regalo. Sobre las diez ha aparecido Tovita y la saludo cuando voy al servicio. Ella se lava en el lavabo general. Ayer me dijo que era evangélica. Le enseño el dibujo, me despido de ella con un beso y agradezco la hospitalidad; también me despido de Manuel y de los que están en el bar y me voy con las mochilas a otra parte.


Ruinas romanas de Carteia
El lugar está bastante cercano, aunque tengo que salir a la carretera. Cuando llego, Chano está desayunando, así que esperaré diez minutos a que termine. Si no viene nadie, haré solo con él la visita. Hablo con la mujer de la limpieza quien, de tanto oír, ya sabe mucho de historia y arqueología. Termina Chano su desayuno y vamos al tema. Mientras nos desplazamos a los lugares a visitar, en vez de iniciar Chano con algo de historia, le voy contando mi viaje, el objetivo, mi filosofía y valores, etcétera, ya que estamos los dos solos y me puedo permitir el lujo y no ser el acaparador del guía, como suele ocurrir en algunas visitas guiadas. 
 
Pero, en cuanto llegamos a la explanada, Chano cambia el “chip” y habla de Roma y Cartago. Todas las raíces “car” son indicadores de ciudad-pueblo: Carteia, Cartagena, Cartago. Chano es más historiador que arqueólogo, por eso me contará más historia que otra cosa. El primer lugar en el que paramos, están la Puertas de la Ciudad, donde los muros de arenisca tienen un bastante bien definido almohadillado. Después nos situamos frente al templo, desde donde se ve, por la estructura, que eran monoteístas; conmemoraban a un solo Dios. Delante hay tumbas visigóticas que, aprovechando piedras del templo, construyeron edificios que son, ¡claro!, de época posterior, de tiempos de Justiniano y Teodosia. La pena es que no se conservan mosáicos “¿serían tan magníficos que los de Rávena?, me pregunto. 

Cuando los cartagineses perdieron las guerras púnicas, hubo escisión en Carteia, porque algunos eran partidarios de negociar con Hispalis. Cesar Augusto fue un dictador que se rebeló contra la República… Y así vamos repasando la historia. Con motivo de esta escisión, se castigó a la ciudad; prueba de ello es que, en un lugar sagrado de la ciudad, se construyó el gran comercio. (Me viene a la cabeza, ahora que escribo en el blog en 2012, la Iglesa del Iesu, en Riberas de Loyola, con los bajos que explota el hipermercado Super-Amara. Era algo importante entonces, en la ciudad de Carteia, delimitar lo sagrado de lo profano y, esta actitud supuso una profanación. 
 
 Me siento como un puer-pueri recibiendo la lección de su maestro, que no el pedagogo, ya que este último se limitaba a acompañar a los niños y no tenía funciones didácticas. Voy feliz. Pasamos a la parte de atrás y vemos una piscina; al principio se pensó que era para realizar los bautismos de los primeros cristianos pero, luego, se demostró que no, aunque no se supiera a ciencia cierta cual era su función. También podría ser un depósito de grano o de aceite (?). Vemos letrinas como para veinte personas. ¡Qué gusto poder conversar mientras se cagaba! ¡Qué muestra tan sana de impudor! Al principio se construía en arenisca pero, más adelante, se empezó a utilizar una piedra propia del lugar, la Ostionera, que es una piedra sedimentaria con incrustaciones de conchas marinas, donde la vieira es muy visible, y que se llama “caliza fosilífera”. Visitamos otra parte de la ciudad, donde está el Gimnasio y los Baños, al lado de una piscina al aire libre y, encima, el Caldarium, el Lepidarium y el Frigidarium y, abajo, se ve una muestra del sistema de conducción de aguas, de lo que los romanos eran expertos. Llevamos ya una hora y considero suficiente para una aproximación a Carteia. Volvemos a la oficina y me intereso nada más que por las postales y compro ocho y me cuesta 4,80 € y respondo a la encuesta. 

