Marbella-Cabo Pino.
Cumpleaños de mi
madre. Último adiós a la Pensión Aduar
Hoy, en que mi madre hubiera cumplido noventa
y dos años, será un día horizontal; andaré todo el día en paralelo hacia el
este: Marbella-Cabopino. Me despierto a las 6:30 h. No me apetecía salir al
patio y me he levantado sólo una vez a orinar en el lavabo, dejando correr el
agua del grifo que, no lo sabía, se oye muy ruidosa en el edificio de tres
plantas y balconcillos corridos que dan al patio. La pensión resulta grata y
familiar, aunque la mayoría de sus ocupantes son extranjeros, así como el dueño
consorte, la señora Zdravko, la de la limpieza. Aguanto en la cama hasta las
8:30 h; no todos los días se disfruta de colchón y sábanas limpias. Me ducho;
vacío las mochilas para dejarlas limpias de la arena acumulada y restos varios.
Ayer, en el Ciaboga, dejé el sobre amarillo de las postales hecho trizas (una
porquería menos). Ahora aprovecho para ordenar el interior de las mochilas con
más racionalidad y salgo a recepción. Busco a Deivis para devolverle el
cortaúñas y las llaves, y aparece su mujer, a la que se lo doy todo. Busco a la
señora Zdravko y, al decirle “spasiva”, me pregunta a ver si soy ruso. Me quedo
sin saber quien era el señor Zdravko que ocupaba un espacio en la pensión.
Internet en el
Albergue Juvenil
Subo la calle hacia la Biblioteca y, como
está yendo hacia el Albergue Juvenil, entro y pregunto si, aun no teniendo
posibilidad de haber pernoctado esta noche por estar completo, puedo hacer uso
de los servicios de desayuno. El recepcionista me dice que sí, previo pago de 2
€. Desayuno dos vasos de zumo (de polvos), un pan (que abro por la mitad y
tuesto) 2 mantequillas, 2 mermeladas, 3 palmeritas y café con leche (en taza de
cereales). Mientras como y sorbo el café, charlo con un monitor madrileño, responsable
del Programa de Intercambio que ocupa el Albergue, y me invita a hacer uso de
Internet. Oportunidad que no desaprovecho y así me evito ir a la Biblioteca,
donde iba a ir con respuesta incierta. Cojo agua fresquita. En la pantalla, veo
a Gari, mi último nieto; no sin dificultad y pidiendo ayuda. Luego,
accidentalmente (soy usuario, pero no experto en el uso de las tecnologías
punta), lo veré en tamaño mayor, a pantalla completa. Leo el artículo de los
prejubilados de Estanda, con los que han tenido una atención (mi hermana
Sagrario está entre los homenajeados); el artículo reivindicativo de
Santiagotarrak, al que respondo dando ánimos a Musku; y una carta preciosa de
Ismael, el arquitecto de Sevilla, al que conocí en el Algarve, en playa
Figueira (de Vila do Bispo), el verano pasado. Le había mandado foto, pero no
había respondido. Está algo vulnerable porque, después de años conviviendo con
Lurdes, hace un mes dejaron esa relación; está deseoso de imitarme en mi
andadura y dice que todo el año se han estado acordando de mí y Lurdes era la
que le insistía en que me contestara. Tras contestarle en otro larguísimo
e-mail que, por la poca capacidad de mi correo, no puedo enviar. Olvido ponerlo
en azul y sólo doy a Control-C y pierdo todo lo escrito ¡Qué impotencia!
Escribo otro más corto y vuelvo a tener similar problema. Un monitor me ayudará
cambiando de servidor “¡Gracias!” Tenía intención de escribir también a Lurdes,
pero no lo haré hasta que vuelva a casa. Voy al servicio y bajo a la calle
Bermeja.
Dibujando la calle
Bermeja
Rojiza, sería otra forma de llamarla. El
bermellón es uno de mis rojos favoritos. Quizás por eso. La vecina de enfrente,
a la que ayer dí un beso, ya no recuerdo con qué motivo, me quiere invitar a
cerveza cuando estoy acabando y para irme; se lo agradezco pero, si me la
hubiera ofrecido antes… Le enseño el dibujo y ella me recomienda El Gallo, que
está allí cerquita. Entro, me agrada el lugar y como una tapa de aceitunas
aliñadas riquísimas, lentejas con pimiento y patata, carne guisada en salsa de
tomate y con patatas fritas, de postre, arroz con leche, también muy bueno y
una jarra de tinto de verano. Todo por 8 € ¡Genial! Pregunto cuanto me habría
costado la habitación y me dice que 30 € en habitación individual. ¡Que pena no
haberlo sabido ayer! Pero tampoco me voy a quejar, pues en Aduar estuve bien a
gusto. Aunque diez euros menos… Quizás me habría evitado el dispendio y los
extras marinos: gambitas del Bartolo, navajas y mejillones del Bahía. Para qué
lamentarme: todo estuvo y ha estado bien. Acabo la escritura a las 15:15 h, voy
al servicio, cojo agüita fresca.
