jueves, 12 de abril de 2012

Etapa 31 (147) Málaga-Álora-Málaga

Etapa 31 (147) 19 de julio de 2008, sábado.
Málaga-Álora (en tren)-El Chorro-Álora-Málaga (en tren).

Hoy mi recorrido a pie va a estar truncado por el tren Málaga-Álora, a la ida y Álora-Málaga, al regreso. El trayecto entre Álora y El Chorro, tanto a la ida como a la vuelta, lo haré también a pie. Si hubiera sido día de labor, habría cogido bus hasta El Chorro y me habría acercado a las gargantas del Guadalhorce, pero, tal como se presentó la realidad, bastante hice con llegar a El Chorro a pie.

Durante la noche, debido al calor que hace en la habitación, me levanto a ducharme sin jabón. Ahora, temprano, me visto y bajo a dibujar a la plaza y, antes de salir, me saluda Freddy que, también se ha despertado. He intentado cagar, en vano, y se me olvida afeitarme. Salgo a la plaza. Me llevo la botellita con agua del grifo. Había bebido agua al anochecer y al amanecer y es ahora cuando veo cartel de prohibición en rojo; debe ser agua no potable, pienso, pero, en realidad, de lo que se trata es de una advertencia para que no se dejen los grifos abiertos. ¡Uf!, ¡qué alivio! En la plaza he elegido banco para dibujar la torre entre naranjos. Pero no la dibujaré. Lo haré mañana.



Esperando la hora del desayuno
Estoy haciendo tiempo para que llegue la hora del desayuno. El tren a Álora es a las 9:44 h y tendré tiempo de sobra. Saliendo el tren un cuarto de hora más tarde, llegaré a Álora antes que el autobús. También, para el regreso, prefiero el tren al bus. La estación de Renfe me da más garantía que una parada en medio de una calle. Luego sigo escribiendo el diario, pero por poco tiempo, ya que llega Freddy y me pongo a conversar con él. Freddy saca fotos de mis dibujos de San Pedro de Alcántara y del Castillo de Marbella, para el recuerdo, pero no nos damos señas ni correo electrónico. 
 
Subo a mi habitación, cojo agua, organizo mi mochilita y, entonces, se levanta el otro. Saludo y adiós. Cuando llego al comedor, hace tiempo que la gente está desayunando. Como no tengo mucho tiempo, desayuno en mesa, sin enrollarme: dos vasos de zumo, un pan con mantequilla y mermelada, un bollo suizo y un café que lleno dos veces de leche. Termino para las 8:45 h. Subo a la habitación y Freddy espera a sus chicas, ¿a qué hora desayunará? Salgo bien hacia la avenida de Andalucía; esta Málaga se me empieza a hacer familiar.

Tren Málaga-Álora
Llego perfectamente a la estación y saco billete con la tarjeta dorada (3,10 €) frente a los 5,20 que me habría costado sin ella. Me confirman que saldrá de la vía 7 y me siento a escribir. Paso mochilita por el escaner, mientras el vigilante ni mira a la pantalla, más preocupado en hablar por su móvil, que en vigilar el contenido de mi equipaje. Luego el tren saldrá por vía 8. Pregunto a un chico, pero nada sabrá decirme sobre El Chorro. 
 
Sigo escribiendo en el tren; hemos pasado Cártama. Me faltan tres estaciones. Ahora estoy completando el dibujo que hice ayer en la Alcazaba y lo termino un poco antes de llegar a Álora. Cuando llego, la única solución rodada que tengo para llegar a El Chorro, es coger un taxi. Un microbús espera a los pasajeros y nos sube al pueblo. Me monto y me cuesta 1,15 €. 

Caminando hacia El Chorro
Un señor me indica el camino y me dice que hay un bar de paso en el que suelen parar los conductores y a ver si consigo que alguien me lleve a Las Mellizas, que está a mitad de camino. En el bar me dicen que tengo 12 km hasta El Chorro, pero luego comprobaré que son 14. Me dicen que no tendré pérdida. Un conductor de furgoneta de reparto me dice que retroceda a la rotonda y que vaya por el otro lado, que por donde voy me perderé. En otro bar, a un kilómetro de Las Mellizas, me insisten que no tendré pérdida. 
 
