Etapa 2 (118). 20 de junio de 2008, viernes.
Isla Cristina-Ayamonte-(Isla Cristina, en bus)-Isla Antilla-La Antilla-El Terrón.
Tras la aparición y desaparición del camión de la basura, he dormido muy bien. El sol se despierta por el faro. Hacia las 7:30h me levanto y me baño a las ocho. Me seco al sol y al aire, me visto y recojo los bártulos. Parece que no tengo mucha urgencia por partir. Salgo por el pinar a la carretera, paso por el bar de la cerveza y voy deshaciendo el paseo que hice ayer al venir pero, en vez de disfrutar del paisaje, voy mirando al suelo. Con la búsqueda, me olvidaré de hacer fotos. Será el único día que no os podré enseñar ninguna de mi camino.
Dudas en el recorrido
El recorrido de hoy en el mapa es engañoso, ya que la jornada se inicia en Isla Cristina, retrocedo andando el camino hecho ayer hasta Ayamonte. Hechas las gestiones de documentación y dinero, vuelvo a Isla Cristina, pero esta vez lo haré en autobús. De Isla Cristina hasta El Terrón, el recorrido será caminando, como hice el año anterior, pero en sentido contrario. Hecha esta aclaración, continúo narrando la movida jornada que me espera.
Retroceder mirando al suelo
Un motorista al inicio y, el mismo, de regreso, hacia el final de la vía verde, será la única persona con quien coincida en el camino; había ido al juzgado por un robo que tiene pocos visos de resolverse y que da por perdido y de mi cartera no sabe nada. Cuando arribo a Ayamonte, no he encontrado nada por el camino.
Prudente y confiando
Paso frente al Parque público Prudencio Navarro. Llego al Centro de Día y me confirman que ayer estuvo preguntando por mi cartera la Guardia Civil. Nunca puse en duda que lo hubiesen hecho. Sigo adelante, por la misma calle, hasta llegar a la Policía Local y me dicen que allí no han entregado nada. En un edificio, que custodian varios guardias civiles, les pregunto dónde está el cuartelillo y me dicen que a la salida del pueblo, después de Damas. Por último, entro en la Policía Nacional; el policía que me recibe me pregunta lo que quiero y, al decirle que ayer perdí la cartera, me responde, “la tiene usted arriba”; subo raudo y me dan un sobre transparente con todos los documentos, tarjetas y algún papel con anotaciones, pero se ve que la cartera le gustó a quien la encontró y el dinero también, y eso que, posiblemente, algunos de los cromos los tendría “repes”.
Siento la falta de la cartera, regalo de mi hermana Lucía, a la que se la había regalado un japonés de los estudiantes de inglés que acoge en Londres. Y el dinero, confío en que cubra alguna necesidad de quien se la encontró. Lo meto como un gasto más del viaje; lo que me obligará a hacer algún ahorro y a dormir más noches en las playas.
Con documentación, pero sin Visa y sin dinero
Paso por Policía Local y por Centro de Día y doy noticia de la aparición de la documentación. Ahora mi problema a resolver es cómo consigo dinero. Como en algún tiempo, antes de existir Servired, hubo algún tipo de acuerdo entre Banco de Vizcaya y Caja Laboral, me acerco al BBVA de Bailén 8 (959322197) Ayamonte. Previamente llamo a Caja Laboral para ver si, al no haber pasado 24 horas del aviso de anulación, es posible la reactivación de mi tarjeta VISA reaparecida, pero me dicen que ya es imposible. Con este dato, me acerco a un mostrador en que hay dos chicas atendiendo y ningún cliente esperando. Pido ayuda especial. Les digo: “Necesito ser atendido con cariño; estoy en una situación muy vulnerable, ayer perdí la documentación y anulé la Visa, la acabo de encontrar y quiero conseguir dinero. ¿Cuál es la mejor fórmula para que mi banco me lo haga llegar en el tiempo más breve?”. La disposición de las empleadas es inmejorable, pero empiezan a llegar clientes y mi tema va a exigir mucho tiempo, así que lo comentan con el director y será él quien me atienda. “¡Qué bien!”, pienso, pero la realidad será ¡qué mal! Qué mal me atiende y mi queja no será por falta de dedicación. Para más “Inri”, mi móvil se está quedando sin batería, así que pido un enchufe para cargarla; se me agencia uno y, mientras se va cargando, hablo con el director. Cuando le pregunto por la mejor fórmula para que me llegue el dinero lo más rápidamente posible, su respuesta será: “la que quiera tu banco”. “Bueno, pero ¿tú cuál crees que es la más rápida?”, le pregunto. Es cuando me reconoce su ignorancia en gestión bancaria y me dice: “Yo soy comercial”. Entonces me doy cuenta