Saliendo de
Marbella por paseo marítimo
Bajando la calle salgo a un punto del
castillo; sigo hacia donde lo dibujé ayer y bajo la rampa hacia El Cordobés
¡Qué buena pinta tiene todo lo que ofrece!, ¡lástima que ayer fuera el día de
descanso semanal! Pero, acabemos definitivamente los lamentos. Salgo a Ramón y
Cajal y bajo, después de pasar el puerto deportivo grande (el de ayer, donde se
follaba, era el pequeño) llego al paseo marítimo. Veo otra muestra del Circuito
Biosaludable.
Son las 15:30 h y, al bajar a la playa, sopla fuerte viento de
levante que me da de frente y me frena. Tiene una característica especial, ya
que la ola, al chocar contra las rocas, las partículas de agua que impregnan la
atmósfera, vuelven, devueltas por el viento, al mar. Así no mojan al caminante
viajero.
Por la playa de
Los Monteros, hacia Cabopino
Paseando por la playa, observo un barco en
alta mar, que me parece algo distinto de lo habitual. Me dicen que es una
plataforma, pero no recuerdo si me dicen petrolífera o de gas.
Llegando a la
playa de Los Monteros, llego a contar entre 39 y 40 kite-surfistas en vuelo. En
otra de las playas por las que paso, se alquilan pedalos por 25 € la hora. No
me extraña no ver más que uno en el mar y que la mayoría (7 u 8), a ese precio,
estén varados en la arena. ¡Se piensan que los extranjeros son “memos”! Llego a
un lugar con torre almenara y pienso que ya puede ser Cabopino pero, cinco
chicos, me dirán que es hacia el espigón que veré cuando de la vuelta a la
punta. Al preguntarles, adivinan que voy a hacer nudismo, pero se piensan que a
lo que voy es a ver titis desnudas, y hacen sus comentarios que intentan ser
graciosillos. No falta mucho para llegar al lugar esperado; en mi lista de
playas nudistas la playa de Artola, que en mi nuevo mapa figura como Duna de
Artola, es la segunda de Málaga. Veo a lo lejos el espigón y, al doblar otra
punta, me encuentro con los primeros nudistas.
Como en esa zona la orilla del
mar está llena de rocas, sigo más adelante. Me cruzo con un chico que parece
que viene paseando desde el fondo y me recomienda que siga más adelante, que
allí todo es fondo de arena. Así que, sin llegar hasta el final, veo fin de
piedras y entrada de arena, dejo las mochilas cerca de la bajada de la duna y,
cuando voy a extender la toalla, me doy cuenta de que en la arena hay
camufladas muchas piedras grandes; así que me desplazo más al este y descargo
las mochilas. Al entrar al agua, aunque toco una piedra semihundida, el resto
es de arena y me doy el primer baño. La base de arena presenta muchos
altibajos. Unos niños se bañan en el espigón. Nado rozando la arena con los
dedos, ya que la profundidad es poca, pero se agradece la buena temperatura del
agua, ya que el día sigue nublado. Reflexión sobre mis pies: Desde que me
compré las nuevas sandalias y el aloe-vera, observo que mis pies van mejorando;
en especial el papiloma (?) que ya apenas me duele. Me da la impresión de que
se inicie un desplazamiento hacia la izquierda del pie izquierdo “¿los
papilomas se desplazan?”, me pregunto. Pregunta sin respuesta. Al desplazarme
descalzo por la orilla, ya se resiente algo más.
Tarde-noche en
Cabopino
Voy andando a los extremos de nudismo y,
cuando llego al espigón, observo que ya no hay nadie desnudo. De esta forma voy
conociendo los límites. Me da la impresión de que, a partir del espigón, la
siguiente playa ya es de élite, lo cual me advierte de que no me debo acercar
demasiado, al menos, desnudo.
Soco, Servando,
Sara y Raquel
Cojo los bártulos y los llevo al lugar que me
parece será bueno para dormir, y no haciendo coincidir con ninguno de los
senderos que provienen de la duna de Artola. Me doy otro baño y veo una familia
dividida; los padres, Servando y Soco, están en la zona seca, tumbados en sus
toallas, mientras que sus dos hijas, Sara y Raquel, juegan en la orilla, aunque
la pequeña, se acerca varias veces a sus padres y vacía su cubo lleno de agua,
salpicando sus toallas. Las dos siguen jugando abajo y nos dejarán tener una
bonita conversación a los adultos. Les
hablo de mi viaje y Servando me obsequiará con observaciones interesantes. Es
andaluz y Soco de Cuenca, donde irán de vacaciones los próximos días. Las damas
llevan días de vacaciones, pero él no se ha podido liberar hasta hoy, pues le
habían quedado algunos flecos por cerrar; lo ha hecho esta mañana y estaba
deseando venirse a la playa y desconectar. Me dice que el nombre que me dieron
hérguenes (o jérguenes), casi seguro que será la aulaga (Ulex Baeticus). “¿Eres
biólogo?”, le pregunto, y me contesta afirmativamente. La aulaga puede también
recibir otros nombres: aulaja, tojo, aliaga (Ulex parviflorus). Es la flor de
Bach: para las personas que han renunciado a creer que se puede hacer algo más
por ellas; para las personas que se han dado por vencidas y que han perdido la
esperanza. (Esto de la flor de Bach, no sé de dónde lo saqué). Les cuento mi
experiencia de Almograve y el plantago almogravensis, de mis problemas con la
jara (Cistos Ladanifer) y otras curiosidades de este viaje y les parecen muy
interesantes los dibujos de mi cuaderno, porque plasman gráficamente algo que
recomendaron a Servando en un curso de control mental. Me recomienda que entre
en la página web: www.metodosilva.com Yo estoy muy bien y ellos empiezan a tener
frío. Soco se pone primero la blusa, luego la braga y ven llegada la hora de ir
vistiendo a las niñas. De haber estado más tiempo, habría jugado un rato con
ellas. Cuando las mujeres ya están preparadas, se viste Servando y les
acompaño, subiendo la duna, hacia el coche. Ni nos fotografiamos, ni nos damos
nada que nos vuelva a poner en contacto en el futuro. Quizás Servando es
también de los que cree que la casualidad y el azar no existen, que todos
ponemos algo para que las cosas ocurran; este encuentro, que ha sido bonito,
quedará en lo que ha sido, un encuentro puntual y si tendrá o no continuidad,
sólo el tiempo lo dirá. No les acompaño hasta el coche porque ya me he alejado
de la playa un buen trecho, voy desnudo y he dejado todo mi equipaje
abandonado.
Dibujo y dormida
arropado por pescadores.
Un jinete
Ya en la playa, me doy otro bañito y me pongo
a dibujar en el espigón. No tiene demasiada gracia el paisaje elegido y el
bajón de luz es considerable, pero lo que ha salido ahí queda. De levante viene
un nubarrón negro y espeso, que me hace temer lo peor para la noche. Por
suerte, se va desplazando hacia el mar y en la vertical de Cabopino han quedado
unos cumulitos muy lindos. En el dibujo, sigo sin mejorar la apariencia de las
olas del mar que dibujé en Odeceixe. Empiezan a llegar pescadores; los últimos,
se sitúan a unos treinta metros de mí. Confío en que no me den la noche. Antes
de montar la cama, me acerco a los más próximos pues, ya que vamos a ser
vecinos durante la noche, al menos levemente, nos conozcamos. El más cercano me
dice que es la primera vez que viene a pescar a Cabopino, pero que no cree que
corra peligro con las máquinas de limpieza. “¡Hasta mañana!”. Mientras dibujo,
han ido paseando extranjeros, un buen ejercicio para bajar su tempranera cena y
otros, para pasear sus perros.
He alisado la arena para que la cama quede
horizontal y la arena que sale de debajo está caliente. Una vez desplazado el
nubarrón negro, se vaticina buena noche. La luna está potente aunque huevona y,
entre su luz y las nubes algodonosas que tapan el cielo, no podré ver bien las
estrellas; tampoco consigo localizar la Osa Mayor. Empezando a oscurecer, veo
acercarse de la otra playa hacia la duna un jinete a caballo; creo que va a
seguir por la duna y me dispongo a sacar foto pero, él es más rápido que yo,
baja a la playa y galopa. Para cuando aprieto el pulsador, caballo y jinete ya
se han alejado hacia poniente. Queda esta foto lejana para el recuerdo de mi
lentitud. Normalmente el día del cumpleaños de mi madre, suelo llamar a mi
hermana Sagrario, pero hoy no lo he hecho.
La mañana ha alargado mi gusto por Marbella,
de la que he disfrutado sin prejuicios de Giles y Lolitas. Un buen uso del
Albergue Juvenil (desayuno e Internet). Un bonito dibujo en Bermeja, con
cerveza virtual, y una comida muy buena en El Gallo. Un paseo grato hasta
Cabopino, con encuentros puntuales y mucho kite-surfista y, como colofón, una
tarde noche placentera, en buena playa para baño, una bonita charla con el
andaluz Servando y la conquense Soco; mientras sus hijas, Sara y Raquel,
jugaban. Noche tranquila arropado por pescadores. A lo largo del día, San
Enrique, me he acordado varias veces de mi madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario