miércoles, 11 de abril de 2012

Etapa 05 (121) Punta Umbría-Mazagón

Etapa 05 (121) 23 de junio de 2008, lunes.
Punta Umbría-Los Enebrales- El Portil-Aljaraque-Huelva-Mazagón

En el mapa coincide la conjunción y queda mal escrita la palabra La Rábida. En algún tiempo nos enseñaban que Colón partió de Palos de Moguer. Si estás en la zona, ni se te ocurra mezclar ambos nombres. Tienes que diferenciar bien Moguer de Palos de la Frontera.



Tercer dibujo del viaje antes de desayunar
Me despierto a las siete, orino, semitiro de la bomba, para no despertar a Alejandra y, con el pareo puesto, salgo a recoger la ropa tendida y ya seca. Me afeito, un lavado de gato y dejo organizada la mochila grande, también casi la pequeña. Cojo la libreta Moleskine, los rotuladores y las gafas y me voy en busca de la Torre Almenara. Me resulta más complicado encontrarla que lo que se podía prever después de haber estado ya ayer. Hago el dibujo de la torre y un poco del entorno. El regreso se me hace todavía más largo y llego al comedor justo a las 8:30 h como había quedado. Alejandra ya está tomándose su zumo. Mientras tuesta el pan, le enseño mi dibujo y le imito tostando también el mío; le paso dos de mantequilla y dos de mermelada de naranja, bebo dos zumos; un pastelito y un “manchao”. Hablamos de todo un poco y a las 9:10 h nos despedimos. Cuando salgo de la habitación, bajan a desayunar Andrés, Paz y los niños. Me despido. “¡A ver si nos vemos en Tarifa o Algeciras!”, les digo. Devuelvo la llave. Ahora está otra recepcionista y le enseño el dibujo. Quiere fotocopia para enseñarlo a su compañera y yo no tengo inconveniente; me devuelve el carnet de alberguista y salgo en marcha por camino conocido.

Por vía verde Punta Umbría-Huelva-Mazagón
Cuando llego a los pinares que ocupan un largo espacio entre la carretera y las dunas y playa, veo un pájaro de cabeza negra y alas y cola azuladas. Voy pensando en el nombre Los Enebrales y me acuerdo de la historia del Pino testigo que me contaron en el Coto de Doñana. Decía el guía allí que, cuando llega una duna móvil a un pinar, los pinos que están muy bien arraigados son cubiertos por la arena y, si los cubre del todo, pueden acabar muriendo, aunque la duna siga caminando en su desplazamiento y los pinos vuelvan a resurgir, seguirán tiesos pero serán troncos muertos.
Cuando hablaban del Pino testigo, se referían a un arbolito, con raíces menos profundas, y que es capaz de seguir caminando con la duna móvil y desplazándose con ella; este Pino testigo es, en realidad, un enebro. Los ginebros, como algunos de Altsasu llaman a los de Urbasa. Caminando por delante van Sandra y Carlos y les doy alcance; son de Braga y van a la playa y, mientras seguimos andando, les hablo de Portugal y les enseño los dibujos (sus diseños) que allí hice. Llegamos a la entrada hacia Los Enebrales y allí me despido de ellos.

Llego a un cruce que indica Huelva-El Rompido, pero me olvido de la carretera y yo sigo el camino asfaltado en color verde. En la cima encuentro a un ciclista sentado en un banco que me dirá que siga hasta que finalice el camino y que luego continúe por un aparcamiento de tierra, pero por el que se anda bien y que, más tarde, encontraré el cruce con el nuevo camino de color verde.


Venía dudando pero, al llegar cerca del cruce, decido darme un baño, ya que será el último antes de llegar a las playas de Mazagón. Entre medias sólo voy a tener las marismas del Odiel, el río Tinto y la ría final que forman los dos ríos al encontrarse. Aunque el día está nublado, dedico un cuarto de hora al baño; las nubes no me permitirán un secado rápido y, hasta que no estoy seco, ni me visto, ni me voy. Salgo a carretera y cruzo al otro arcén, pues ahora el camino pasa al otro lado.

Me encuentro con un grupo de ecologistas con camisetas que ponen Nueva Umbría y que se dedican a labores de limpieza de playas; son una veintena y no me parece que sean de allí, ya que por la tarde les van a enseñar por dentro la Torre Almenara. Aquí el camino verde reinicia muy bonito, va entre pinos y, desde él, se ve muy bien cómo se configuran las marismas del Odiel.