Yo, acostumbrado a que el mar me dirija, estoy algo inseguro y esta insistencia en que el camino no tiene pérdida, debe ser fruto de la cara de inseguridad que llevo. Llego a un lugar en que saco una foto de una constante: carretera, canal (con corriente hacia el sur), camino tipo sendero y arroyo seco. Una pareja se ofrece a llevarme y les agradezco, pero me niego; quedan 3 o 4 km. y ya no voy a tener el tiempo sificiente que me permita adentrarme por El Chorro. 

 
Poco antes me he encontrado con tres motoristas, que me han hecho recordar el Desfiladero de Los Gaitanes, como algo que Carmen Martín Gaite lo definía como un bonito lugar. Esta escritora, que falleció un tiempo después de este viaje, es la que me motivó para venir a El Chorro. Ya lo explicaré.

El Chorro. Un bañito mínimo
Desde abajo, veo la estación y los restaurantes de El Chorro; pero prefiero tirar hacia el Camping, porque así voy en dirección al agua. Baja una pareja y me dice que por donde voy no está el baño y que ellos bajan de ver, desde la cima, el desfiladero de Los Gaitanes y que es precioso. 





Un grupo de tres chicos, que van a ir allí después de comer, y me dicen que hay 7-8 kilómetros hasta la zona de baño, por el otro lado de la presa. Si los hiciera, tendría que añadir el doble de los 14 que todavía tengo para volver a Álora; así que me doy por satisfecho con haber llegado a El Chorro y estaré un rato por allí. Definitivamente me olvido del baño y del desfiladero. 





Encuentro a una pareja de suizos francófonos que están comiendo y cruzo con ellos dos palabras. Al volver con los tres chicos, se aclaran algunos lugares y algunas distancias. Los chicos se van y me quedo hablando con los suizos; les cuento mi viaje, les enseño mis dibujos y alucinan. 







 






Los chicos me han dicho que puedo comer en el Camping, pero la oferta será en inglés: tres pinchos con patatas fritas y ensalada; los pinchos que elijo son: ensaladilla rusa, coliflor y brócoli con bechamel y pollo al limón. 
 





La ensaladilla lleva apio, el pollo está algo seco y las patatas sosas (luego las salaré) y, lo más rico, es el brócoli y la coliflor con una bechamel que lleva queso fundido. Al final me aliño la ensalada de tomate, lechuga, pepino, remolacha, cebolla y otra cosa que no lobro saber lo que es. Como no tengo pan, no puedo rebañar el plato. Pido la segunda cerveza y todo me cuesta (6+1,20+1,20= 8,40 €). Muy bien. El dueño me considera un loco, voy al retrete a orinar y "thanks alot", digo y me despido. 

Al salir del Camping, me encuentro con la parejita suiza que van con sus bicis en el coche con idea de llegar a la zona de baño. Me preguntan mi profesión. Abrevio sin los seis meses trabajando para el Gobierno Vasco y les digo mis estudios: Comerdio, Decoración, Pedagogía... Ellos son profesores. Les hablo de mis hijas: una Ingeniero Técnico Agrícola, reconvertida en Profesora de la ESO y la otra Licenciada en Bellas Artes (Restauración de obras de Arte). Les hablo de mi amigo suizo Aurel. Ellos se llaman Thomas y Cristinne.
 
Me desean suerte y que finalice mi proyecto de viaje y yo a ellos, que concluyan bien sus vacaciones malagueñas. Desciendo y bajo al agua del río que, en realidad es un rebosadero de la presa. Apenas cubre y me tumbo decúbito supino y luego me saco una foto desnudo para el recuerdo; el apoyo es incierto y no tengo seguridad en que salga yo encuadrado. El resultado será mejor de lo esperado. Me visto y el regreso se me hará interminable.

