Playa de Villaricos-Pulpí-San Juan de los Terreros-La Carolina-Calarreona-Águilas-Calarreona.
Nuevo cambio de mapa. Pasamos de Almería a Murcia.
Sólo queda un pescador de los que llegaron ayer y trato de comunicar con él, pero tiene dificultades para articular palabras y sustituye el lenguaje con gestos y asiente a cuanto le digo. Recojo todo, pero la pasarela que me ayudó ayer Pedro a trasladar, no la puedo volver a dejar yo solo en el sitio en que la encontré; pesa demasiado para mis fuerzas. Supongo que algunos de los que vengan a bañarse a La Dolores la quitarán. La verdad es que, donde lo encontré, era también lugar inadecuado, puesto que estaba en medio de la playa.
Ya en marcha, es ahora cuando me he acercado al pescador nada hablador. Una mujer pasea y deja su coche con la puerta trasera abierta; la veo así desde que me he levantado. Cuando me dirijo al Puerto de Villaricos, veo la playa de la Esperanza y tras sacar foto del puerto, vuelvo a pasar por La Dolores y fotografío de arriba el lugar donde he dormido. Una foto poco luminosa, como las de primera hora de la mañana, que no augura una buena jornada, pero que acabará en un día soleado. Murcia me recibirá con sol.
Fotografío
el conjunto de arcos de medio punto y una chimenea que está a lo lejos. Aunque las calas no son brillantes, se les va dando distintos nombres: Cala del Peñón Cortado, Cala de las Conchas, que tiene una casa construida en lugar estratégico, que incumple totalmente la ley de costas; por detrás pasa una carreterita de acceso a la cala pero, por la ubicación del edificio, pareciera que la playa es sólo para uso de sus habitantes; una playa exclusiva y vigilada desde sus habitáculos.
Dejo la carretera y cojo un camino de tierra, orientado por un hombre que está con su familia. Luego dos parejitas me recomiendan para comer en San Juan el Restaurante La Frontera, que coincide con el inicio costero de Pulpí, al que también pertenece San Juan de los Terreros. Ya se puede ver San Juan a lo lejos, desde un promontorio del camino. Cuando llego al final del paseo marítimo no logro ver el lugar recomendado. Llego a un restaurante del que no veo el nombre y me doy la vuelta al edificio y lo confirmo. Tal como las parejitas me habían informado, no podía ser otro. Un chico que no sé si es el yerno de la dueña, o el dueño de la suegra, me dice que los sábados dan fiesta a sus empleados y que, por tanto, no dan comidas. El yerno me remite a su suegra para que me dé una información geográfica que le había pedido. La suegra está con una niña (o niño) y me dará varias informaciones: que en las rocas hay posibilidad de que me pueda bañar desnudo; me confirma, lo que ya me habían dicho, de que La Carolina está pasado San Juan de los Terreros; que el paisaje que se ve hacia el norte, corresponde todavía a Almería; y que el final puede ser más ambiguo y, cuando llegue a la provincia de Murcia, todavía no veré Águilas. No sé dónde terminaré la jornada de hoy. Tengo la batería del móvil recargada y hasta el lunes no me llamará José Martin, si no lo uso, es probable que me dure. Voy con idea de dormir en el albergue de Calarreona, pero ¿llegaré? Voy paseando de nuevo por camino de tierra y veo que hay zonas especialmente indicadas para bañarme desnudo; pero prefiero llegar a comer a buena hora. Veo a una pareja desnuda protegida por su rulote y acabo por animarme. El baño es magnífico, sin piedras, sin rocas y con una agua transparente que permite ver nítido el fondo arenoso y que luego continúa de piedras pero en sitio en que ya se puede nadar. Un coche se detiene, sale el conductor, joven, enciende su cigarrillo, se acerca a la orilla, toca el agua, pero no se decide a darse un baño. A mí me parece que está templada; me habría gustado que estuviera un poco más fría. Para gustos se han hecho los colores. Yo disfruto; entro y salgo, entro y salgo… ¡qué felicidad! Un andarín pasa por el camino y continúa. Me seco al aire, recojo todo, me visto y me encamino con intención de comer en San Juan de los Terreros.
