Mazagón-Torre del Pico del Loro-Matalascañas.
He dormido relativamente bien; si no hubiera sido por el calor y los mosquitos… Me levanto a las siete; como me duché ayer a la media noche, cago, me afeito, me lavo, recojo mis cosas y dejo más o menos como estaba la cama que he usado. Para las siete y cuarto ya estoy en marcha. Me despreocupo de la puerta, confiado en lo que ayer me dijo el párroco: él se encargaría de hacerlo. Tampoco veo a Diego, ni a nadie del grupo de jóvenes. Se acostarían tarde y hoy no tienen ninguna prisa.
Pequeños encuentros antes de salir de Mazagón a la playa
Voy por la acera, paralelo a la costa, pues todavía hace fresco para ir por la playa. Por el camino observo que, aún siendo todo el rato la misma playa que, prácticamente, llegará hasta la desembocadura del Guadalquivir, cada cierto tramo le van dando nombres distintos; ahora estoy a la altura de la Playa de las Dunas. Me encuentro a un barrendero enfadado; tiene que retirar las ramas que ayer dejaron dispersas los quemadores de hogueras. Así me entero que las hubo, aunque yo no las viera. Le hago ver el contrasentido de que limpien tan bién los espacios públicos, mientras que los solares privados están asquerosos, llenos de porquerías. Es responsabilidad de los propietarios, así que habría que obligarlos a hacer un mantenimiento de sus propiedades. Hay que combinar derechos con deberes. Me encuentro con dos chicas y dos chicos que acaban de llegar a una casa. Acaban de llegar de festejar la noche de San Juan, pero uno tendrá que ir a trabajar seguido , mientras que los otros tres van a descansar, sin prisas. El trabajador arrancará su coche y se irá ¡Cómo rendirá hoy en su tarea! Continúo el camino y llego a indicador de nueva playa; ahora llego a Playa Picacho. Un pintor repinta su casita y alucina cuando le hablo del viaje que estoy haciendo y eso que todavía estoy en la primera provincia de Andalucía. En la acera, junto a una casa en construcción (quizás reconstrucción), corta un trozo de mármol con su incisiva cortadora, y espero a que termine para pasar y no tragarme todo el polvo que despide. Esta operación, que se está haciendo en zona poco urbanizada, también se suele repetir en reparaciones de cualquier ciudad; habiendo métodos sencillos (suele bastar un chorrito de agua al unísono) para evitarlo, suele haber poca sensibilidad para obligarlos a utilizar. Mi costumbre es llamarle la atención al obrero que, generalmente, hace lo que le mandan, pero si está el encargado se lo digo a él; si no dispone del medio que lo reclame al empresario. Al menos, muestro mi queja. Se termina la urbanización y bajo por las últimas escaleras que no sé si son privadas, de la casa colindante, o públicas pero, lo cierto es que son la última posibilidad de bajar a la playa, pues el paseo finaliza allí.
Despedida de Mazagón hacia Playa del Pico del Loro
Bajo a la duna y desayuno pan con fuet y bebo agua que he cogido en el albergue.
Hay una especie de bar-surf, con un perro adormilado; mejor que esté dormido: Los perros dormidos no mienten. Y saco foto de despedida de Mazagón.
La marea está bajando pero, a veces forma una especie de riachuelos intermedios y no sé qué decidir, si ir por la primera orilla, o por la segunda; al llegar al final de una, próxima al mar, deberé retroceder porque me lleva a zonas profundas y todavía no me apetece darme el baño.
Llego a un complejo aparentemente muy bien preparado, con un azul muy intenso y bien mantenido, al que, sin gente, no veo sentido. Me dirn que es la parte de playa que corresponde al Parador Nacional. Una señorita me dice: "Soy técnico y vengo para ver si están bien los papeles". Me supongo que está comprobando si se siguen los procedimientos que determinen un certificado de Calidad. A lo mejor era una técnico municipal que inspecionaba los permisos de uso de instalaciones. Me dice que puedo desayunar en el Parador y que me puede costar unos 6 €, puesto que el chiringuito siguiente estaba cerrado cuando ella ha pasado. Como ya he comido un tentempié, no me preocupo y sigo. Hablo con un chico que está limpiando la zona azul de la playa del Parador, le cuento el paseo que estoy dando, pero se tiene que ir; coje el Jeep y se va hacia Matalascañas; pero, al poco tiempo regresa con otros dos más, que estaban limpiando otra zona con él. Se acercan y me dicen que no se lo creen; se lo empiezan a creer cuando ven mi cuadernillo de dibujos, aunque todavía no llevo más que tres. Uno no sé de dónde es, pero otro es de Moguer y, el tercero, de Mazagón. El de Mazagón recoge mi comentario sobre la suciedad de los solares y lo repele hacia el de Moguer que, como vimos, son unos, junto con los de Palos de la Frontera, de los que disponen sobre Mazagón que, todavía, no tiene entidad de pueblo autónomo. ¡Habrán conseguido en 2012 ya la segregación! Los tres me desean buen viaje.
La Torre del Pico del Loro
A lo lejos empiezo a ver un elemento en la playa que me hace pensar que puede ser la torre buscada. Cuando estoy llegando cerca, un monitor, que está con un grupo de chavales de distintas edades, me dice que suba al camping y pregunte si en el bar Cristales tengo posibilidades de desayunar o de comer.
Tres chavales se acaban de bañar; se acaban de bañar y están tiritando, protegidos por sus toallas y junto a su tienda de campaña blanca. Están con la familia y amigos. Están eufóricos porque ayer por la noche se bañaron en bolas. Luego veo otra tienda muy amplia, con adultos, pero no me acerco. Saco foto de la torre que está semidestruída y, si no lo remedian, les va a durar poco. Cuando llego a ella, tiro por la izquierda hacia el camping y tomo un manchao con un pastelito(1,50 €) y me pongo a escribir el diario. Hay mucho de ayer para contar. Los camareros son muy amables y prometo que volveré entre 14:00 y 16:00 horas que es cuando me han dicho que dan las comidas.
Buscando zona para baño
Bajo de nuevo a la torre y me oriento hacia Matalascañas, pero bajando las escaleras coincido con una familia con niño que están en el camping y que, sólo para bajar a la playa, llevan más equipaje que yo para dos meses. Ahora voy más ligero, pues he dejado la mochila en el bar Cristal, debajo del ordenador. Me despido de la familia y me dirijo hacia un tubo en el que creo voy a estar tranquilo. El tubo sale hacia el mar, pero está cortado, obsoleto, así que no hay miedo de que mande detritus. Me desvisto y dejo la ropa contra el tubo y, aunque es de las playas con poca pendiente, que entras y entras y nunca cubre, me doy un baño muy relajante. Por la orilla pasa gente cogiendo coquinas; unos con pertrechos adecuados y otros removiendo la arena con pies y manos. Una señora pasa con medio cubo de coquinas y las recoge en lago interior horadado en la arena, mientras una niña se tumba en la orilla sin que le cubra el agua. Como la niña lleva mucho tiempo así, en la orilla, me supongo que el agua allí estará templadita. Una vez de vuelta al tubo, me pongo una meta en dirección Matalascañas, para ver si veo a alguno practicando nudismo, pero no veré a nadie desnudo y retrocedo.
Lectura y dibujito de la zona
Me baño de regreso y me pongo a leer el capítulo sobre "Bejar" de Los Topos, ya sólo me quedan entre 40 y 60 páginas; el libro se está deteriorando y tengo ganas de abandonarlo y quitarme un peso de encima, pero eso no ocurrirá hasta Puerto Real (Cádiz). Hacia la una, me pongo el calzoncillo y me dirijo hacia la torre; al llegar a un punto estratégico me lo vuelvo a quitar y me pongo a hacer un dibujo; será mi cuarto. Cuando termino, como estoy en zona textil, me vuelvo a poner el calzoncillo pero, al llegar a la orilla, me lo quito y lo dejo dentro de la visera, que ya está hecho un guiñapo. Será el último baño y me dirijo a la primera pareja. Son sevillanos y me confirman el nombre del lugar: Playa de la Torre del Pico del Loro y me informan también de que la playa nudista está bastante más lejos y se llama Cuesta Maneli. Así que, con estas dos informaciones, ya no necesito preguntar a nadie más.
