jueves, 12 de abril de 2012

Etapa 18 (134) Punta Paloma-Tarifa

Etapa 18 (134) 06 de julio de 2008, domingo.
Punta Paloma-El Chozo-Tarifa.
 

Cuando hago las cuentas veo que me falta anotar 5 €, algún gasto que hice, ¿un gin-tonic?, y que no anoté. Con el dinero perdido y no recuperado, llevo gastados 776,65 €. Se me ha terminado la primera libreta de diario y comienzo la segunda.

En la playa despierta la Guardia Civil
Me despierto a las 7:30 h. La tienda de la pareja está en calma. No me ha entrado ninguna pulga de mar dentro del saco, aunque ya soy experto en sacarlas aplastadas. Cuando de madrugada me he levantado a orinar, la arena del saco ha bajado a los pies y, ya sin su roce, he dormido más cómodo. Me levanto y no me baño; hace fresquito y todavía tardará en salir el sol pues el promontorio del Caserío de las Palomas forma un muro que me lo oculta. Recojo todo y no me despido de los vecinos hospitalarios, aunque discutidores nocturnos. Espero que les vaya bien en la vida. Hablo con el pescador de la cueva, que no ha pescado nada en toda la noche; su compañero, en cambio, sí ha cogido alguna pieza de interés. Cuando estoy hablando con él, aparece la Guardia Civil y le dice que para las ocho tiene que estar todo levantado. Le pregunta que si hay alguien durmiendo y le dice que sí, que su hijo; ¿de cuantos años? le vuelve a preguntar. "Doce años" es su respuesta. Me despido del pescador y no espero a ver cómo el guardia levanta a María Luisa y a Jonatan ¡Vaya faena! Con lo tarde que se acostaron y la pequeña gresca... Y como sea el mismo que les confiscó ayer la china... Dependiendo de cómo acabara el conflicto, a lo mejor deciden acabar el fin de semana programado en ese mismo momento.
(Estoy escribiendo en la terraza del camping de El Chozo; me he qudado frío en la sombra y decido salir a la mesa grande del mirador que, aunque sopla más el viento, al menos, da el sol. A pesar de todo, estoy tiritando).

Salgo de la playa y subo a la duna y, arriba, está el tercer guardia civil, que se ha quedado custodiando el vehículo. Voy por un sendero y veo que, en la siguiente playa, también está montada otra tienda de campaña que, a lo mejor, se libra de la requisitoria; la razón pueda ser que tiene un acceso más difícil. Sigo el sendero por el bajito acantilado y pronto bajo a rocas con arena. Un pescador me dirá que el siguiente tramo es de mucha roca, me recomienda no bajar a la playa todavía; le hago caso y bajo cuando el tramo de rocas se acaba. Una pandilla, unos con sombrillas y telas cobertoras (que no son tiendas de campaña, aunque lo parezca), pasan el fin de semana, con otros que sí están en tienda. Creen que ahí la Guardia Civil no los encontrará. La marea está bajando (vaciando dirán los autóctonos) y llego a donde un pescador que ha recogido y se va en la misma dirección que voy yo. Voy hablando con él; pero me dejará enseguida. 

Paseando con Eva
Paso por delante de un grupo de hombres naturistas, aunque ahora están vestidos, que están con tres perros, machos; si sé que son naturistas y los perros machos, es porque me lo dice Eva, con la que me cruzo, me da los buenos días y que lleva las deportivas colgando del cuello. Un poco más adelante, a prudente distancia del grupo de los tres perros, me paro y doy el primer baño del día. Son las nueve, buena hora, y el sol ya calienta como para apetecer el baño. Me desnudo, entro en el agua, pero hay rocas ocultas en el fondo que no me dejan nadar a gusto. Me seco andando hacia poniente y, cuando regresa Eva, ya estoy en condiciones de ir caminando en su dirección y charlando. Durante buen tramo de la playa, los tres perros, que nos han olido, nos seguirán por detrás. Pienso que nos siguen porque ella, o más bien yo, huelo similar a como huelen sus dueños; pero Eva me dice que, le siguen a ella, porque han detectado el olor a su perra. Por esa razón sabré que los tres son machos. Hablamos de mi viaje, de sus aficiones; Eva ya ha dado varias vueltas por la playa; la primera parte la ha hecho corriendo con sus deportivas; luego por la orilla, para fortalecer los músculos de las piernas, algo metidas en la orilla del mar, y luego descalza por la arena. Pertenece a un grupo de montaña y suelen hacer algunas cotas de interés, y como ejemplo, me habla del Mulhacem. Comparto con ella la sensación sentida al llegar a un pico alto, aunque nunca subí a uno tan alto como Mulhacem o Aneto, ni mucho menos, el Teide. Cuando llegas a la cima, después del esfuerzo, te sientes el rey del mundo (en su caso, la reina); es como una compensación. Me explica otro recorrido que suelen hacer todos los años, los 102 km. de Ronda en 24 horas, etapa que se oferta en bici, corriendo y andando y que muchos jubilados elijen esta última modalidad y con mucho éxito. "No creo que me pillen", le digo. El recorrido más largo que hice en 2006 fue entre Fisterra y Muros, unos 55 kilómetros. 

Ya nos han dejado en paz los perros. Eva se tiene que volver porque le esperan sus hijos: Pablo y Adriana, que se llevan un año y no deja de arrepentirse, porque pelean mucho y cada uno, aunque tiene sus juegos, se encapricha de los que está jugando el otro. Al despedirnos le enseño los dibujos que le he comentado que voy haciendo y nos damos un beso de despedida ¡Hasta que la vida nos vuelva a reencontrar! No lo he dicho, pero Eva es muy guapa. La playa es la de Valdevaqueros y la duna que veo me lleva a pensar que todavía estoy en la de Bolonia, tan similar es ésta de Punta Paloma.



Rocas encontradas en el camino; filigrana de arenisca hecha por el agua y el viento y que me recuerda el encaje de bolillos y a mi amiga Candi y a Camelle.
 
Buscando Camping para desayunar
Eva me ha dicho que más adelante encontraré un camping donde podré desayunar. Llaga, de nuevo, zona de rocas y no acaba de aparecer el camping elegido. Paso por una playa en que indica, hacia un lado, zona Kite y hacia el otro, zona de aseos; sigo entre rocas y cuando paso una loma elevada ya veo el Camping con una escalera a playa de rocas, con poca arena, por la que baja una pareja; él tiene que ayudar a la señora que viene con ellos, porque deberá dar un salto de casi un metro en el último tramo. "¿advierten de este obstáculo al inicio del camino?", pregunto y "No", será la respuesta. Les digo de donde vengo y adonde voy y me voy, por las rocas, a la playa del camping que, también, tiene muchas rocas. Está subiendo la marea y ya apenas queda arena seca. Desayuno zumo de naranja natural, tostada de pan entero con mantequilla y mermelada y manchaíto (5 €) y el nombre del Camping es Torre de la Peña. Mientras desayuno hablo con los malagueños Mari Carmen y Diego; les cuento mi intención de ir a las presas del Guadalhorce y las razones literarias que me llevan a él; aprecian mis dibujos y la forma de entender el camino. Luego, en la mesa de al lado, se ha sentado una cuadrilla de cordobeses, que me cuidan mis pertenencias cuando voy al servicio y, ya en el retrete, uno de ellos me ha dicho dónde coger el papel higiénico. Le agradezco, porque, si no me lo dice, habría sido incapaz de encontrarlo. Luego trataré de afeitarme y darme una ducha. A primera hora de la mañana iba derecho hacia una nube negra amenazante que iba por debajo del sol; el último pescador me había dicho que se disipará gracias al viento de poniente y, efectivamente, así ha sido. Sólo quedan algunas nubes sobre las montañas del norte de África. Me he puesto a escribir en zona protegida, pero me estoy quedando frío; salgo al sol a que me caliente, aunque sigue soplando el viento de poniente. He hecho las cuentas y he detectado el error de 5 € ya mencionado. Me han ofrecido menú de 7 € y como me dan las dos escribiendo, entro al restaurante, para comer. De la oferta de plato del día, elijo pollo, que me lo sacan con una salsita muy rica y patatas fritas y pido media jarrita de Rioja tinto (11,90 €).
 
Observo al camarero, que es uno de los dueños del restaurante, en el que está ocupada gran parte de la familia; es muy competente, buen informador, para cada uno de los clientes tiene una palabra acertada y creo que sería un buen profesional en cualquier profesión en que tuviesen peso las relaciones humanas; quizás ésta, que le permite estar atendiendo al público, sea una de las idóneas en la que él puede disfrutar. Habrá que saber si el negocio le permite la rentabilidad suficiente para hacer frente a sus necesidades. Cuando me voy, se lo digo. Una familia de ocho: dos matrimonios, tres nietos y una abuela, se sienta, inicialmente, en la zona de mesitas en que he desayunado, pero ven que hace frío y se meten dentro. El camarero adapta el espacio añadiendo otra mesa para que no estén tan prietos. Anteriormente, esa mesa la ocupaban dos parejas, pero uno de los hombres estaba interesado el la Fórmula-1 que se daba en la tele y el camarero le coloca en el único sitio libre en que podía seguir bien la carrera; en detrimento, ¡claro está!, de sus compañeros de mesa, que aceptan resignados. ¡Todo sea por dar gusto a su afición! A mí, me ha parecido una descortesía del aficionado a la Fórmula-1. Luego veré que están dando tenis y veré, de refilón, a Nadal. Mañana me enteraré que ganó la final de Wimbledom, en el partido más largo de la historia del torneo. Observo a la familia de ocho; el pequeño mangonea para sentarse donde le apetece y que se sienten junto a él los que él quiere. Pareciera que ninguno de los nietos quisieran sentarse junto a la abuela ¿es madre de ellas?, me pregunto. No lo puedo confirmar. Lola, que pertenece a la organización del Camping, se pone a hablar con el matrimonio más joven, que tiene intención de ir a Portugal; aunque no conozco los campings del país vecino, me ofrezco a darles información de los lugares que conozco. Es entonces cuando Lola se pone a hablar conmigo de los lugares de Portugal por los que pasé y le enseño los dibujos. Luego me invita a un cortadito descafeinado. Me pongo a hablar con los dos matrimonios de la mesa de al lado.
 

También el que lleva la camiseta de Kite-surf, le ha cambiado de lado a su pareja para poder ver la baraúnda de kitesurfistas que plagan la playa de Tarifa, que ya se vislumbra a lo lejos; ¡cada cual es irrespetuoso con los próximos, cuando le ofrecen algo de su afición! Los del kite-surf ejecutan piruetas a lo largo de toda la playa de Tarifa. Félix y Gemma no tienen hijos, pero Marta y Antonio están felices con Lucas que, en Andalucía, será siempre Luca. Al comerse la "ese" hacen italiano a su hijo. El niño se porta muy bien, posiblemente en respuesta a lo bien atendido que está y porque detecta ser muy querido. Hablamos de mi viaje. Mientras hablo con ellos, la familia de ocho se va y no podré darles la información prometida. Ya que llevo tanto tiempo en el camping, como otro cliente má, aprovecho los servicios que me ofrece; estoy, de nuevo, ligero, aunque no me preocupo y, ahora, ya sé dónde está el papel higiénico, me afeito y me ducho con agua fría que, con el calor que ya hace, apetece más que la caliente. Una chica hace la limpieza y limpio de pelos el lavabo, recojo todo y bajo al comedor. Es entonces cuando veo de refilón a Nadal. En el ventanal está Lola con dos amigas. Me pide que enseñe los dibujos a sus amigas. Lo hago, agradezco la buena atención, el regalo y me voy.
 
Hacia la playa de Tarifa. Kite-Surf, Paula, Isabel y Jéssica
La marea está muy alta y continúa subiendo, así que sin bajar a ella, continúo por la terraza y sigo a unos dos metros de altura sobre la playa de piedras. Por el sendero seguiré hasta que llegue a la Playa de la Plata, la que tiene una salida de río en medio, haciendo una ese. Observo a un kite-surfista, que me llama más la atención por los cambios rápidos de dirección y por los saltos espectaculares que da. Lo comento con uno que está en la orilla, que resulta ser su amigo y que es irlandés.


Cuando el acróbata termina su tiempo y sale a la orilla, le paro y le felicito, resulta que es francés. "Je vien ici a pie de la France", le digo y seguimos a lo nuestro; él a quitarse los amarres yo a seguir mi camino de libertad. Siguiendo por la orilla me encuentro a Paula e Isabel; al pasar yo, me hacen un comentario, quizás derivado de las dos mochilas, carga que no llevan los bañistas, y me enrollo un rato con ellas. Luego aparecerá Jéssica y sacaré una foto a las tres, o a las cuatro, si metemos a la Betty Boop. Al rato aparece un padre protector, de alguna de ellas que, al ver tanto tiempo de conversación, ¿se habrá mosqueado? Me despido y sigo adelante. Ya estoy llegando al sur más sur. 
 
En las marismas de Tarifa
Llego a la zona en que el río, procedente de la marisma, sale al mar. Al salir divide la playa en dos, pero hay un paso antes de llegar a la desembocadura, que conecta con estacas, más o menos profundas, según la marea, con un paseo de madera interior que funciona también como conexión entre observatorios de aves; Hay juncos y cañaverales en las orillas y la laguna que forma en medio es de poca profundidad. 

Cruzo por la zona de las estacas, la que cubre menos pero, me veo obligado a quitar el calzoncillo, para no mojarlo. Voy al borde de los juncos, me desnudo, tomo el sol y dibujo la zona de Punta Paloma, la duna, la playa y el río con algún kite-surf; ¡Ah! y los molinos de viento que hay en la montaña. La gente pasea por el paseo de madera, que lleva al paseo de aves  y más allá. Cuando termino el dibujo, me visto y me voy. Al cruzar el puente sobre el río, aquí mas fluvial que marino, menos brazo de mar, me encuentro con una pareja de Algeciras. "A lo mejor me los vuelvo a encontrar allí", pienso; como ellos van en dirección contraria, sigo adelante.


Buscando dormitorio
Observo que, por detrás, viene Jorge, y le espero. Iremos un rato andando y charlando. Se había pensado que, al pararme, esperaba a alguien que viniera conmigo detrás de él. Le digo que, como voy solo, es un sistema que forma parte de mi método para intercambiar opiniones y recibir información con las gentes del lugar que me va ofreciendo el camino. Le cuento algo de mi camino, me da algunas ideas de dónde dormir, aunque opina que los mejores sitios, los más tranquilos ya me los he pasado, ¿retrocederé? ¡lo dudo! Me despido de Jorge, pues él se va para el interior.


De lejos ya se aprecia la prisión fortaleza donde retienen en cuarentena a los africanos, tanto del norte, como subsaharianos, que llegan en patera o de cualquier otra forma clandestina, expulsados de sus países por la miseria y la llamada de la opulencia de los países europeos. Ese sueño de prosperidad es el que les lleva a arriesgar y, a muchos, perecer en el intento. Luego, cuando llegan a España, se darán cuenta de que la tan cacareada sociedad de consumo no es la tierra prometida y echan en falta la solidaridad de sus países. Están en cuarentena en espera de la repatriación ¡Se acabó su sueño! Saco foto de la isla de Las Palomas, donde están los confinados. Ya en el paseo peatonal embaldosado, oigo hablar en euskera; se trada de dos parejas, una sin hijos, Sandra de Tarifa y Patxi de Hondarribia y la otra con dos niñas propias: Naia e Inge y un niño africano, Kedral, que quiere decir "Decisión de Alá", que apareció abandonado, se lo ofrecieron y lo aceptaron como uno más de la familia. Los afortunados padres son Jon e Idoia, que prometen buscar la Agenda cultural de Irun para ver si pueden ver la proyección de mi viaje a Portugal (No lo proyecté en el Amaia, así que no salió en la agenda. Se proyectó en el bar Patxi, en Montañeros Iruneses (Irungo Mendizaleak) y en el Ateneo Kabi-gorri). Me despido de ellos y los volveré a ver en una de las terrazas de la ciudad. Voy mirando la cárcel-fortaleza y pienso que no sería mal sitio para dormir; una premonición de lo que me ocurrirá la noche del día siguiente.




Me dirijo hacia el otro lado, escapando del viento de poniente y buscando las playas de levante pero, a levante, son playas de piedras a partir del puerto. La primera sí es de arena, pero es muy pequeña y muy urbana y ya veo gente buscando acomodo para pasar la noche; alguno ya está durmiendo en su saco. Encuentro una pirámide octogonal en la que se indican todos los vientos. Lástima que la veleta, que indica la dirección del viento, está rota. Los nombres de los vientos que aparecen en cada vértice del exágono, son: Tramontana, Gregal, Levante, Siroco, Mediodía, Lebeche, Poniente y Mistral. Los más conocidos, Levante y Poniente se oponen; y el resto de parejas opuestas serían: Tamontana-Mediodía, Lebeche-Gregal y Mistral-Siroco.

Veo un coche con matrícula de Navarra, al que me acerco; se trata de una pareja de Arbizu, pueblecito cercano a mi pueblo, Altsasu. Fotografío unas murallas y luego el Castillo de Guzmán el Bueno. Subo escalera hacia el Ayuntamiento. Llego a un torre desde la que se ve el puerto. Un tarifeño me dice que fotografíe la torre, ya que en el proyecto de superpuerto, está previsto destruirla. Observo la playa de piedras y no veo claro hasta dónde sube la marea. No me parece lugar idóneo y no me animo a bajar allí a dormir.
 

Decido quedarme en la plaza, frente al Alojamiento Logístico de Tarifa MACTAE, que es la residencia para vacaciones de los militares. Concretamente, elijo el porche del Centro Público Municipal de Educación de Adultos MIRAMAR, Centro Comarcal de Drogodependencia y el Aula Municipal de Integración de Minusválidos AS.MI.TA.ME. Al oscurecer encienden cuatro farolas del parque y tres se quedan sin iluminar. No tendré suerte, ya que la más próxima al porche, sí se ilumina. 

Espero que las ventanas del edificio militar se cierren para que nadie se fije en mi plan de quedarme allí a pasar la noche y me envíen municipales para desalojarme de mi dormitorio. Durante la primera parte de la noche aparecerán algunas parejas; una pareja con un bullicioso cantante en inglés que, ante la petición de arrumacos de ella, se volverá silencioso; al cabo de un rato, se irán. Luego otra pareja; ella observa a través de su móvil o de su cámara digital, no puedo asegurarlo con la escasa luz que hay. Un hombre se dirige a otra puerta lateral a la derecha, hacia el mar, del edificio en que pernocto. No sabré si ha entrado, o ha hecho sus necesidades y vuelto a salir. Aunque el sitio es céntrico, sólo tiene interés como punto estratégico de observación de mar y puerto; por la noche no tiene mucho sentido; sólo puede tener algún interés como lugar semi retirado y poco iluminado; especial para parejitas cariñosas. Quizás haya tenido suerte de ser domingo, cuando ya el fin de semana ha concluido y mañana, los que no están de vacaciones, tendrán que trabajar.
 

Para entrar en él es preciso salir del paseo y subir unas escaleras y desde mi puesto sólo veo alguna de las cabezas que pasan por el paseo. No dormiré bien, pero mejor que lo que el lugar pudiera dar a entender. Lástima de la luz de la farola que no veo forma de eludirla. Pongo la mochila grande entre la farola y mi almohada, pero no será suficiente. Aún así, dormiré bastante bien; la carretera que va junto al paseo apenas recibe circulación de coches y no habrá mucho ruido nocturno.

Haciendo balance del día, ha resultado curioso que, al igual que en un hotel se dice al recepcionista la hora que quieres que te llamen, aquí, en el hotel de las estrellas, a los que tienen montada tienda de campaña, será la Guardia Civil la encargada de suplir esta función. La diferencia es que, obligatoriamente, las ocho de la mañana es la hora tope. El encuentro con Eva en la duna de Punta Paloma, paseando por la  playa de Valdevaqueros, ha sido muy grato. La estancia con desyuno y comida en el Camping Torre de la Peña también ha estado muy bien, con un camarero muy eficiente y  una Lola muy receptiva e invitadora. El encuentro en la playa de los kite-surfistas con las tres chavalillas y la aparición del padre protector, también ha sido síntoma de los días, donde se teme y se sobreprotege. El rato de dibujo en las marismas y el paseo por la ciudad, no ha estado mal, aunque hubiera preferido dormir sobre arena y en lugar menos urbano.

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