 Otro problema, ya actual, ¿autovía sí, autovía no? Como no está nada claro si conviene o no, no estampo mi firma en la petición. Tanto Chano, por tener alumno atento, como yo, por disfrutar de tan buen maestro, acabamos agradecidos del paseo dado con espíritu romano fraterno. Cambio el agua caliente cogida en el chiringuito, por la fresquita que el grifo de Carteia me ofrece y que se me acabará en La Línea de la Concepción, y salgo por la carretera que pasa sobre la playa de ayer y, llegando al cruce de los puentes de tuberías, bajo a la playa, en el momento en que por la orilla pasan tres hombres que me dirán: “puedes ir bien hasta Puente Mayorga”.

Hacia Puente Mayorga. Agacharse y volverse a agachar
Me descalzo, agradezco la información y me despido de ellos. Van en dirección contraria, ¡lástima! Luego pasará otro hombre y cuando ya está a prudente distancia, me desnudo y me doy un baño. El agua no está muy limpia; demasiados barcos enormes por la zona pero, al menos, está fresquita y apetecible; me sienta bien, rebién, requetebién. El panorama por la orilla es tranquilo, estoy yo solo, y los únicos que me pueden ver de lejos son los que pasan por la carretera que, con la velocidad que van, ni se enteran, ni me preocupa. Del otro lado del puente de los tubos, viene un chico recogiendo porquería; casi todo lo que recoge es poli-span  y, para cuando llega, ya me he secado y vestido. Está contratado por el Ayuntamiento de San Roque y ya lleva varios años trabajando para ellos y, aunque es joven, me sorprende que lleve en las orejas dos aros iguales con colores en la gama rojo-naranja y, en la oreja izquierda una especie de diamante y, sobre el aro, un colgantito. Le digo que, a pesar de tener cara varonil, los pendientes le feminizan. Me dice que se los quitará. Como está continuamente agachándose y enderezándose, hablamos de riñones y de lumbago y llegamos a la conclusión de que su ejercicio es una buena terapia.

En Puente Mayorga, Juan y una gallega
Como su nombre lo indica, al llegar a Puente Mayorga, es preciso pasar un puente, aunque no el romano, donde empiezo a hablar con Juan que, lo primero que me dice es que es viudo desde hace once años, pero se ha vuelto a casar y, aunque la actual es una mujer muy buena, se lamenta de “¡las dificultades para aceptar al otro como es!” Me dice que acaban de terminar de meter unos tubos por debajo de la arena de la playa, dos en una dirección y otro en la contraria y por eso la arena que han puesto encima todavía no está asentada. Voy a ver el puente que da nombre al pueblo, pero no me parece romano o, si lo es, me parece muy mal reconstruido y, parar colmo, le han plantado por delante una pasarela sin ningún encanto, afeando más, si cabe, el poco bonito que pudiera tener. Sigo con Juan; me dice que era guardia civil y su nueva mujer recibió en herencia una casa en Puente Mayorga. Se para a hablar con otro hombre, así que me despido y sigo playa adelante. Paso a otras dos mujeres que, por el acento, les digo “sois del norte o, al menos, de por encima de Madrid” y una me responde que es gallega, de Lugo, que lleva muchos años viviendo en Castro Urdiales y también unos cuantos en Puente Mayorga pero, que a pesar de que el tiempo pase, ella no pierde el acento gallego. Aunque sus hijos casados y sus nietos viven aquí con ella, acabamos hablando de morriña y de saudade.
 


Campamento, cuna del polo en europa
Poco antes de terminarse la playa, paso al paseo marítimo. Un hombre me dice que primero tire a la izquierda y, tras andar un rato, a la derecha y que, por allí, llegaré a un paseo que me llevará a Campamento y, después a La Línea de la Concepción (Casi todos dicen La Línea). Llego a Campamento y saco una foto de una escultura clásica, de las que no me gustan, pero ésta, al menos, tiene movimiento, pues representa a un jinete a caballo jugando al polo y con la siguiente leyenda: “A Campamento cuna del juego del polo en Europa. San Roque. 2006”.  Vengo del trópico y me encuentro con el polo.