Me parece una buena solución y así no ocurre como la salida al mar del río Aguas que ya os presenté al pasar de Mojacar a Garrucha. Cuando llego para pedir mapa a Información, pone que abrirán a las 17:00 h; en vista de lo cual me voy a tomar un gin-fish al bar del Hotel Venta Terreros. Ascensión pone empeño en hacerlo bien, pero tiene hielos grandes y se le escapa líquido de la coctelera; con todo, está rico y lo saboreo con sumo placer. Será el primero y último del viaje de este verano. Me cuesta 3,50 €. Mientras lo bebo, dibujo el espacio que veo desde la terraza; son palmeras con farola, otra vegetación y las montañas del fondo.
Entrando en la provincia de Murcia.
La primera playa de Calarreona por la que paso se llama La Higuera y la que viene a continuación, se denomina Matalentisco. Observad el lado izquierdo con sus cuevas y arenisca desgastada por el viento y la lluvia. Sin darme cuenta de que es por allí por donde está el albergue juvenil, continúo hacia delante.
Me pongo a hablar con un ecuatoriano y me dice que él, posiblemente, también duerma allí. Se muestra muy bacilón, pero yo no estoy de humor por no poder bañarme desnudo y me muestro desagradable contra la religión, la fe, Dios y los reprimidos sudamericanos. Él me dice que en Brasil todos se bañan en pelotas. ¡Habrá que verlo! Pero me pilla algo a desmano para llegar allí a pie.
Últimas horas en Villaricos
Me despierto en playa La Dolores antes de la siete y subo a cagar a los servicios que están cerca de la ducha exterior. El último que lo usó no limpió bien sus residuos, pero el retrete está aseado. He dormido bastante mal hasta que he decidido desprenderme de la plataforma descompuesta que me servía para aislarme de las piedras negras; pasando la esterilla de la plataforma a las piedras, y despreocupándome de que el saco se me ensucie, ya he podido dormir mejor. Es lo malo que tiene cuando llegas a un lugar ya oscurecido. Bajo al agua y me baño por donde me indicó Pedro; cubre poco pero es lo suficiente para nadar un poco por encima de las rocas. La entrada es buena y, también la salida y, como ya es habitual, me seco al aire, ya que la temperatura, aunque sea temprano, es lo suficientemente alta como para no necesitar toalla.
Sólo queda un pescador de los que llegaron ayer y trato de comunicar con él, pero tiene dificultades para articular palabras y sustituye el lenguaje con gestos y asiente a cuanto le digo. Recojo todo, pero la pasarela que me ayudó ayer Pedro a trasladar, no la puedo volver a dejar yo solo en el sitio en que la encontré; pesa demasiado para mis fuerzas. Supongo que algunos de los que vengan a bañarse a La Dolores la quitarán. La verdad es que, donde lo encontré, era también lugar inadecuado, puesto que estaba en medio de la playa.
Ya en marcha, es ahora cuando me he acercado al pescador nada hablador. Una mujer pasea y deja su coche con la puerta trasera abierta; la veo así desde que me he levantado. Cuando me dirijo al Puerto de Villaricos, veo la playa de la Esperanza y tras sacar foto del puerto, vuelvo a pasar por La Dolores y fotografío de arriba el lugar donde he dormido. Una foto poco luminosa, como las de primera hora de la mañana, que no augura una buena jornada, pero que acabará en un día soleado. Murcia me recibirá con sol.
Hacia San Juan de los Terreros
Voy por carretera próxima a la costa y por arcén derecho, para no perderme su belleza; aunque en este tramo no disponga de playas largas, los entrantes y salientes de rocas al mar y alguna calita, como veréis en Cala Cristal, merecen la pena. Hay poca circulación en ambas direcciones, quizás sea porque es sábado.
Algunas pequeñas playas por las que voy pasando quedan próximas a la carretera, pero otras se van alejando y no las puedo ver bien. Veo unas construcciones desconstruidas por el paso del tiempo.
Una especie de acueducto que no creo fuera romano, aunque tampoco nadie me dijera lo contrario. Son restos curiosos que no afean el paisaje; aparecen como si fueran esculturas hechas a propósito para alegrar la vista al caminante.
Fotografío
el conjunto de arcos de medio punto y una chimenea que está a lo lejos. Aunque las calas no son brillantes, se les va dando distintos nombres: Cala del Peñón Cortado, Cala de las Conchas, que tiene una casa construida en lugar estratégico, que incumple totalmente la ley de costas; por detrás pasa una carreterita de acceso a la cala pero, por la ubicación del edificio, pareciera que la playa es sólo para uso de sus habitantes; una playa exclusiva y vigilada desde sus habitáculos.
La fotografío desde la carreterita de acceso a la playa y, después de pasarla, desde el otro lado, ahora ya en la ruta de la costa, con la playa a la vista; así tenemos una mejor visión de lo estratégico del lugar.
Hay otras casas enclavadas en rocas que, por la forma de cierre de sus muros y lo que dificultan el acceso a las rocas, si no es por mar, hacen del espacio todavía más exclusivo. Parecen rocas preparadas con bajadas al mar por los dueños de la casa. Si no ponen trabas a que gente ajena haga uso de sus artilugios, no hay más que hablar, pero si encima de que disfrutan de un espacio que debiera ser perfectamente accesible desde la carretera, y no lo es, y ponen pegas a un espacio que pertenece a todos, en ese caso, habría que denunciarlo. Como no tengo más datos, y no sé el comportamiento de los propietarios y no conseguí que nadie me informara, poco más puedo decir.
Una bonita playa: Cala Cristal
Sigo carretera adelante y me encuentro con una cala que, en su pequeñez, me parece preciosa. Tiene una roca en el mar y el istmo de arena que la une a tierra, da a dos vertientes: una al norte y la otra al sur. La primera tiene la arena muy fina, pero me resulta más grata la del sur porque se ven con nitidez los fondos marinos, como si el agua, que es la misma, fuera más cristalina a ese lado. Me doy un baño, salgo y me vuelvo a tirar de cabeza. Desde la carretera se me ve, ya que no es una cala escondida, pero hay tan poca circulación que apenas llamo la atención. Me seco al sol, que ya reluce, apoyado sobre la roca, donde alguien poco escrupuloso y que no entiende que con la propiedad pública hay que ser igual o más respetuoso que con la privada, ha dejado desparramadas unas cuantas cáscaras de pistacho. Hacia el sur hay dos playitas más, aunque menos coquetas que ésta en la que estoy. Para posibles visitantes, debo decir que Cala Cristal es tan mínima que se llena con dos familias, así que, quien desee disfrutarla, tendrá que madrugar. Yo solito y temprano la disfruto a tope y eso que estoy sin desayunar. Es una hora ideal para hacer nudismo; no sé lo que pasaría si hubiera gente. Pasan ciclistas por la carretera; uno que se para y acerca a la playa, me dice que a un kilómetro encontraré un lugar para desayunar. Me visto, salgo de Cala Cristal con la buena sensación de haber disfrutado de un espacio privilegiado y bello y, siguiendo hacia el norte, que es la dirección que llevaré hasta llegar al Mar Menor, volveré a encontrar más casas que se apropian de lo ajeno. Habría que saber si se construyeron antes o después de la última Ley de Costas.
Desayuno en Playa Calón
Reconfortado por el baño, me acerco a Cala El Calón, y entro en el pueblo porque no hay bar en la carretera. Un señor que de once a doce repartirá pan, me orienta hacia el bar Bergantín que, en la carretera anuncia menú por 9 €. Desayuno una tostada entera, una napolitana de crema y un vaso grande de café y leche. Cuatro mujeres que también desayunan, se sorprenden con mi viaje. Pongo el móvil a recargar, aunque no estaba descargado más que a medias pero, como se me vacía tan fácilmente, prefiero pecar por exceso, aunque no lo recomienden, que por defecto y quedarme incomunicado de la familia y de José Martin, que prometió llamarme el lunes. Escribo el diario. Son las 12:30 h y como el menú que ofrecían en el anuncio, no lo ofertan en sábado, cojo el móvil, lleno mi botellita de agua y vuelvo hacia la carretera.
Recibo mensaje de mi hermana Sagrario: está en un viaje de un montón de kilómetros en autobús por Centroeuropa. Creo que es el viaje que me anunció que iba a hacer con la Coral Alsasuarra. Me aparece el bolígrafo que creía haber perdido, razón por la cual, ayer noche, Regina me regaló el suyo. En Playa Calón se empezó a construir un edificio que iba a ser hotel y centro comercial y el proyecto se ha quedado parado en esqueleto. No sé si las razones son económicas, falta de fondos o de créditos, pero será una construcción que, cuanto más tiempo permanezca en esas condiciones, lo único que hace es afear el paisaje. Al menos el hotel de El Algarrobico está terminado y tiene buena apariencia. Éste no son más que cimientos, postes y plataformas en color de obra. Saco foto para el recuerdo. Las primeras horas de la mañana he ido con el sol oculto entre las nubes, lo cual me ha venido bien para caminar por carretera; ahora luce el sol.
De Pulpí a
San Juan de los Terreros
San Juan de los Terreros
Tras pasar Playa Calón, sigo por el borde del acantilado, junto a la carretera y paso por una zona de lajas de pizarra que, pulverizadas, reverberan y parece que echan fuego, ¡qué calor dan! Menos mal que hoy el viento de levante es más fresco que lo habitual. Cuando llego a la playa de la Entrevista, pregunto por La Carolina que, según mi relación de playas nudistas, es la siguiente y la sitúan en San Juan de los Terreros. Me dicen que tendré que pasar esa población para encontrarla.
Dejo la carretera y cojo un camino de tierra, orientado por un hombre que está con su familia. Luego dos parejitas me recomiendan para comer en San Juan el Restaurante La Frontera, que coincide con el inicio costero de Pulpí, al que también pertenece San Juan de los Terreros. Ya se puede ver San Juan a lo lejos, desde un promontorio del camino. Cuando llego al final del paseo marítimo no logro ver el lugar recomendado. Llego a un restaurante del que no veo el nombre y me doy la vuelta al edificio y lo confirmo. Tal como las parejitas me habían informado, no podía ser otro. Un chico que no sé si es el yerno de la dueña, o el dueño de la suegra, me dice que los sábados dan fiesta a sus empleados y que, por tanto, no dan comidas. El yerno me remite a su suegra para que me dé una información geográfica que le había pedido. La suegra está con una niña (o niño) y me dará varias informaciones: que en las rocas hay posibilidad de que me pueda bañar desnudo; me confirma, lo que ya me habían dicho, de que La Carolina está pasado San Juan de los Terreros; que el paisaje que se ve hacia el norte, corresponde todavía a Almería; y que el final puede ser más ambiguo y, cuando llegue a la provincia de Murcia, todavía no veré Águilas. No sé dónde terminaré la jornada de hoy. Tengo la batería del móvil recargada y hasta el lunes no me llamará José Martin, si no lo uso, es probable que me dure. Voy con idea de dormir en el albergue de Calarreona, pero ¿llegaré? Voy paseando de nuevo por camino de tierra y veo que hay zonas especialmente indicadas para bañarme desnudo; pero prefiero llegar a comer a buena hora. Veo a una pareja desnuda protegida por su rulote y acabo por animarme. El baño es magnífico, sin piedras, sin rocas y con una agua transparente que permite ver nítido el fondo arenoso y que luego continúa de piedras pero en sitio en que ya se puede nadar. Un coche se detiene, sale el conductor, joven, enciende su cigarrillo, se acerca a la orilla, toca el agua, pero no se decide a darse un baño. A mí me parece que está templada; me habría gustado que estuviera un poco más fría. Para gustos se han hecho los colores. Yo disfruto; entro y salgo, entro y salgo… ¡qué felicidad! Un andarín pasa por el camino y continúa. Me seco al aire, recojo todo, me visto y me encamino con intención de comer en San Juan de los Terreros.
Comida en Bellavista en San Juan de los Terreros
Al llegar, un chico me orienta hacia el Restaurante Bellavista, donde comeré por 22 €. Como muy bien: mejillones al vapor, ensalada del lugar, lomo con patata y verdura y dos jarras de cerveza. Entra un matrimonio con dos hijas adultas, ¿quién conduce el coche? Me invitan a café, pero les traen la cuenta con el postre, ¿y el café? Yo ya he pedido la cuenta y, como no me la traen, la vuelvo a reclamar mientras escribo el diario. He comido todo. Escribo, espero, los vecinos me hablan , el calor empieza a apretar; al inicio de la comida corría un aire muy grato por la terraza; luego ha parado; ahora comienza de nuevo. Sigo esperando la cuenta. Escribo, la familia, quiero que me echen agua en la botella en la que he exprimido el trozo de limón de los mejillones y el del lomo. Espero, la cuenta no llega, ¡qué ganas de llegar a La Carolina! La cuenta de mis vecinos la ha pagado la hija menor. Cuando, por fin, pago yo la mía, me paso a su mesa. Estamos esperando que nos inviten a café, pero no hay tu tía; y piden cinco mentas poleo, una para invitarme a mí, que acabará pagando la misma. Tras contarles algo de mi viaje, y agradecer la menta poleo, salgo por el paseo marítimo.