de que es el peor de los empleados que hay allí, en estos momentos, para resolverme el problema. Recupero el móvil, que ya se ha cargado algo, y hablo con Santos, mi gestor en la oficina de Caja Laboral de Irun, quien, como buen profesional, me da la mejor solución. Me pregunta si el cajero del BBVA tiene Hal-Cash. Le pregunto al director y me dice que no sabe qué es eso. Santos me da una clave (4 dígitos) y luego me llegará otra clave (4 dígitos) a través del móvil y tendré disponible 300€ en cualquier oficina que tenga el servicio Hal-Cash. El director me acompaña al cajero, yo con el móvil y la clave, él manipulando con mis datos; no hay forma de ver si hay o no ese servicio en el cajero. Al final tenemos que desistir. No puedo decir que el hombre no me ayude; lo hace, pero sin fruto. Entramos de nuevo a la oficina; le ha venido un cliente al que debe atender. Yo vuelvo a poner a cargar el móvil por lo que pueda necesitar y, aprovechando que el director está en su despacho con la visita, pregunto a otro empleado si sabe algo del servicio Hal-Cash y me dice que han puesto una oficina nueva de BanCaja cerca del puerto y que es muy probable que allí lo tengan.
En BanCaja, el servicio Al-Cash me salva
Encuentro enseguida la oficina, entro y pregunto por el sistema Al-Cash y un empleado me dice que el cajero tiene ese servicio. Salgo a la calle, sigo paso a paso todos los datos que me va pidiendo y saco los 300€. ¡Ya estoy salvado! Luego supe que los podría ir sacando a medida de que los fuera necesitando, sin más gasto que la llamada primera de móvil a mi gestor. Una cosa que hay que tener clara para que el sistema funcione: el móvil debe estar operativo (con saldo, con batería, en zona con cobertura, por la mañana, que no sea festivo ni 31 de julio). Además debe de haber cajero con el sistema operativo. Con el tiempo me fui enterando de los bancos que lo tenían. Así que la pérdida de la cartera me vino bien para hacer esta serie de aprendizajes, que me vendrían bien para el futuro.
El cajero me da todo en billetes de 50 y entro para cambiar en billetes menores. La chica que me atiende es muy amable. Los distribuyo por bolsillos y mochilas y decido no comprar cartera nueva. Tengo que buscar un sistema para guardar las tarjetas también. La inservible de Visa la mantengo y la llevo con el dinero de uso, por si a alguien le gusta y se lleva el chasco al estar inutilizable. De momento las otras las meto en la mochilita-Visa. Se me ha vuelto a estropear una de las cremalleras, pero la arreglo enseguida, me estoy volviendo un experto. Voy a la biblioteca para tratar de usar Internet gratuito, pero me dicen que hay que ser socio de la Biblioteca. Me dicen que hay de pago. Digo que ya lo he visto, pero de pago no me interesa.
Vuelvo a comer en el mismo sitio de ayer
Vuelvo al Centro de día. Ayer entré con 285€ y hoy lo hago con 302,40€. Confío en que la historia no se repita. Como revuelto de la casa con verdura, champiñón, patata y huevo y, de segundo, albóndigas con patatas fritas y, para que sea igual precio que ayer, tres tintos de verano (7,60€).
Estoy un rato escribiendo el diario y me voy a la plaza de las Palmeras a dibujarla; hasta que se hace la hora del autobús. Al ir hacia Damas oigo a cuatro mujeres decir la palabra San Sebastián y me paro a vacilar, sobre algo, con ellas. Han comido y están rodeadas de bolsas de compra y pidiendo un taxi por móvil. Conversación poco hábil, ya que no dan datos precisos al taxista, quien deberá adivinar el lugar donde se encuentran. Me despido rápido de ellas y echo a correr porque son las 16:20 y el autobús para Isla Cristina sale a las 16:40h. y el precio del billete, 1,39€ se quedará en 1,40€ que pago todavía con dinero de ayer y me quedará un euro para la caña.
Estoy un rato escribiendo el diario y me voy a la plaza de las Palmeras a dibujarla; hasta que se hace la hora del autobús. Al ir hacia Damas oigo a cuatro mujeres decir la palabra San Sebastián y me paro a vacilar, sobre algo, con ellas. Han comido y están rodeadas de bolsas de compra y pidiendo un taxi por móvil. Conversación poco hábil, ya que no dan datos precisos al taxista, quien deberá adivinar el lugar donde se encuentran. Me despido rápido de ellas y echo a correr porque son las 16:20 y el autobús para Isla Cristina sale a las 16:40h. y el precio del billete, 1,39€ se quedará en 1,40€ que pago todavía con dinero de ayer y me quedará un euro para la caña.