 

La Línea. Camino de Gribraltar
Un paseo marítimo azotado por el mar con un grueso muro abierto por trechos que permite que el embaldosado se moje. Está protegido por rocas que, al tener un fondo muy límpido, invitan al baño. Hay un grupo de chavales en bañador, con otros dos con neopreno que han estado pescando con fusil. Dicen que han pescado algo, pero no veo la pesca capturada. Sigo adelante y termino de comerme el resto de salchichón revenido y lo que queda del chusco militar, por si me los confiscan en la aduana gibraltareña (morena). Será como aperitivo para luego comer en La Línea.

Comiendo en La Línea, se guarda la línea (del refranero particular). Acierto preguntando a un señor que me manda a la siguiente rotonda, hacia el sur-este; allí encuentro el Mesón Venta “El Oro”. A este hombre le había visto ayer, creo que fue al salir de Decathlon hacia el Guadarranque. Antes de entrar a comer, me encuentro con una pareja gallega; son de Vigo y voy con ellos hasta el Ayuntamiento; les cuento mi comida de lentejas en el comedor de la esperanza de Vigo, que ya conté en mi viajedejavi.blogspot.com de 2006. En el Ayuntamiento me ponen el sello, con su castillete coronado, en escudo coronado. Al salir saco foto del Ayuntamiento con la imagen de la virgen de Inmaculada Concepción, que está en la entrada en zona ajardinada, recibiendo a los visitantes que, generalmente son ciudadanos que vienen a arreglar cuentas con la administración local. Cada cual, en su ciudad, se relaciona con sus ediles con estilo propio. En Irun tenemos el SAC, servicio de atención a la ciudadanía (antes decía “al ciudadano”, pero de esta forma se resuelve el género y evitamos duplicar “ciudadano/ciudadana” o la aberrante “ciudadan@”), donde están concentrados casi todos los servicios de todas las áreas. 
 
Allí informan de casi todo, se cogen citas, se presentan solicitudes, etcétera. Es un servicio presencial, pero también se pueden hacer algunas gestiones por teléfono. Me voy del Ayuntamiento hacia “El Oro”, en cuyo restaurante ofertan menú por 8,50 € que será algo más porque tomaré café; parece que la jarra de cerveza también entra en el menú. Una pareja come y a él le ha caído una mancha en la camisa de seda rosa y en el pantalón corto beige. Se limpia. Su mujer me comenta que a su marido le da mucha rabia mancharse. No recuerdo lo que como, pago 9,50 € y me quedo solo, escribiendo, hasta las 15:45 h, recojo, cojo agua y me voy hacia el Reino Unido que, aquí está bien protegido y separado por buena verja y control aduanero. Pero antes, tras hacer uso del servicio, salgo hacia la Biblioteca con intención de encontrar Internet gratuito. La Biblioteca está en edificios aledaños al Ayuntamiento. Al ir hacia allí, veo un teléfono público y, como no sé dónde dormiré esta noche, llamo a mi hija Vera. Se pone mi yerno Mikel y me la pasa. Gari protesta por las noches pero va a continuar dándole el pecho hasta que empiece a trabajar. Hoy cumple cuatro meses. Todo va bien en Donostia y aquí, en la misma línea. Me pregunta qué tal me va con las nuevas sandalias y le digo que se están acomodando bien, que no me las he quitado desde que me las puse ayer en Decathlon, salvo para dormir y andar por la playa. Agur. (1,10 €)

La biblioteca está cerrada y en el Ayuntamiento no me saben indicar ningún otro sitio para poder hacer uso gratuito de Internet; así que me dirijo hacia Gibraltar. Para llegar a la frontera, ya me han indicado por dónde ir. Llego a una plaza, donde están preparando un escenario espectacular, como imitando una portada estucada que muy bien pudiera ser de La Alhambra o del Generalife. Les falta por poner parte del tejado y la fiesta de la elección de la reina de las fiestas es mañana. "Estará terminado a tiempo", me aseguran. Me dicen que es una fiesta muy bonita y que me quede. Suelen invitar a rebujito, como en Isla Cristina tuve ocasión de comprobarlo y probarlo el verano pasado.