Insectos Palo de Australia
Saco fotos de una txabola de hojalata (bidones alisados) blanca, preparada para un eventual refugio; hoy, a pesar de las nubes, no me hará falta. Cuando llegue al término de Gibraleón, veré cigüeñas en sus nidos; casi siempre engarzados en torres eléctricas.

Me sorprende ver la señal de Gibraleón, puesto que está mucho más al norte, pero no sé cómo se configura el término municipal (confío en que no fuera un error en mis notas). Llegando a la indicación Las Moreras-El Rincón sale un rato el sol, pero las nubes permanecerán hasta la tarde. Veo que en la carretera un hombre mete ramas con hojas en el portamaletas de su coche.”¿Te ayudo a empujar?” le digo, bromeando y él me sigue la broma y me cuenta lo que está haciendo. Se trata de un chico de Huelva que tiene en casa una colección de insectos palo de Australia y que se alimentan de hojas verdes de eucaliptos y que, en ese rodalito, ha visto que hay eucaliptos de varias características y está cogiendo hojas, selectivamente, para probar cuáles tienen más aceptación para sus bichos. Veo los eucaliptos y encuentro una señal de stop en un lugar en que no le veo mucho sentido y lo comento con un ciclista que llega en ese momento. Vuelvo a la vía verde.
Continuando por la vía verde.
Jaras en Aljaraque
En una de las curvas, un grupo de obreros está preparando un ensanchamiento de la vía para sacar espacio para un merendero. Más adelante veré la preparación de otro. Éste ya está muy avanzado y lo podrán usar tanto ciclistas como caminantes, siempre que hayan llevado su propia comida, pues el acceso al Restaurante Rancho Grande, que está enfrente, en la carretera, tiene acceso difícil, si no imposible. El término al que estoy llegando ahora, es el de Aljaraque, término que tiene “jara” entre “Al” y “que”, todos muy árabes, como el arbusto, que también empiezo a ver y, ahora, tras mi recorrido santiaguero por Huelva y Badajoz, ya soy capaz de distinguir, después de que me causara tantos problemas por mi periplo costero portugués. Un vigilante forestal observa un terreno que han alisado; se pregunta: “¿con permiso, o sin él?” Le veo salir de una finca vallada. Dos ciclistas vienen en paralelo y, como sé que en carretera está prohibido, y como no me puedo callar, les llamo la atención; mi provocación no obtiene resultado y siguen para delante. Algunos ciclistas ruedan con exceso de velocidad. Un chico va hacia Punta Umbría con mochila y dos perros; va con la confianza de que un amigo se quede con el dálmata.

Poco antes de pasar el puente sobre el Odiel (el Tinto no lo tendré hasta que cruce Huelva capital), me encuentro con una catalana y un salmantino; él está en el proceso de oposicitar a la ESO, como mi hija, pero en Huelva, ninguno se quitará la plaza entre sí. Van hacia Punta Umbría y llevan la comida en la mochila que, ahora, lleva ella; dicen que se la intercambian.


Desde el puente sobre el Odiel, saco foto de Punta Umbría,  muy a lo lejos, pero Mazagón no creo que se vea, en todo caso, algo de La Rábida.


Pensando en la comida. Orientadores
Pasando el puente sobre el Odiel sopla un viento potente; un pescador está incómodo, pero me recomienda para comer algún asador de carne de los que están junto a la plaza de toros y Colón.

Cuando estoy pasando por los Astilleros y me dirijo hacia allí, me encuentro con Ciprián, que vive en Maó (Mahón) y es ingeniero técnico naval, es rumano, y está trabajando en el astillero. Ciprián es un chico alto, su padre es piloto naval y me recomienda un sitio barato, en el Aqualón, que está en los sitios que menos me gustan, en un centro comercial. Como me ha parecido una orientación con fundamento, le hago caso y acierto, aunque no creo que el elegido haya sido exactamente el lugar que Ciprián me recomendaba. Como en el Dehesa de Santa María: Ensalada de cogollo, tomate y queso y rebanadas de pan tostado, una de espárragos con mahonesa, otra de dos anchoas largas en aceite y otra de jamón, que será la mejor. Me atienden muy bien, pero me enrollo lo justo. Voy al retrete y, en el último, el agua está saliendo a chorro; regreso y lo advierto, pero me dicen que han avisado desde hace dos días y todavía no han venido a arreglarlo. “¡Al menos que corten la entrada de agua!”, les digo. Pago 6 € por la comida. No ha sido una comida muy formal, pero ha sido suficiente, aunque el recorrido será largo y el tramo entre Punta Umbría y Los Enebrales lo he hecho hoy por cuarta vez.

Caminando hacia la desembocadura del río Tinto
Cuando ya estoy paseando por las calles de la capital, me acuerdo de que ayer se me olvidó pedir sello, así que entro en lo que me coge más a mano, La Casa del Mar; quizás sea el lugar más apropiado, ya que de esta zona: Moguer, Palos de la Frontera, La Rábida, y por el mar, salieron las naves que surcaron el Atlántico hacia América; aunque el resultado no sé si es para alegrarse o para llorar. Más tarde tendré una disputa con una mujer del Cono Sur. Luego visitaré a Colón. En el vestíbulo coincido con un matrimonio de Errenteria  (creo que él me dijo que era Arrieta de segundo apellido). Me dice que están allí hospedados, pues tienen convenio para poder hacerlo. Me echan el sello del Instituto Social de la Marina. Ministerio de Trabajo e Inmigración. Dirección Provincial. Huelva.

Un tinglado de carga y descarga que da la impresión de estar obsoleto, en desuso, no se ve movimiento alguno.


Cargueros cargando material en la ría del Odiel.


Empieza de nuevo un camino magnífico que, con pequeños tinglados de madera, bonitos y sencillos, hechos para el relax, para el descanso, de los paseantes, lo va haciendo más ameno y me llevará hasta la famosa estatua de Colón, ya próxima la confluencia del Odiel con el Tinto.


Al pasar por la Zona Industrial, tengo suerte de que el viento empuja el humo hacia el noreste. Paso por Fertiberia y de sus pabellones industriales, enormes tubos salen hacia el Odiel. No sé si lo que pasa por esos tubos sea algo demasiado saludable; “ferti” suena a fertilizantes y, en este momento en que tanto se está barajando el crecimiento sostenible y la ecología, parece ser que los fertilizantes no son muy ecológicos que digamos; esperemos, al menos, que ningún residuo caiga al río en su trasiego a los barcos de carga. Quizás mi deducción sea ilógica y “Ferti” se trate de la fabricación de hierro y titanio. Hoy, 8 de abril de 2012, me envían por correo una denuncia de un vertido, en las riberas del río Tinto, de restos de fosfoyesos, la más grande en extensión de Europa, y que son radiactivos y tóxicos. Es una llamada de socorro de los onubenses que ven peligrar su salud. El lugar de los vertidos ya está colmatado y supera los límites permisibles, pero se sigue echando restos de fosfoyesos. Por el exceso de peso que ésto supone, se están deteriorando los suelos y el peligro de contención se acrecienta. Green-peace ya lo ha denunciado, pero parece que no hay voluntad política para resolverlo. El gobierno del PSOE de la Junta de Andalucía, parece que no tiene intención de hacer nada. Me añado con esta nota a la petición de SOCORRO de mis amigos de Huelva.

Niños y padres celebrando el fin de curso
Llegando a la estatua de Colón, unos niños juegan al futbol y el portero está tumbado en el suelo, ya que se ha hecho daño por pisar el balón. Le hago una broma con el sonido de la ambulancia y se acercan y les saco una foto.

Sin portero no se puede seguir jugando al futbol. Me cuentan que están celebrando el final del curso y las buenas notas y que sus padres están en el bar. Les digo que vengo andando desde Portugal pero, cuando visite a los padres no les diré nada de mi viaje. Se sorprende alguno cuando les digo que me han dicho que celebran sus buenas notas “¿eso te han dicho?”, me dice uno; y otro, “no será el mío”. Se ve que alguno ha tenido algún suspenso aunque, dependiendo de las expectativas que tienen algunos padres de las posibilidades de sus hijos, sacar un aprobado pudiendo sacar sobresaliente, puede considerarse un fracaso.

Hacia el puente sobre el Tinto.
Un barco se descabeza
Me voy del bar y veo a los niños que siguen jugando al futbol y empiezo a pasar el puente sobre el río Tinto. Foto: Colón vigila y yo le vigilo desde el puente.

Cuando voy por la mitad, está llegando, para pasar por debajo, un barco al que un operario está desmontando el tinglado de arriba, ya que el puente no tiene la altura suficiente como para dejarle pasar por debajo, tal cual está. No sé que elementos son los que desmonta, algún artefacto para señales lumínicas, alguna antena…Quizás, por la foto, algún experto podrá darnos la explicación, el dato, que yo no puedo dar.

“MAZAGÓN SEGREGACIÓN ¡YA!”
Una vez pasado el puente, llega la parte más fea del paseo, ya que el tramo hacia La Rabida lo tendré que hacer entre fábricas y por carretera; así que no se cumple la promesa de que la vía verde llegaba a Mazagón; menos mal que, al menos, la carretera tiene buen arcén. Veo que están construyendo una nueva carretera, pero pregunto y nadie me sabe dar señal de a dónde irá. No hay forma de ver el mar, pero veo que dos coches salen de un camino y tienen aspecto de venir de playa, así que me aventuro. Al llegar una furgoneta, pregunto y me responden que por allí está la playa más cercana. Sigo el camino y llego a una urbanización donde aparecen carteles de MAZAGON Segregación ¡YA! Un hombre que pasea por allí, me dice que Mazagón pertenece, una parte, a Palos de la Frontera, que será la playa en que me baño, donde tomo la cerveza y donde dormiré; y otra parte que pertenece a Moguer, la zona del Parador. Doy por buena la explicación y me voy a dar un baño, aunque aún no he llegado a mar abierto, todavía estoy en la ría de confluencia de los dos ríos que allí desembocan.

A vueltas con la existencia de Dios
Como en la playa, en la zona donde estoy, no hay nadie y sólo veo una pareja alejada, me desnudo y me doy un baño, con el temor de que el agua no sea muy saludable. No veo nada extraño en el agua y, aparentemente, está bien y el baño me sabe rico. Luego, la pareja me dirá que lo que hay enfrente es un dique que tuvieron que hacer como defensa, para que el golpe de mar no se llevara la arena de esas playas, que el puerto que veo es el deportivo y que Colón salió de más al noroeste, de La Rábida. Después me encuentro a una mujer, que luego sabré que es francesa, que está con dos niños en la arena, el pequeño desnudito y sentado en la orilla y el otro algo mayor con bañador y una camiseta que le llaga por las rodillas. Le digo a la mujer que, más que una camiseta, parece un vestido, y me sonríe con un gesto de “no entender”. Resulta que el niño de la camiseta no es hijo suyo, sino de unos salvadoreños que luego veré; encuentro al matrimonio y, tras preguntarme de dónde vengo y decirme ellos de dónde son, me empieza con la monserga de que tengo que dar gracias a Dios que me permite hacer este “mi viaje”, que Dios por aquí y Dios por allá. ¡Acaso llevo cara de ateo! Me sorprende, puesto que me suelen decir que mi cara, en mi caminar, irradia felicidad. Y la de El Salvador sigue: Que hay que creer, que hay que pedirle, y que Dios le manda que me lo diga y que, así, no me pasará nada. ¡Me harta! El marido, prudente, se retira para vestir al niño, y le digo a ella, abiertamente, que dios no existe, que dios es un invento y que si ella lo necesita, será bajo su responsabilidad, pero que no me obligue a mí a creer una falsedad. Me pongo a recapacitar, parece éste el lugar idóneo pare esta discusión. Los españoles fuimos de aquí a Las Indias occidentales, anulamos los dioses, las creencias de sus autóctonos, impusimos nuestro dios uno y trino y, ahora, en el momento en que algunos nos hemos podido sacudir de encima a Franco y a la Iglesia, nos vienen de América a catequizar. ¡Tiene bemoles la cosa!


Me voy enfadado, intento salir de la playa, pero me encuentro con un puerto con mal aspecto, da la impresión de que voy a tener dificultades para soslayarlo. Me meto por una cuesta, que me lleva a un lugar elevado, desde donde puedo sacar una foto del nuevo puerto o del viejo en reconstrucción y con el dique al fondo.