Retorno a                                                             Álora                                                                 Al darme el baño, ya no me quedará margen para coger el tren de las 17:32 h. Al llegar a la fuente primera de esta mañana, ya estoy sin agua y me doy un trago de medio litro. 
Paso por un cortijo andaluz y de la carretera se ve un magnífico patio. También paso de nuevo por el canal y, desde otra perspectiva, lo vuelvo a fotografiar. El canal ha sido una constante en mi camino de hoy.

Cuando llego veo el autobús y al chofer a punto de arrancar, corro y le pregunto si va a la estación y me dice que no, que va en sentido contrario y que después de las seis bajará de nuevo a la estación. A esa hora ya no lo necesitaré. Habría que explicar mis razones para querer visitar El Chorro. En Irun tenemos unas actividades en la Biblioteca Municipal y, entre ellas, un libro-forum con una sesión de puesta en común un lunes al mes. Se seleccionan libros escritos por mujeres y, uno de los componentes del grupo, presenta a la autora y el contexto en que la obra elegida se produce. Para el último trimestre de 2008 me comprometí a presentar a Carmen Martín Gaite que, para entoces, hacía unos años que ya había ganado el premio Príncipe de Asturias. De toda la obra de la autora que pude conseguir, seleccioné como novela a comentar Nubosidad variable y, entre los ensayos que leí, este sobre el Conde de Guadalhorce y su obra de ingeniería hidráulica en el Chorro, fue algo que me interesó.  En pocas palabras queda explicado mi interés por visitar El Chorro.
Lástima que no tuviera tiempo de visitar también el desfiladero de los Gaitanes y los pasadizos que, según me dijeron se habían deteriorado demasiado y ya no se permitía el paso, más que a las personas que hacen escalada y que van con mucho aparataje de seguridad.
Entro en el bar Cristobal, el de esta mañana y, ahora, ya han quitado la rampa de acceso; lo comento y me dicen que sólo la ponen cuando llega un cliente minusválido en silla de ruedas; ahora, mientras escribo, él está mirando cómo juegan a cartas otros clientes del bar. El gin-tonic me lo sirven de ginebra Befeether que me la ponen en vaso con dos hielos y pido que las dos tónicas me las sirvan aparte y yo las voy vaciando con la ayuda de otro vaso vacío (3,50 €). Al fondo la iglesia del Sagrado Corazón.
Unas preciosas buganvillas que me encuentro a la entrada de Álora.

 Estoy ya con lo último y terminando de escribir. Todavía tengo casi una hora para bajar al tren. Escribo postal a mis nietos Julen y Lander. Al final, apuro tanto el tiempo, que deberé correr para coger el tren.
 Tren Álora-Málaga
 No tengo que sacar billete, pues ya saqué por la mañana de ida y vuelta. Voy con dos marroquíes, Abdehrramán y Moura. Abde es vigilante y Moura, bereber y trabaja de barman y camarero. Me preguntan qué tal me ha ido en El Chorro y les cuento; se bajarán en Cártama. Pregunto por rollos de diapositivas, pero en Málaga no hay Fnac, aunque sí a las afueras de Marbella. No encuentro rollos de diapositivas por ningún lado. Estoy cansado, así que me voy hacia el albergue. Hoy he hecho más de treinta kilómetros y, lo peor, por interior, sin ver el mar. Veo cabina pero no llamaré a Sara hasta mañana.. El bar de enfrente está cerrado ¡Adiós mi sueño de gambas! y en el albergue contrato cena de bufet y como demasiado por 7 €. Todo rico. Ceno con unos que están haciendo un curso para entrenadores; es el tercer nivel y hay de toda España y me acuerdo de mi sobrino Mikel, que también quiere prepararse como entrenador de baloncesto. Me dan su página web: www.feb.es (Federación Española de Baloncesto). Escribo a Mikel para informarle. El compañero de habitación desordenado ha desaparecido y hoy tendré a dos catalanes, pero sólo les veré desde la silla y de espaldas, al primero, mientras me doy el aloe-vera en los pies y, del otro, sólo sabré que tiene rizos. Cierro ventanas y persianas. La ducha, sin jabón, me ha tonificado y, con el gel ya en los pies, me quedo tranquilo en la cama. Los catalanes volverán a la habitación después de las doce, así que no habrá intercambio de experiencias.

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