Pasando a Gibraltar
Hay que estar atento para cruzar la frontera por el lugar adecuado designado a los peatones.El policía que me coge el DNI, al ver Navarra, me cuenta su estancia en la provincia y la experiencia en Canfranc y el Norte de Navarra, Isaba, y el frío que pasó. Aquí está mejor, con más calorcito. Me desea suerte en mi viaje. La primera foto que saco es del Castillo almenado, con su bandera, que es un lugar de vigía estratégico y al que no subiré; mi interés por Gibraltar es puramente anecdótico y sólo llanearé. 
 
Cuando inicié el viaje en 2006, Gibraltar era punto de destino. La idea surgió en el momento en que decidí partir de Saint Palais y su Etoile de Gibraltar y el objetivo era hacer un camino a pie por la costa: Etoile de Gibraltar-Peñón de Gibraltar; finalmente, esta idea, se convirtió en un camino a pie por la costa peninsular que finalizará en 2010 en Collioure, ante la tumba de Antonio Machado, muerto en el exilio en Francia, en su huida de la República Española amenazada por los fascistas. Para entrar en las calles de Gibraltar, hay que pasar por la pista del aeropuerto. Aquí ni tengo que enseñar el DNI ni me revisan las mochilas. Para pasar por la pista y no te lleve ningún avión por delante, se regula por semáforo y se sigue al viandante que no se salga de las líneas blancas ¡Qué tentación de transgredir! Llego a un árbol muy ramificado, con muchos troncos, que me llama la atención y lo fotografío. 

Saco algunas fotos de la calle principal, que da la sensación, por las casas y por el tipo de comercio, de que estoy en cualquier ciudad de Inglaterra, aunque con toques andaluces. Hay edificios típicos ingleses y tambien alguna iglesia con la misma peculiaridad. Las calles son anchas, pero con tanto tenderete hacia el exterior y las terrazas de algunos pubs, parecen más estrechas.

Llego a la Oficina de Turismo y "alucinan" con mi viaje. La chica que me atiende me indica en el mapa la situación de la Mezquita, pero, como está al final del todo, no iré. No estoy muy despierto, pareciera que tanto espacio urbano, tanto comercio, me aturulla. Se me olvida pedir que me pongan el sello en mi tira, pues sería un sello peculiar, del único reducto extranjero del contorno español, aunque la base naval de Rota, ¿se podría considerar un reducto con dominio USA? Bueno, el caso es que he olvidado pedirlo y ahora ya no tiene remedio. También olvido comentarle la razón Gibraltar-Gibraltar, antes comentada; casi estoy seguro de que no tiene ni idea de que existe en Francia, en Saint Palais, una estela funeraria, del estilo de los "lauburus" vascos, (cuatro cabezas), especie de esvástica femenina, que proliferan en nuestro país.

Voy a escribir postales a The Angry Friar, donde tomaré un scotch wishky por 2,30 €. El sello de correos que pondré en la que escribo a mi familia londinense me costará 0,75 €. Estos serán el único gasto que haré en terreno arrebatado. El wishky escocés me lo sacan con dos hielos y, por la novedad, ya que no suelo tomarlo casi nunca, me sabe rico. Escribo las ocho postales recién compradas hoy en Carteia y les pongo sello patrio, pues me saldrá más barato con nuestros sellos y echándolas en buzón de La Línea. Teniendo en cuenta que el sello para Londres me cuesta 75 céntimos, siendo para la misma nación, ¿cuánto costará para España? Podía haberlo preguntado, pero, como ya he dicho, hoy me encuentro un poco espeso. Cuando termino de escribir las postales y de beber el vaso, vuelvo a la Oficina de Turismo, con intención de comentar lo de l'etoile de Gibraltar, pero la oficina ya está cerrada. También está cerrado The Post, así que el sello me lo tengo que agenciar en una tienda de indúes o pakistaníes; razón por la cual no me da mucha fiabilidad de que el sello de 75 céntimos sea el idóneo y toda mi argumentación de precio puede irse al garete. Me tengo que fiar de lo que me ha asegurado el asiático. 
 
Una chica española está en la puerta de su tienda, esperando a que dé la hora de cierre, y es la que me ha orientado para conseguir el sello de correos; luego le enseñaré mi dibujo y la historia del sello con el oriental. Es muy guapa. Me desea buen viaje.

Antes he visto la iglesia católica y anglicana de nombre, Anglican Cathedral of the Holy Trinity Gibraltar. Está iluminada por luz natural que entra a través de un rosetón que está tapado parcialmente por el altar mayor.

Al pasar por la calle echo al correo la postal para Londres. Al regreso me fijo mejor en la plaza mayor, una plaza triangular que, ahora, empieza a bajar de gente, pero no le veo ninguna gracia. Paso por el aeropuerto. Preparo el documento de identidad, que es obligatorio enseñar pero, en la aduana hay cola, están en huelga de celo, a los que trabajan en Gibraltar y viven en España, les hacen perder mucho tiempo ¡se desesperan! Se quejan; ese tiempo que pierden se lo debieran pagar. Al pasar abro la cremallera menor, con la máquina de fotos, dierio, dibujos, sellos, gafas, mapas (que yo llamo mi GPS) y me dicen "merci" (ni inglés ni español). 
 
Merci, Merci
Al pasar el aeropuerto he visto a una chica pasar hablando por el móvil y, ahora, que volvemos a coincidir a la par, vamos hablando y le cuento mi viaje. Se llama Merci. Me quiere dar de todo: dos zumos que le ha regalado la señora a quien cuida, galletas, frutos secos... Es cuidadora geriátrica; hizo un curso, pero no pudo terminar, pero esa pequeña experiencia le habilita para poder ejercer la profesión. Salimos de la frontera española y me acompaña a Correos para echar el resto de las postales, las siete para España. Echo a la boca del león que ella, como no escribe, ni la veía; estaba buscando el buzón amarillo. Volvemos a pasar por la plaza de la fiesta de mañana, parece que ya ha quedado terminada la instalación. Me dice lo del rebujito gratis de mañana. Después me quiere orientar pero, en realidad, va en busca de su coche "¡Monta!", me dice; se ve que no se entera; "Que no, que voy andando" No lo entiende ¿entenderá a los ancianos? Insiste en darme algo y acabo cogiéndole, obligado, un zumo, que no lo podré beber hasta que se descongele. Me despido de ella y le agradezco, "merci, Merci", le digo, y arranca el coche y, al pasar a mi lado, me toca el claxon para darme una gorra como de fieltro, que tiene que dar mucho calor y le digo que no la quiero, que es muy caliente y el espacio muy justo, nos despedimos definitivamente. "Adios. Merci". Otro coche esperaba para aparcar en el sitio que ella abandonaba.

De nuevo en La Línea de la Concepción. Buscando dormitorio
Me encamino hacia la playa de La Línea, playa muy abierta, ya en la vertiente más levantina, ya me puedo olvidar del mar encorsetado por el Peñón y Algeciras. Llegando a la playa veo unas ruinas, parecen ser restos de las antiguas murallas que han redescubierto y están siendo rehabilitadas, según me dicen una pareja de asturianos. Partiendo de allí, comienza un paseo marítimo que va paralelo a la gran playa y por el que caminaré unos cuantos kilómetros. Es una playa con mucha gente, muy urbanita y, como veo que voy a tener problemas para bañarme desnudo, decido seguir por el paseo. Hablo con los asturianos y comento lo del albergue de Gijón y del lugar tan inapropiado en que está situado. Un despropósito. Tuve dificultades para llegar (finalmente me llevó un hombre en coche) y, sobre todo, para salir. Ellos están de acuerdo. 

La orilla de la playa se acerca y se aleja y se ve que sigue muy concurrida; en esta zona absorbe mucho público de La Línea. Poco a poco se va vaciando. Paso Playa Atunara y otras que no anoto que, como en tantos otros lugares de la geografía ibérica, siendo una misma playa, va recibiendo diferentes nombres, por tramos. Por fin le paseo se acaba y llego a un lugar en que veo una iglesia; se trata de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Carmen, cuya fiesta se está acercando y la están acicalando para la fiesta, dándole los últimos toques de pintura. Mientras se produce la rehabilitación, las ceremonias se han trasladado a un garito bastante impresentable. Han puesto embaldosado nuevo pero, por dentro, no tiene ninguna pinta de iglesia. ¡A ver como queda cuando la terminen!  