En autobús Damas de Ayamonte a Isla Cristina
Meto la mochila roja-azul en el maletero y, aunque no pone el destino, será Isla Cristina. No tengo ninguna vergüenza de hacer este recorrido en bus y decir que estoy haciendo el recorrido andando por la costa, puesto que este tramo ya lo he hecho tres veces en mi periplo. La carretera va por encima de la marisma, se ve con mayor perspectiva, pero nada tiene que ver con el bonito paseo por la vía verde. Nada más llegar, me acerco al cuartel de la Guardia Civil, para agradecer y contar el resultado de mi gestión en Ayamonte y, como no está ninguno de los dos guardias que me atendieron ayer, se lo cuento al que está de guardia y él se compromete a comentarlo a su compañero, cuando lo vea. He pasado dos veces por delante de la iglesia donde el año pasado se hizo la recepción del “simpecado” al regreso de los rocieros que venían de Almonte; ayer y hoy, también por donde comí las puntillitas,
Una cervecita pedida ayer y tomada hoy, casi 24 horas después
Me voy hacia la cervecería, para tomarme, ¡por fin!, el tubo que no pude tomarme ayer. Como el recorrido lo estoy haciendo por interior del pueblo (Damas-Guardia Civil) me encuentro desorientado, así que pregunto a dos estudiantes, que están preparando exámenes y que cursan en la Universidad de Sevilla, por la calle Lirios y, aunque son de Isla Cristina y la calle es de las principales, me sorprende que no la conozcan; es probable que en el argot popular se la denomine por otro nombre. Entonces pregunto por Damas y, con este referente, la retomo. Ya estoy donde estaba ayer, casi 24 horas después. En el Dori, hoy está el marido y, cuando está llenando el tubo y hecho un cuarto de su recorrido líquido, el barril dice que la cerveza se acabó. Después de casi un día de demora, tampoco es tan grave esperar unos minutos más. Cambio de barril y espera pues la primera jarra se llena de espuma y, casi, la segunda. ¡Qué rica me sabe! No me la quiere cobrar, pero yo insisto (1€) y agradezco el ofrecimiento de ayer. Quedará plasmada como una más de las anécdotas de mi camino. Un día entre pedirla y tomarla, con el “suspense” añadido de que se acabara el barril. Entra un hombre del pueblo con una bolsa de plástico, impresentable, donde trae un manojito de almejitas que, me supongo, algunas no llegarían ni al tamaño mínimo autorizado. No sé si las traía para comer, para regalar o para vender. Me despido del barman y le doy saludos para su esposa.
Por la playa, trasiego entre dos aguas
Me encamino hacia la playa y entro por el mismo lugar por el que entré ayer; continúo por la orilla, que hoy está en marea alta, y sufro el inconveniente de los riachuelos intermedios. Como se anda tan mal por la segunda orilla, decido arriesgarme, e ir por la orilla real y, efectivamente, llego a un lugar en que no puedo seguir sin riesgo de mojar ropa y mochilas. En vista de lo cual, en un arenal entre dos aguas, me desnudo, dejo la mochila pequeña y las sandalias protegidas por una pequeña muralla de arena, paso la mochila grande hasta la arena seca y regreso a por lo que había dejado. Una vez hecha toda la operación, me doy un baño en el mar, no lejos de donde me había dado esta mañana (parece como si entre uno y otro baño hubieran pasado días, ¡han sido tantos los acontecimientos vividos hoy!). Cerca de donde me he bañado había dos chicos con bañador y sombrilla, adormilados y, algo más alejadas, dos chicas. Algunos paseantes muestran gesto de sorpresa al verme desnudo, pero nadie me dice nada. Tras secarme, reanudo la marcha hacia Isla Antilla.
Tercera visita al Miramar
Ya he pasado Isla Antilla y llego a La Antilla. Diviso un abeto (ahora dudo si no fue una araucaria), que me resulta familiar, delante de el paseo de palmeras que dibujé en mi última visita de enero, cuando estuve con el Imserso en Matalascañas, y que me acerqué al Miramar para recoger en mi credencial del Camino a Santiago, el sello que me faltaba del inicio de 2007, para lo cual había dejado un hueco, casi ocho meses después de haber pasado andando por allí.