Comida y sobremesa en bar Cristal
Subo las escaleras y llego al bar del camping sobre las 14:10 h. La chica pregunta el menú que tienen y me lo transmite. Decían que había arroz pero, en realidad es una especie de fideguá, con fideos muy gordos, con ajos, gambas y ali-oli. El gusto y los ajos picaditos y también crudos, me gustan mucho, pero en grandes trozos y semicocidos no los puedo atravesar; mi garganta los repele desde niño, así que los selecciono y aparto. Está muy rico, aunque la ración sea algo escasa. Como tardan en servirme el segundo, aprovecho para seguir escribiendo el diario; todavía tengo mucho acumulado; pero, como tardan tanto, me desespero y voy a reclamar el segundo. Por fin, cuando me sacan la chuleta al wishky, un señor me dará la explicación. Mi chuleta se la habían dado a otro señor que había venido más tarde, porque la habían hecho demasiado y yo la había pedido sangrante. Cuando me la sacan, realmente, está nada hecha, pero me la como con mucho gusto. Este incidente sirve para charlar con la pareja "hippy" de la mesa de al lado, y les cuento un resumen de mi viaje. De postre tomo leche cocida (otros la llaman leche asada, mi madre nos hacía "lechefritas"). Pido la cuenta (11 €), pago y me voy al baño; estoy algo ligero pero no me produce preocupación, la deposición algo amarillenta me hace recordar el huevo casi crudo que cené ayer noche; será la tonalidad. Cojo agua de la barra y tras recuperar la mochila, agradezco y me despido.
En marcha hacia Cuesta Maneli
Al bajar a la playa, la familia de Jaca está ya recogiendo los bártulos para salir de la playa y volver al camping; es ahora cuando me doy cuenta que el niño es María. Me despido de ellos y sigo por la torre, el sitio donde he estado dibujando, el tubo truncado, el trozo de camino hacia Matalascañas que ya he recorrido antes, y continúo hacia Cuesta Maneli, que tardará en aparecer. Por fin, veré a los primeros nudistas, dos chicas, y allí mismo me daré el primer baño de la tarde. Hacía rato que ya venía desnudo caminando, así que sólo he dejado las mochilas, me baño, me seco y sigo un poco más adelante; dejo las mochilas un poco más arriba y en la arena seca. Una pareja heterosexual está a mi misma altura y, en la zona delantera dos chicos, de los que no puedo decir nada porque me baño y voy caminando hacia Matalascañas. He dejado las mochilas y me voy alejando con toda tranquilidad. Observo que un chico me mira y remira, pero sigo adelante. Como ya estoy a unos dos kilómetros de mis mochilas, decido retroceder y, al volver a pasar junto al solitario mirón, veo que otro chico, con el que me he cruzado hace un momento, recala bajo su sombrilla; al pasar yo simulan una mamada. Finalmente me topo con Guillermo y otro amigo cuyo nombre he olvidado. Me pongo a hablar con ellos, la conversación está interesante, así que decido ir por mis mochilas y traerlas al lugar donde están los dos amigos, que siempre será otro avance hacia la playa de Matalascañas. Guillermo y su amigo son de Sevilla y tienen intención de marcharse pronto. El amigo está también en período de opositar a un puesto en la Administración Pública, es el más joven de los dos. Cuando se despiden, me voy a dar otro baño y veo que por la orilla pasa otro chico desnudo, con mochila al hombro y dirección Matalascañas. Pienso que va hacia allí de regreso y vislumbro la posibilidad de tener una compañía para un largo rato, así que salgo pronto del agua y, sin esperar a secarme, agarro las mochilas y trato de darle alcance. Cuando ya estoy llegando, él se detiene, deja la mochila y se da un baño. Cuando llego, ya está saliendo del agua y le abordo: "parece que estás haciendo lo mismo que yo", le digo; pero su respuesta desdice mi deseo y me cuenta que el coche lo tiene subiendo las escaleras de Cuesta Maneli. Pero seguimos andando en dirección Doñana y el Guadalquivir. Le voy contando mi caminata y, a veces, nos olvidamos de andar, paramos, reanudamos; así hasta que decide regresar; dejo mis mochilas, de nuevo abandonadas, aunque ahora en zona deshabitada, y retrocedo para acompañarle. Hasta ahora he sido yo el que ha llevado la voz cantante, con las anécdotas de Noia, Oia, Tròia y demás; ahora le toca a él. Luis es profesor de Lengua Inglesa; habla de conocer y reconocer. Reconocer por ejemplo, en uno de mis dibujos, el lugar que se representa y otro es el reconocimiento del valor de lo realizado. Pareciera que me iba a decir más cosas, pero apenas me contará nada más de él. Me da la sensación de que Luis tenía mucho que compartir y que ha perdido una oportunidad. Valora el que uno esté bien con uno mismo, satisfecho con lo que es y con lo que hace, sin más, y es lo que valora y envidia de mí. Llegamos a un punto en que, mirando hacia atrás, mis mochilas ya ni se ven, así que me despido de Luis. "¡Hasta que la vida nos reencuentre!", digo. Avanzo hacia ellas, las cojo y sigo hacia el destino de hoy, "¿cuál será?", me pregunto. De momento, sé la dirección y ya está atardeciendo, así que pronto se decidirá.