Dormitorio en Torre Nueva
Para salir de La Línea, me orientan hacia el primer callejón a la izquierda. Es un barrio de casas bajas, donde se hace mucha vida en la calle y bastante destartalado, a juego con la iglesia. Cuando llego aquí, ya se me ha descongelado el zumo de Merci y ya me lo he bebido. Busco papelera para tirar el envase (no veo contenedor amarillo para reciclaje). Me dicen que se puede seguir por camino pero, en esta zona de costa más solitaria, decido bajar a la playa. Tendré un kilómetro hasta la torre (Torre Nueva) que será donde dormiré. Paseando por la playa van Sonia y Ángel. Sonia sale mañana de cuentas y están espectantes soñando con la llegada de Marina y confiando en que Sonia sufra poco. Llevan un  perro al que intentan adiestrar, pero es tarea ardua. Será un buen entrenamiento para cuando llegue el bebé, aunque también, a veces, los animales se vuelven celosos cuando llega el neófito y ven que exige tanta atención y se les desatiende a ellos. Se han dado casos de perros que reaccionan agresivamente contra el bebé y los han tenido que apartar de la familia. Pero no se trata de alarmar. "¡Suerte en el parto!" les digo; aunque algunas mujeres solían decir: "una horita corta", con el deseo de que el parto fuera rápido y poco doloroso. Ángel me llena la botellita de agua, con el agua de su botellón.

 Como viene viento de poniente, me decido por el lado norte de la torre y me coloco en el segundo entrante, metido entre una duna baja. La noche es estrellada con la Osa Mayor también al noreste. Media lina creciente y dos chicos hablando en la orilla; uno de ellos se ha bañado en calzoncillos. Mientras, sobre un tronco, como mi segunda lata de sardinas de regalo de ayer. He tenido suerte de que no me la han confiscado en la aduana de Gibraltar; termino el pan que me queda y bebo el agua que me ha dado Ángel. Me sobrará para mañana. Como pipas. Los chicos de la orilla deciden marcharse de la playa. El del calzoncillo se lo quita sin ningún pudor, lo que me hace reflexionar sobre qué sentido tenía estar con él mojado e, incluso por qué lo ha mojado; mientras, el otro, se quita el bañador con toalla y todo el cúmulo de precauciones. Saludan al pasar por mi dormitorio. Aunque hay temperatura suficiente, no me decido a darme el baño y eso que, cuando ha llegado un alemán (?) con dos niños y un perro, a bañarse, me han dado tentaciones. Debiera haberlo hecho, pero he preferido elegir el lugar y aposentarme, cenar y sacar la foto con la Torre Nueva, que no lo es tanto, y la Roca, algo iluminada con luz de poniente. Hay mosquitos; hago el montaje, me quito la arena de los pies y me doy gel de aloe-vera, para su descanso; el meñique izquierdo me duele menos y con el aloe-vera que me llevo dando dos noches seguidas, voy notando mejoría. Por el fondo de la playa, hacia la montaña, hay trasiego de coches. Hay una carretera que, parece, no tiene continuación; es decir, parece que es de ida y vuelta. Uno de los coches, al coger la curva, sus haces de luz me pasan y repasan. Se oye algo de jaleo en tienda de campaña cercana a la orilla, pero están a más de cien metros de distancia. De madrugada, unos focos de coche me enfocan con persistencia; me darán las cortas y las largas y se irán. Nadie baja para decirme nada ¿Estaré siendo controlado por la Guardia Civil? La consecuencia de estos enfoques de focos será que ya no se oye ningún ruido procedente de la tienda de campaña, ¿habrá sido casualidad? ¿O habrá bajado la Guardia Civil y obligado a desmontar la tienda y desalojar el lugar? Es algo que nunca sabré.

Como balance del día, puedo destacar la bonita mañana en Guadarranque con las últimas horas en el chiringuito Tropical, el dibujo, que refleja lo bien que estoy y la bonita visita a Carteia, con el privilegio de Chano como guía para mí solo. La visita a La Línea de la Concepción, a Gibraltar y un final tranquilo en la playa como colofón.

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