Buscando Mapa,
me tomo un gin-fish y dibujo
me tomo un gin-fish y dibujo
Cuando llego a la playa de San Juan de los Terreros, lo primero que hago es observar que los chiringuitos de playa no están en la playa sino entre la carretera y el paseo. Así en la playa no hay riesgo de cristales rotos y queda toda para uso de los bañistas. El que quiera hacer uso de ellos, que salga de la playa. Me parece que es una opción que habría que potenciar en todos los municipios costeros. También observo que la rambla tiene salida al mar pero, antes de llegar a la playa, pasa por un lugar de piedras lisas pisables y, por los intersticios circulan como hilillos de agua, que se pierden en la arena.
Me parece una buena solución y así no ocurre como la salida al mar del río Aguas que ya os presenté al pasar de Mojacar a Garrucha. Cuando llego para pedir mapa a Información, pone que abrirán a las 17:00 h; en vista de lo cual me voy a tomar un gin-fish al bar del Hotel Venta Terreros. Ascensión pone empeño en hacerlo bien, pero tiene hielos grandes y se le escapa líquido de la coctelera; con todo, está rico y lo saboreo con sumo placer. Será el primero y último del viaje de este verano. Me cuesta 3,50 €. Mientras lo bebo, dibujo el espacio que veo desde la terraza; son palmeras con farola, otra vegetación y las montañas del fondo.
Hay gente que pasa, me ve y se acerca a observar mi dibujo. Uno de ellos es Juan, que conoce Irun y Hondarribia y que está con un amigo. Otro, Francisco, andaluz de Lyon. Mari Carmen y su hija Mari Carmen y Daniel y señora. Él es chófer y ella se queja de que en Benalmádena le obligaba a bajar a la playa nudista. Mari Carmen se define como liberal, pero no le gusta ver nudistas. Es su opción; si no quiere que no vaya. Yo no quiero esgrimir argumentos de por qué me gusta estar desnudo; me va cansando ya el tema. Termino el dibujo y, como ya es la hora, me voy a Información, donde mi esperanza se esfuma. No tienen ningún mapa de Murcia.
Búsqueda de La Carolina nudista
Sigo por el borde de la carretera, aunque parece ser que hay camino paralelo, pero no me arriesgo. Veo pequeñas montañas entre yo y el mar que parece se abre al fondo. No será La Carolina. Llego a un lugar al que llaman Los Cocedores y me dicen que La Carolina es la playa gemela que está al otro lado de la montaña central. Un conductor me confirma cuál es y, en ese momento, ya estoy a punto de entrar en la provincia de Murcia.
Me encuentro con Eva y Pedro, de Madrid, a los que también les gusta caminar y ahora vuelven del Pozo del Esparto. Me dicen que hay un GR que lleva a Águilas y otro que continúa. Les cuento algo de mi viaje. La anécdota Tarifa-Pelayo y les digo que estoy deseando de llegar a La Carolina para hacer nudismo. No me aportan nada. Luego ni La Carolina, ni las tres playa de Calarreona, presentan a ningún nudista; ¡mi gozo en un pozo! En el mapa que aún no tengo y que conseguiré mañana, indica el nombre de Cuatro Calas, ¿se referirá a esas?
Mapa que conseguiré mañana y que me servirá para manejarme por la Comunidad Autónoma uniprovincial de Murcia.
Entrando en la provincia de Murcia.
Después de llegar a una de estas playas, retrocedo para preguntar a los socorristas y compruebo que todavía viven en el franquismo, que mantienen la idea de escándalo público y que la policía obliga a vestirse a los nudistas. ¡Qué desánimo! Me orientan hacia lugares posibles, pero no tengo éxito. Todas playas siguientes son peores para desnudarme, pues son muy urbanas. Veo dos posibles espacios para dormir. En el primero hay señoras y señores mayores a la sombra del acantilado, bajo su casa. En el segundo, unos jóvenes pescan.
La primera playa de Calarreona por la que paso se llama La Higuera y la que viene a continuación, se denomina Matalentisco. Observad el lado izquierdo con sus cuevas y arenisca desgastada por el viento y la lluvia. Sin darme cuenta de que es por allí por donde está el albergue juvenil, continúo hacia delante.
Me pongo a hablar con un ecuatoriano y me dice que él, posiblemente, también duerma allí. Se muestra muy bacilón, pero yo no estoy de humor por no poder bañarme desnudo y me muestro desagradable contra la religión, la fe, Dios y los reprimidos sudamericanos. Él me dice que en Brasil todos se bañan en pelotas. ¡Habrá que verlo! Pero me pilla algo a desmano para llegar allí a pie.