Con ayuda de Alá
Lograré salir con la ayuda e información que me da Karim, un marroquí que dice ser apátrida. Si los creyentes en la iglesia católica están sojuzgados bajo sus creencias; que más que creyentes parecen crédulos; ¿qué podemos decir de los musulmanes? Con la cantidad de prohibiciones añadidas que les van imponiendo. No pueden comer cerdo, los animales deben ser desangrados y muertos mirando a La Meca, no pueden beber alcohol (eso sí, todos los porros que les dé la gana), no se pueden ver desnudos unos a otros, ni en las duchas después de la gimnasia. ¿Para cuándo una asociación nudista musulmana? Sería un buen primer paso de rebeldía contra la opresión. Bueno dejemos el tema, que puede dar para demasiadas páginas. Hablo con Karim de su país y hago un recorrido turístico por su geografía, lo que pude ver cuando visité Marruecos en 2001. Aunque Karim se defina como apátrida, le agrada que hable bien de las cosas que me gustaron de su país. Este es un recurso que no podía haber utilizado con la salvadoreña, ya que nunca visité su país, nunca salté el charco y no tengo ninguna intención de hacerlo. Bueno, me despido de Karim y, con su ayuda, consigo salir del atolladero.

Buscando posada en la Iglesia
Salgo a la carretera y subo una cuesta hacia el centro del pueblo de Mazagón. Pregunto a un grupo de cinco o seis chavalitas por un bar y me dicen que siga hacia arriba, en la calle Ancha. Me quieren quitar de en medio y se pasan a la otra acera. Se que no tengo albergue en este pueblo, y al Parador no pienso ir, así que sigo hacia la calle Ancha con idea de buscar un sitio para cenar y luego ya buscaré dónde dormir. Sigo subiendo la cuesta y encuentro a la izquierda la siguiente indicación: Albergue Nuestra Señora del Mar. Me asomo, pero no veo nada. Yo sabía que el Albergue de Juventud de Mazagón, que antes figuraba en la guía, había quedado fuera del circuito de la Junta de Andalucía; así que este anuncio me ha producido una sorpresa, por lo inesperado. Paso al otro lado de la carretera, pero allí no veo ningún edificio, pero una de las chicas me insiste en que los edificios están entre los pinos. Vuelvo al otro lado, me asomo de nuevo y da la sensación de que hay luces y que está en funcionamiento. Me asomo a la cocina y está sin gente, pero se ve que han comprado una bolsa de patatas (pueden ser manzanas), lo que es una buena señal. Voy al edificio de al lado, y una chica llama a Diego, que es el cura joven que está como responsable del grupo. Es una experiencia de convivencia con cinco chicas y cinco chicos. Él tiene cedido el local hasta el jueves y no se puede comprometer a admitirme ya que, en su bloque, tiene todo completo. Como ve que tengo interés en dormir allí, me insiste para que vaya a hablar a la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, que está ahí al lado. No la veo, le creo, voy, la encuentro, pero está cerrada. Pero, parece, que la casa aledaña también puede pertenecer a la parroquia. Un señor que está sentado por allí, me lo confirma, así que vuelvo y llamo al despacho parroquial. El párroco está trabajando en el ordenador y, tras mi insistencia, quedo citado con él a las diez de la noche que será cuando vuelvan de celebrar en una iglesia de fuera del pueblo; está esperando a Diego, quien le va a acompañar. “¡Hasta las diez!”, me despido. Cuando salgo, llega Diego y, tras saber la respuesta del párroco, me invita a cenar con el grupo “¡En buena hora he aceptado!” Será un desastre de cena. Foto de atardecer con el barrio reivindicativo de la desanexión recortado en el ocaso.


Dormida bajo protección divina
Subo a la calle Ancha y pido, en un restaurante donde sirven medias raciones, ½ de coquinas, como tentempié hasta la cena, pero me contestan que tienen de todo menos marisco, así que me voy a otro lado. En el Cotton bebo dos tubos y me sacan dos tapas de queso (triángulos) con miniflautitas; lástima que he tenido que renunciar a las coquinas. Pago 2 €. Es la noche de víspera de San Juan y ni me acuerdo de las hogueras ¿No habrá costumbre por aquí? Hablo con los de la mesa de al lado, les enseño la Torre Almenara de Punta Umbría y me dan información de que, más adelante, hay una zona por la que no podré pasar, pues hay un campo de tiro. Recibo la información y hago como si no la hubiera oído. Se levanta airecillo y empiezo a tener frío, el camarero me desea buen viaje y a las diez en punto estoy en la puerta del despacho parroquial. Es el mismo párroco quien me acompaña con la llave al primer edificio, me enseña las camas que hay y que elija, y también los servicios, que están a continuación del dormitorio, en el mismo edificio, y que mañana no me preocupe cuando me vaya, que él pasará a cerrar con llave. Agradezco al cura y se va. Dejo la mochila y me voy hacia la cocina con la mochilita. Antes he ofrecido a Diego que, si va bien con el programa de la convivencia, me utilice, ¡qué riesgo! (para él y para mí). Cuando llego a la cocina está en marcha la operación de hacer “sticks” con las patatas peladas, par luego sacarlas fritas. De momento, no veo otra cosa y sólo tienen dos litros de aceite para freírlas en la freidora. Javi se va a asesorar y, de momento, me quedo solo. Como no aparece nadie, me pongo a escribir el diario, que hoy ha sido un día muy intenso. Por fin aparecen todos menos uno, que se ha ido a algún sitio, así que, conmigo, estaremos once a cenar. Ya son las once. Empiezan a salir las patatas fritas, pero no hay freidora y todas hay que freírlas en cazuelas, lo que hace que las patatas medio se cuezan y se peguen al fondo. ¡Qué desastre! La estrategia para freír huevos y salchichas también es inadecuada. Empiezan bien, friendo los huevos pero, tras freír la mitad, deciden freír la mitad de las salchichas y, como la sartén está ya impregnada de la grasa de ellas, los siguientes huevos saldrán fatal. Yo  me freiré el mío en esa sartén y me saldrá el más impresentable.  Y como no vamos a cenar hasta que esté todo preparado, al final cenaremos todo frío. Tenemos un vaso de Fanta naranja para cada uno y no hay postre. Es una cena de regalo, estoy como invitado y no voy a poner pegas, pero convivir cinco días con ese nivel de calidad, será mortal de necesidad; salvo que la falta de calidad sea compensada con la calidez y cariño que se tenga el grupo, por razones extraculinarias. En la sobremesa, Diego prepara una lista para la intendencia de estos días: quienes preparan la comida, quienes friegan. Esta noche, Pepe se libra de fregar. Hay una chica de pantalón corto, que le cubre justo el culito redondito y respingón, que es la más activa, diría más, es la única con remango. Después les hablo algo de mi viaje, del encuentro con la salvadoreña, que lo tengo tan reciente y todavía me quema (más que el huevo y la salchicha), de mi no creencia en Dios y doy argumentos sencillos. Veremos cómo Diego, en la convivencia de estos días, le da la vuelta al tema. Diego había bendecido la mesa antes de cenar y yo he puesto en práctica el “donde fueres haz lo que vieres” y he añadido “et in saecula saeculorum, amen”. Veo a Diego algo desganado, poco peleón, como si estuviera dubitativo, con pocos argumentos y falta de fuerza para llevar un grupo de jóvenes, con la de juego que puede dar esta sociedad de consumo materialista; utilizar la convivencia para recuperar valores que se han ido perdiendo: el amor, la solidaridad, la generosidad, con humor. El grupo se va al otro edificio y nos despedimos. Doy las gracias por la invitación y yo me voy al mío. Son las doce. Hace calor; me ducho, extiendo el saco pero, sobre la colcha, el calor es mayor. Lo peor es que dentro de la habitación hay algún mosquito; pero hace tanto calor que ni me tapo y, si quiere, que me pique. No se oye apenas música, ni jaleo, algo impropio de una noche de San Juan. Sólo algún cohete desperdigado.

¿Qué destacaré de un día tan intenso? Haber comenzado tan temprano, dibujando, en Punta Umbría y terminar tan tarde, durmiendo, en lugar religioso de Mazagón. El recorrido ha sido tranquilo, con la curiosidad de lo aprendido con el recolector de eucaliptos para sus insectos palo, como lo más exótico; el encuentro con el rumano que me ha orientado para comer; y los chavalillos que festejaban su final de curso jugando a futbol en el monumento a Colón. Lo más curioso ha sido el giro religioso que ha tomado el final de la jornada, empezando con la salvadoreña, continuando con Karim, el marroquí y terminando con los curas acogedores. Aunque no comparto ideología, sé que, desde su perspectiva, la intención de la salvadoreña era salvarme de la condenación eterna. En cualquier caso, mucho que agradecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario