Playa Valdelagrana (El Puerto de Santa María)-Playa de Levante (Puerto Real)
Paseito matutino
por la playa de Valdelagrana
He dormido pocas horas, aunque he descansado
bien. Me levanto a las ocho, pero tengo un pescador y bastantes paseantes
madrugadores y, como estoy en playa muy urbana, no me atrevo a darme el baño
matutino desnudo y paseo hacia la derecha.
Hablo con una pareja y me informa
que la zona nudista empieza a partir de que se acaben las casas hacia Cádiz.
Hablo con un pescador joven que ha pasado la noche pescando en la playa, luego
ha ido al malecón, pero sin obtener fruto en ninguno de los dos sitios; le
acompaña un adolescente y me dicen que ambos son de Jerez. Les hablo de Pepe
López, un ex compañero de trabajo, que suele pasar temporadas en Jerez, pues
creo recordar que nació allí, y me dicen que no le conocen. Toco el malecón y
vuelvo por la orilla; ¡a ver si mejoran mis pies!
Manuel pesca un
pez guitarra
Saludo al pescador que tenía casi por vecino
y cojo las mochilas y comienzo a caminar en dirección a la playa de Levante,
que ya está en Puerto Real. Siguiendo por la orilla, encuentro a Manuel, un
pescador que lleva ya un rato peleando con un gran pez, tratando de acercarlo a
la orilla, pero con gran tiento, lo atrae, le va dando sedal, permitiéndole que
se aleje, y lo vuelve a acercar a la orilla. El hombre apoya el mango de la
caña en la ingle, pues el pez tira mucho. Manuel cree que es un cazón, algo
equivalente a un marrajo y, como tiene pita fina, del 0,12 (una medida parecida
al grosor de mi rotulador), lo tiene que cansar, sin forzar demasiado, para que
no se le rompa.
Tras una hora de tira y afloja, conseguirá traerlo a la orilla;
encarga a un chaval la tarea de cogerlo por la cola con una red, tipo
salabardo, cedazo o retel. Las instrucciones que le da serían válidas para un
cazón, pero no valen para un pez guitarra; su larga cola no da margen para que
entre el pez hasta la cabeza y, en cuanto se ve apresado, se revuelve y vuelve
a nadar en dirección a alta mar. Manuel está ya muy cansado y, sobre todo, debe
de tener la ingle en carne viva. Me recuerda a un cuento que escribió Hemingway
en Islas del Golfo, en el que un
joven pesca un gran pez y lo mantiene durante todo el día, dejándole
destrozadas las ingles y, al final, se le escapa. No será el caso de este pez
guitarra que, al final, caerá, como se ve en la foto, ya en la orilla y con
muchos espectadores. A pesar del esfuerzo, Manuel ha disfrutado, sólo por el
hecho de haberlo pescado.
He fotografiado algo del proceso y, cuando ya está a
punto de concluir, tras la primera huída del retel, me quito el pantalón y
entro en calzoncillos al agua para hacer barrera, con algún otro, y que no se
vuelva a largar. Esta vez será la definitiva. Cuando oigo que Manuel dice: “con
la mano”, le doy mi máquina de fotos a una señora y ayudo a empujarlo por la
arena y alguien del grupo del cedazo, lo agarra por la cola y lo arrastra a la
arena exterior húmeda. El pez guitarra, también es de la familia de los
tiburones, como el cazón y el marrajo. Doy la enhorabuena a Manuel y me despido
de él y del ayudante y sigo orilla adelante. Una mujer se ha sorprendido de que
no hubiese probado nunca el cazón, y me lo recomienda; lo probaré en Caños de
Meca, con poco éxito. Es el primer pez que veo pescar desde que comencé mi
andadura hace diez días. Manuel ha calculado que este pez guitarra pesará unos
doce kilos.
Nudismo
inexistente en playa Valdelagrana
Sigo por la orilla en calzoncillos; ya se han
acabado las casas y hay muchos paseantes por el borde del mar. Pregunto a un
chico que pasea con su perro y me dice que la zona nudista está señalada y que
hay un chiringuito blanco; así que, en vez de seguir adelante, retrocedo al
último chiringuito, el de Serafín, donde desayuno por 2,70 €, un manchao y 4-5
minicroissants de paquete, muy poco sabrosos. Escribo y hablo con el camarero,
que me recomienda pescado para comer a mediodía. Era una ocasión para probar el
cazón, pero me dicen que ellos sólo trabajan con pescado fresco y el cazón,
como tiene poco sabor, lo suelen hacer en adobo con especias. Me dice que las
comidas las empiezan a servir hacia la una y media. Digo a Fredy (que no
Mércury, ni Alfredo, sino Federico) a ver si puedo dejar la mochila y me indica
el mejor lugar para dejarla. Así que, al dejar la mochila, ellos aseguran que
voy a volver a comer y a mí me hacen un gran favor, y me dirijo hacia la zona
nudista. A ver si veo el cartel indicador.