Acercándome a Matalascañas
Ya tengo que estar cerca de los lugares conocidos, pero éstos no terminan de aparecer. La próxima revuelta de la playa; pero nada. La siguiente; tampoco. Al fin, a lo lejos, veo a alguien que, me parece, está desnudo. Le veo que va y viene en una zona delimitada. Parece que se ha bañado, ha salido del agua y, ahora, se está poniendo algo blanco; quizás un calzoncillo. Cuando llego al lugar, me acerco a José Manuel, le pregunto si se está vistiendo para ir hacia Matalascañas y me responde que no, que se queda allí, donde va a dormir. No titubeo ni un segundo y le pregunto si tiene algún inconveniente para que em quede a dormir con él. No tengo prejuicios: ni siquiera sus tatuajes me desaniman; y a José Manuel no le parece mal. Mi entrada ha sido así: Él está metido en uno de los lagos intermedios que forma la marea baja; está con los pies mojados e intentando meterse las sandalias que tiene delante pero con cuidado para que no se le mojen. Le digo que no le merece la pena, porque luego se le va a meter arena dentro, pero dice que se la limpia en el agua porque no soporta la arena dentro del calcetín. Lo hace. Se pone también chandal completo y, después, un gorro bien metido para que no le piquen los mosquitos. Ya en la zona de arena seca, tiene extendido un saco rectangular de muchos colorines. De primeras, cuando me presento, el se define como deficiente mental y el hecho de reconocerlo me sorprende y verbalizo mi sorpresa por la sinceridad. Él se explica: "es lo que han decidido las instituciones, para poderme dar una pequeña paga mensual" que, en casa de su madre, una mujer ya muy mayor, le permite vivir con dignidad. Mientras él está disfrutando de unos días de vacación muy económica en Matalascañas, otra hermana se hace cargo de su madre. Aunque el tema de la madre está resuelto, José Manuel echa en falta sus animales (no recuerdo cuáles me ha dicho).
Me resulta difícil dar un orden a su narración, pero me encuentro cómo con él. Incluso cuando, para ponerme mejor su falsa deficiencia mental, me dice que estuvo alcoholizado y fue drogata. Para estas buenas sensaciones, el atardecer ayuda. Dice que la cocaína de aquí es pésima, que la que toman sus cultivadores es pura y no es dañina. Está contento de haber dejado el alcohol y las drogas. En contraste con su vestimenta, yo me meto en el saco sin ninguna ropa. José Manuel dice que voy a pasar frío, pero yo ya sé que no. El sol acaba por ocultarse.
José Manuel. Un solo de flauta
Me tumbo en mi saco, pero él sacará su flauta dulce y toca unos sonidos muy gratos. Le pido permiso para sacarle una foto, y no tiene ningún inconveniente.
¡Qué arranque de noche tan bonito! ¡Soy feliz! y me alegro de haber tomado esta decisión de dormir junto a José Manuel. Toca otro tema. Dice que también toca otro instrumento, pero no lo ha traído. Quizás sea la guitarra de boca. A veces no tiene la moral para músicas y, cuando preparó el equipaje, estuvo a punto de dejar la flauta en casa. Yo me alegro de que no lo hiciera. Aparecen uno mosquitos salteados que, según él, no son los enjambres que le visitaron el verano pasado. Finalmente, nos tumbamos, dejamos de hablar y yo me cubro la cabeza con el saco. Espero que la pueda sacar al exterior cuando a la madrugada los mosquitos desaparezcan.
El día de hoy ha sido tranquilo; la mañana sin sobresaltos y pequeños encuentros. Un rato tranquilo desnudo en la playa de la Torre del Pico del Loro, con baños, sol, lectura y dibujo. Tras la comida, bonitos encuentros con Guillermo y su amigo, luego con Luis y, finalmente, el más bonito del día con la flauta de José Manuel ¡Qué acierto he tenido en quedarme con él! Ayer durmiendo con la Iglesia y hoy con un desheredado de la sociedad. ¡Qué desheredado tan encantador!
Acercándome a Matalascañas
Ya tengo que estar cerca de los lugares conocidos, pero éstos no terminan de aparecer. La próxima revuelta de la playa; pero nada. La siguiente; tampoco. Al fin, a lo lejos, veo a alguien que, me parece, está desnudo. Le veo que va y viene en una zona delimitada. Parece que se ha bañado, ha salido del agua y, ahora, se está poniendo algo blanco; quizás un calzoncillo. Cuando llego al lugar, me acerco a José Manuel, le pregunto si se está vistiendo para ir hacia Matalascañas y me responde que no, que se queda allí, donde va a dormir. No titubeo ni un segundo y le pregunto si tiene algún inconveniente para que em quede a dormir con él. No tengo prejuicios: ni siquiera sus tatuajes me desaniman; y a José Manuel no le parece mal. Mi entrada ha sido así: Él está metido en uno de los lagos intermedios que forma la marea baja; está con los pies mojados e intentando meterse las sandalias que tiene delante pero con cuidado para que no se le mojen. Le digo que no le merece la pena, porque luego se le va a meter arena dentro, pero dice que se la limpia en el agua porque no soporta la arena dentro del calcetín. Lo hace. Se pone también chandal completo y, después, un gorro bien metido para que no le piquen los mosquitos. Ya en la zona de arena seca, tiene extendido un saco rectangular de muchos colorines. De primeras, cuando me presento, el se define como deficiente mental y el hecho de reconocerlo me sorprende y verbalizo mi sorpresa por la sinceridad. Él se explica: "es lo que han decidido las instituciones, para poderme dar una pequeña paga mensual" que, en casa de su madre, una mujer ya muy mayor, le permite vivir con dignidad. Mientras él está disfrutando de unos días de vacación muy económica en Matalascañas, otra hermana se hace cargo de su madre. Aunque el tema de la madre está resuelto, José Manuel echa en falta sus animales (no recuerdo cuáles me ha dicho).
Me resulta difícil dar un orden a su narración, pero me encuentro cómo con él. Incluso cuando, para ponerme mejor su falsa deficiencia mental, me dice que estuvo alcoholizado y fue drogata. Para estas buenas sensaciones, el atardecer ayuda. Dice que la cocaína de aquí es pésima, que la que toman sus cultivadores es pura y no es dañina. Está contento de haber dejado el alcohol y las drogas. En contraste con su vestimenta, yo me meto en el saco sin ninguna ropa. José Manuel dice que voy a pasar frío, pero yo ya sé que no. El sol acaba por ocultarse.
José Manuel. Un solo de flauta
Me tumbo en mi saco, pero él sacará su flauta dulce y toca unos sonidos muy gratos. Le pido permiso para sacarle una foto, y no tiene ningún inconveniente.
¡Qué arranque de noche tan bonito! ¡Soy feliz! y me alegro de haber tomado esta decisión de dormir junto a José Manuel. Toca otro tema. Dice que también toca otro instrumento, pero no lo ha traído. Quizás sea la guitarra de boca. A veces no tiene la moral para músicas y, cuando preparó el equipaje, estuvo a punto de dejar la flauta en casa. Yo me alegro de que no lo hiciera. Aparecen uno mosquitos salteados que, según él, no son los enjambres que le visitaron el verano pasado. Finalmente, nos tumbamos, dejamos de hablar y yo me cubro la cabeza con el saco. Espero que la pueda sacar al exterior cuando a la madrugada los mosquitos desaparezcan.
El día de hoy ha sido tranquilo; la mañana sin sobresaltos y pequeños encuentros. Un rato tranquilo desnudo en la playa de la Torre del Pico del Loro, con baños, sol, lectura y dibujo. Tras la comida, bonitos encuentros con Guillermo y su amigo, luego con Luis y, finalmente, el más bonito del día con la flauta de José Manuel ¡Qué acierto he tenido en quedarme con él! Ayer durmiendo con la Iglesia y hoy con un desheredado de la sociedad. ¡Qué desheredado tan encantador!
No hay comentarios:
Publicar un comentario