Aquel dibujo me quedó muy sosito y es al único que le di algo de color pero, ni aún así mejoró. Aquí os lo presento, aunque hace unos meses que lo dibujé.
Aquel dibujo me quedó muy sosito y es al único que le di algo de color pero, ni aún así mejoró. Aquí os lo presento, aunque hace unos meses que lo dibujé.
Entro al Miramar y están las dos camareras que ya conozco; con la que estuve en enero, que me dice que la cocina empieza a las 20:30h, así que me quedaré sin las coquinas soñadas, y luego me echa el sello (la segunda vez que lo obtengo), y la marroquí que, además de muy guapa, es simpática; no sé si buena profesional, porque, de primeras, rompe alguna copa (al que anda le pasa). Tomaré un vinillo de manzanilla (2€). Hablaré luego con ella de su país. Dice que me ha visto antes por Ayamonte, pero no ha podido parar a saludarme. Me habría producido sorpresa verme reconocido en tan lejano lugar. Le comento lo de Marraquech y Karima, la dibujante de gena en las manos, con tocas negras y largas, que luego se transformaba para bailar con tanga y minifalda en baile de corte europeo. Mañana me dirá Omán en Lepe, donde desayuno, que una hermana de la marroquí trabaja con él allí, en el Bar Salón Triana.
Caminando hacia El Terrón
Para descansar de ir descalzo en la arena por la orilla del mar, puesto que ya empiezan a deformarse los dedos pequeños de mis pies, como todos los años, y una vez apurada la manzanilla, parto por el paseo entre las palmeras hasta el final, de tal forma que ya no me queda mejor opción que volver a la playa y llego a El Terrón más pronto de lo que había imaginado. ¡Cómo cambian las percepciones de un año a otro! Para que no me pase, un chico me dice que hay dos carteles que ponen "Playa Nudista" que, tal como me lo dice, pienso que son grandes y muy visibles y, además, me da la refererencia de dos pasarelas sobre las dunas. Cuando voy llegando, otro señor me orienta hacia dos kilómetros más adelante pero, en realidad, no está tan lejos y compruebo que los letreros anunciadores son mínimos; tengo que acercarme mucho para ver que lo pone. Un pescador me confirma que estoy en El Terrón y es zona nudista, aunque él no se desnude. Cuando llego un chico se está bañando desnudo. Es de Lisboa y tiene una moto todo terreno de cuatro ruedas que, después de irla a buscar, la traerá a la playa para rodar con ella por la arena. Otro chico que está con su chica tmbién se bañará desnudo y otros dos chicos que llegan desnudos andando desde El Puntal de Nueva Umbría. Sólo viene desnudo uno y se vestirá enseguida. Pescadores que van y vienen, playeros que se van por la pasarela, van pasando los últimos disfrutadores del día de playa. Quiero ver, con motivo del solsticio de verano, la coincidencia de la ocultación del sol en su ocaso, con la aparición de la luna; pero hoy esa situación no se produce. Me acuerdo de mi amigo Martín. ¡A ver si me acuerdo de comentárselo cuando lo vuelva a ver en Donostia! Después de un par de baños, me siento a comer el chorizo que me queda de Mari Jose, de la fiesta de fin del Curso de Coctelería, de Hobetuz, y el pan sobrante de hoy y termino la última naranja. He preguntado al primer pescador por la rodada y me dicen que retiran la basura por la mañana. Me quiero evitar el susto de la última noche. Creo recordar que el encargado del Centro de Día, donde he comido las dos últimas jornadas, me ha dicho que el pasado año un extranjero murió atropellado. "¡Uf!", digo para mí. Tras ver el movimiento final de pescadores y bañistas, por fin, aparecerá la luna. Espero noche tranquila. No puedo enviar mensaje a mis hijas por falta de cobertura.
Hoy ha sido día de repetición de caminos, pasando por playas por las que anduve el año pasado, la primera parte en dirección contraria y, desde La Antilla, en la misma y contraria dirección, es decir, tripitiendo, hasta El Terrón. Mañana muy movidita con la búsqueda de la cartera y, después de encontrada la documentación, con la zozobra por la búsqueda de dinero. Una experiencia que me servirá para el futuro. Único día sin fotos.
Hoy ha sido día de repetición de caminos, pasando por playas por las que anduve el año pasado, la primera parte en dirección contraria y, desde La Antilla, en la misma y contraria dirección, es decir, tripitiendo, hasta El Terrón. Mañana muy movidita con la búsqueda de la cartera y, después de encontrada la documentación, con la zozobra por la búsqueda de dinero. Una experiencia que me servirá para el futuro. Único día sin fotos.
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