Sigo adelante y avisto Águilas. Bajo por camino seguro, pero me tropiezo con una piedra y me hago una pequeña herida en el dedo gordo del pie derecho. Se ve que soy de izquierdas y paga el pato mi lado derecho. Mis manos frenan la caída, pero solo se manchan, no se hieren como cuando me caí en el tramo Rota-El Puerto de Santa María.
A la herida del dedo no le presto ninguna importancia. Sentado sobre una plataforma, contemplo el paisaje, y hablo con Gladys y Luis, también del otro lado del charco y me escuchan sapos y culebras. Cuando estoy hablando con ellos, me doy cuenta que el albergue de Águilas está en Calarreona y ya me lo he pasado, así que me despido, retrocedo y llego al albergue a las 21:30 h. Las playas siguen repletas de gente y el sol de atardecer produce unas imágenes muy bonitas. También las rocas y las paredes horadadas ayudan. Como la recepcionista no está, la van a buscar. Pago: 5,75 € por la cena, 10,60 € por la cama y las sábanas y 2,55 € por el desayuno. Me da habitación, dejo las mochilas y bajo a cenar, algo que no pensaba hacer hoy, pero que ahora agradezco. Como con un señor que está de paso y una monitora abronca a una chica de Zaragoza porque no come nada y le obliga a llamar por teléfono a su madre. La adolescente de 13-14 años parece que pasa de todo, pero se lo está pasando mal. Es muy niña, bastante inconsciente y se permite darme consejos. Los monitores se han disfrazado de chicas y las monitoras de chicos y, según sabré mañana, los jóvenes también. Me quedaré terminando de cenar con camareros y cocineros y, ya en la habitación, me daré una ducha reconfortante. Lavo la ropa y la gorra. El aire acondicionado no funciona y cierro las ventanas y persianas. Pongo de nuevo a cargar el móvil para que esté a tope y me acuesto tras hacer la cama, con la sabanita cubriéndome la tripita. La noche promete paz y sueño, pero al volver de la juerga, todos arman jaleo. Se acuestan entre cinco y cinco y media, ya de la madrugada ¿Rendirán algo hoy los monitores? Por la mañana me despiertan golpes en la pared. Probablemente estaba roncando fuerte, pienso.
A la herida del dedo no le presto ninguna importancia. Sentado sobre una plataforma, contemplo el paisaje, y hablo con Gladys y Luis, también del otro lado del charco y me escuchan sapos y culebras. Cuando estoy hablando con ellos, me doy cuenta que el albergue de Águilas está en Calarreona y ya me lo he pasado, así que me despido, retrocedo y llego al albergue a las 21:30 h. Las playas siguen repletas de gente y el sol de atardecer produce unas imágenes muy bonitas. También las rocas y las paredes horadadas ayudan. Como la recepcionista no está, la van a buscar. Pago: 5,75 € por la cena, 10,60 € por la cama y las sábanas y 2,55 € por el desayuno. Me da habitación, dejo las mochilas y bajo a cenar, algo que no pensaba hacer hoy, pero que ahora agradezco. Como con un señor que está de paso y una monitora abronca a una chica de Zaragoza porque no come nada y le obliga a llamar por teléfono a su madre. La adolescente de 13-14 años parece que pasa de todo, pero se lo está pasando mal. Es muy niña, bastante inconsciente y se permite darme consejos. Los monitores se han disfrazado de chicas y las monitoras de chicos y, según sabré mañana, los jóvenes también. Me quedaré terminando de cenar con camareros y cocineros y, ya en la habitación, me daré una ducha reconfortante. Lavo la ropa y la gorra. El aire acondicionado no funciona y cierro las ventanas y persianas. Pongo de nuevo a cargar el móvil para que esté a tope y me acuesto tras hacer la cama, con la sabanita cubriéndome la tripita. La noche promete paz y sueño, pero al volver de la juerga, todos arman jaleo. Se acuestan entre cinco y cinco y media, ya de la madrugada ¿Rendirán algo hoy los monitores? Por la mañana me despiertan golpes en la pared. Probablemente estaba roncando fuerte, pienso.
Hoy he disfrutado en Cala Cristal, cuando he salido de la carretera, el paseo ha estado bonito. Buena comida en San Juan de los Terreros y rico el cóctel que me ha preparado Asunción. El dibujo decente, más fácil que los urbanos o con figura humana últimos, que me ha atraído gente como moscas. Aunque la noche no ha sido lo tranquila que había previsto, he descansado bien. Ya estoy en Murcia. ¿Llegaré a la provincia de Alicante?
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