Dispongo de un par de horas para
disfrutar de sol y mar. Tras andar casi media hora sin encontrar a nadie
desnudo; hay que tener en cuenta que hoy es sábado y los hábitos de los
nudistas, en ciertas playas, varían los fines de semana, me doy un baño
desnudo, aunque no haya nadie en bolas. ¡Me da igual! ¡Paso de que me digan
nada! Unos paseantes miran curiosos y otros pasan del tema. Cuando llego a la
zona nudista oficial, ocurrirá lo mismo; no hay nadie desnudo y eso que al
fondo hay dunas que se prestan al tipo de nudismo que detesto. La marea está
todavía baja, aunque ya subiendo pero, es tan poco el desnivel, que no se acaba
de llegar a un punto en que cubra para nadar a gusto. Ya estaba subiendo cuando
la pesca del pez guitarra, puesto que hemos tenido que desplazar hacia el
interior de la playa los aperos del pescador, los portacajas, el carro, las
bolsas donde guarda las cañas desmontadas… El agua está templadita y, en la
medida en que sigues hacia el mar, se va notando más fresca; supongo que porque
la arena húmeda estaba recibiendo los rayos de sol desde la mañana. Sólo hablo
con una pareja que pasa; se trata de dos chicos andaluces a los que acompaño charlando
por la orilla y, antes de llegar a los pescadores que están con sus mujeres, me
despido y retrocedo. Dejo mi mochilita en zona intermedia, entre arena seca y
húmeda, no muy alejada de los paseantes y me alejo mucho en ambas direcciones.
Hacia las 13:15 h. inicio el regreso al Serafín, desnudo y con mochila y, de
esa guisa, llego hasta cerca de los socorristas. Les pregunto por la zona
nudista y me responden que hay carteles. Ya son los segundos que me responden
lo mismo, pero yo no los he visto, así que pienso que no he llegado. Luego veré
que estaban cerca de donde me he bañado, pero indican el lugar a los que vienen
de Puerto Real por las dunas.
Paella y dorada de
Serafín (26,50 €)
Aunque Fredy me ha dicho que con viento de
Levante la gente se retrae de venir a la playa, las mesas del chiringuito más
próximas al mar ya están ocupadas y la mejor que queda libre es doble. Digo a Fredy cuál es el
tamaño de las doradas y me dice que todas son de ración. Así que pido paella y
dorada; aunque hoy me pase de presupuesto, compenso la falta de cena de ayer y, probablemente,
de la de hoy. La paella es de carne y pescado, y está rica y muy jugosa; pelo hasta los camarones chicos (nuestras kiskillas), lo peor que hago es exprimir el limón en la parte final. La dorada está exquisita, en su punto, muy bien asada por el exterior y jugosa por dentro. Han completado el plato de pescado con ensalada de tomate, pimiento y cebolla; terminada la dorada, elimino las espinas y dejo el plato libre para finalizar con la deliciosa ensalada; de las dos ampollas de aceite que me han sacado, me ha bastado con una y de las dos de vinagre, usaré un poquito de una y poquito de sal. Me enrollo con los vecinos de mesa: tres mujeres y un hombre. Él había paseado con las mujeres por la orilla, pero se ha cansado y se ha vuelto a leer el peiódico, aunque ha acabado desesperado con el viento que no le ha permitido leer tranquilo. Luego ellas han llegado y se han sentado a comer. Me dicen que me han visto bañándome desnudo y que les he dado envidia, así que han seguido un poco más adelante de donde yo estaba y se han bañado también desnudas. He estado dudando si hablar o no con ellos, puesto que el periódico que leía él era el ABC y me daba una imagen de un posible reaccionario; pero como yo no me dejo llevar por la primera impresión, he decidido provocar la conversación. Tras la misma, hasta podía creer que fuera un votante socialista. Una de las mujeres decía que había leído un artículo insultante de Alfonso Ussía contra Pedro Almodovar. Por sus palabras, se veía crítica con el periodista. Por lo que yo entendí, Ussía le atacaba porque no había conseguido que en su pueblo, ni siquiera le hubieran puesto su nombre a una calle. No sé si la calle Paquita Rico o la avenida Rocío Jurado de Chipiona, las pusieron en vida de las artistas, pero, la mayoría, llevan nombres de muertos y Almodovar todavía está vivito y coleando, tiene mucho que decir y dará mucho que hablar. ¡Creo que es una suerte que no le den su nombre a ninguna calle! ¡Y que no le hagan ningún monumento! Se está llenando la patria de multitud de bronces impresentables, a tamaño natural, como si fueran compañeros viandantes amigos de los ciudadanos. Pago, me despido del cuarteto, de Fredy, felicito al cocinero, recupero la mochila, agradezco y me voy.
La Playa de Levante ya está en jurisdicción de Puerto Real
Salgo del chiringuito Serafín descalzo y voy buscando las sombras para irlas pisando, porque la arena al sol quema. Cuando llego a la zona nudista y veo a alguno desnudo, descargo las mochilas y me doy el primer baño de la tarde. Empiezo a pasear arriba y abajo, de levante a poniente y viceversa y pregunto a dos personas sobre la conveniencia para salir mañana caminando. Estoy en la bahía que se forma en El Puerto de Santa María y no sé cómo enlazar con "la tacita de plata". Ya ayer vislumbré Cádiz a lo lejos. Como ya lo conocí en 2006, durante mi estancia hotelera en Conil de la Frontera, me gustaría eludir la capital. Esta tarde no tengo intención de caminar más, para compensar el exceso de ayer y disfrutar de la playa. Los dos preguntados, coinciden en orientarme hacia el mismo itinerario: camino, puente de traviesas de tren, Universidad, Puerto Real y Puente Carranza; que ya me sacará a la playa, a las afueras de Cádiz. No mantengo más conversación con nadie. Observo el cortejo entre dos desconocidos que acaba en reunión y tímido contacto sexual a la vista. Cerca de mí hay una pareja mixta que juguetea y, en el juego, ella pierde una pulsera; se va a buscarla a la orilla y yo también colaboraré en la búsqueda, a la vez que me doy un baño. Me avisan desde la arena seca que ya ha aparecido. Abandono la búsqueda. Otro gordito que está desnudo fuera de la zona acotada, me habla de la bondad del nudismo para la salud, como si yo no estuviera convencido de ello; se queja del calor, pero no se baña y persiste en quedarse alejado de la orilla en el entorno de las dunas, el lugar más caluroso. No entiendo su queja. Paseando me encuentro con Hugo, que ha llegado en bici; me pasa cuando yo estoy en el agua y, cuando estoy secándome al sol y al aire, él retrocede y coincide conmigo; empezamos a hablar. Es de El Puerto de Santa María y me habla de la playa de Valdela (se come "grana", pues así la llaman coloquialmente). Es un chaval muy agradable, genial para conversar, pero es una lástima que prefiera estar tranquilo disfrutando de su musiquita, que charlando. Deja sus cosas en la arena a la altura de mis pertrechos, pero a unos cien metros de distancia y se va en bici hacia la conjunción de la playa con el río San Pedro que, en su desembocadura, más parece un brazo de mar. Hugo me ha dicho que antaño desembocaba por allí el Guadalete, pero que hicieron una canalización de desvío para acercarlo más al pueblo de El Puerto de Santa María. Como se va y la marea está subiendo, pienso que tendré que retrasarle la ropa hacia la duna para que no se la moje el mar. Veremos. Pero, cuando me estoy dando otro baño, veo que regresa Hugo, nos saludamos de nuevo y conversaremos un rato más, mientras me va haciendo más comentarios sobre el lugar.
Atardecer en playa de Levante
Ya está cayendo el sol; veo aparecer un perro que viene por el camino por el que saldré mañana, donde está el cartel de playa naturista. A mi me gustaría que pusiera Nudista solamente, puesto que yo lo soy y no soy naturista; aunque me gusta la naturaleza, no comparto ideas sobre alimentación que defienden muchos naturistas. Creo que hay que comer de todo. Aprovecho para preguntar concreciones del camino a la pareja dueña del perro. Me calculan tres cuartos de hora o una hora hasta Puerto Real. Hago algunas matizaciones, pues yo quería salir por el final de la playa, pero no me lo aconsejan pues luego tendría que retroceder hasta el puente. Tendría que salir a la desembocadura, pero luego no habría más remedio que retroceder por la orilla del río hasta el puente; un viaje de ida y vuelta sin mucho objeto. Mañana veré un camino que provenía de allí. A última hora del día, cuando dejan de llegar paseantes, empiezo a organizar mi cama. Subo mis mochilas hacia una planta elevada y me pongo de tal forma que ella me proteje del viento de levante. Hoy no vendrá servicio de limpieza y me despreocupo de proteger las mochilas, dejo el reloj a la vista, pongo un mensaje a mis hijas y recibo réplica de Sara. Veo la Osa Mayor, la luna en cuarto menguante, casi ya un filetito de luna y será una de mis mejores noches; de las más apacibles.
Hoy ha sido un día tranquilo, con poca caminada, aunque más que lo que refleja el mapa, puesto que he ido dos veces hacia playa de Levante, primero antes de comer y después para quedarme allí. En realidad, no he salido de la misma playa, ya que Valdelagrana y Levante, son continuación una de la otra, sin ningún elemento que las separe. He disfrutado con la pesca del pez guitarra y con un Manuel exultante; también con la comida del Serafin y con el trato de Fredy. También muy grata la conversación con Hugo.
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